1. Necesitamos
una revolución real, y nada menos
¿Por qué?
Porque vivimos bajo un sistema, un sistema capitalista dominado por el
imperialismo. Este sistema de explotación y opresión es la causa básica de
tanto sufrimiento innecesario de la gente, tantos crímenes, tantas
atrocidades. A nivel mundial, este sistema, el capitalismo-imperialismo, lleva
a la humanidad y muchas otras especies hacia el precipicio de nuestra potencial
extinción, ya sea por la galopante destrucción del medio ambiente, ya sea por
una desastrosa guerra nuclear entre las grandes potencias imperialistas como
Estados Unidos, China y Rusia, mientras perpetúa crímenes de lesa humanidad por
todas partes, como el genocidio de los palestinos. En México ha arrojado un
creciente saldo sangriento de asesinatos, desapariciones, feminicidios, violaciones,
trata de mujeres, el envenenamiento de la naturaleza y de las poblaciones humanas,
la macrocriminalidad y otros horrores completamente innecesarios e intolerables.
Esta revolución
no solo es urgentemente necesaria, también es posible. Estamos luchando en
serio ahora para esta revolución. Si todavía no estás participando
en esa lucha, necesitas entender, mucha más gente necesita entender, qué es una
revolución real, por qué es posible esta revolución y las
transformaciones liberadoras radicales posibles con esta revolución. Esto es lo
que abordaremos aquí.
Hace falta
enfrentar la realidad del mundo en que vivimos, y no mantenerse al margen,
encerrándose en la estrecha lucha por “salir adelante”, esperando que los
crímenes y horrores que nos rodean no le toquen a uno. Al conocer que un mundo
mucho mejor es posible, puedes y debes abrir la mente, abrir el corazón al
pueblo y entrarle a la lucha por una nueva sociedad socialista de esperanza,
liberación y comunidad.
2. Una
revolución real tumba este sistema y crea otro, radicalmente distinto y
mucho mejor
Ya que el
problema fundamental es el sistema, hace falta una revolución real que
acabe con este sistema. ¿Cómo se acaba con el sistema? Se tiene que derrocar,
destruir, el Estado actual que reprime y asesina a la gente para defender este
sistema de explotación y opresión. En su lugar, la misma lucha revolucionaria
de millones de personas forjará un nuevo Estado revolucionario radicalmente
distinto, que impulse, apoye y defienda la lucha por acabar con toda forma de
explotación y opresión.
También hace
falta acabar con la economía capitalista dominada por el imperialismo que
sobreexplota y empobrece a la gente, destruye el medio ambiente y libra toda
una sangrienta guerra contra el pueblo en su búsqueda incesante de la máxima
ganancia. La revolución triunfante confiscará los bienes económicos de
los grandes capitalistas nacionales y extranjeros y abrirá el camino a la
colectivización voluntaria de la actividad económica por parte de los
campesinos, pequeños empresarios y comerciantes. Así se creará una nueva
economía socialista dedicada a cumplir con las necesidades de toda la gente,
superar toda forma de desigualdad, explotación y opresión, e impulsar la
revolución mundial.
Al romper las
cadenas, se desatará la creatividad de millones, ahora suprimida o
tergiversada en la mayoría de los casos, criticando la pútrida cultura e ideas egoístas,
racistas y machistas predominantes ahora y dando lugar al florecimiento de una
nueva cultura e ideas diversas, vibrantes, revolucionarias e inspiradoras.
En resumen,
este socialismo nacido de una revolución real creará un nuevo sistema
económico, un nuevo sistema político y una nueva cultura radicalmente distintos
y mucho mejores. Será un gran avance liberador para el pueblo de México y, a la
vez, apoyará, dará impulso e inspiración a la lucha revolucionaria de la gente
por todo el mundo. Esta revolución es parte de la lucha en todo el mundo por el
comunismo, una sociedad sin clases, explotación ni opresión, y la emancipación
de toda la humanidad.
Se necesita una
revolución real, y nada menos, a diferencia de varias ilusiones falsas que se
promueven como supuestas “alternativas”, que abordaremos a continuación.
3. Hace
falta una revolución real, no una supuesta “revolución ideológica”
La llamada “revolución
ideológica” tiene influencia entre un buen número de personas en varias formas
y distintos grados. La idea básica es que, para lograr un cambio fundamental,
solo hace falta cambiar las ideas de la gente, ya sea en la familia, en la
escuela o en la sociedad en su conjunto. Esta es una ilusión falsa que encierra
a la gente en seguir sufriendo bajo el actual sistema perverso. A eso lleva, independientemente de las
intenciones muchas veces progresistas de personas influidas por esta idea
Es cierto que
es enormemente importante cambiar las ideas de la gente. De hecho, transformar
el pensar de la gente es parte fundamental del proceso revolucionario, tanto
antes como después de tumbar este sistema y forjar otro radicalmente distinto.
Pero en primer lugar, ¿cambiar las ideas de la gente a qué otras ideas y para lograr
qué? Debe ser a nada menos que enarbolar la emancipación de toda la humanidad,
y no simplemente los intereses de algún grupo o país en contra de otros. Debe
ser para servir al pueblo y ser guardianes del medio ambiente, en vez de solo buscar
“algo para mí y mi gente”.
Por otra parte,
si la economía capitalista sigue en pie con su competencia despiadada de todos
contra todos, si se dejan los grandes medios de comunicación, la educación, el
gobierno y otras instituciones en manos de las clases dominantes, ¿cuáles son
las ideas que van a predominar? Por muchos esfuerzos que se hagan por cambiar
las ideas de la gente, las instituciones capitalistas y el mismo funcionamiento
de la economía capitalista y las relaciones entre la gente que engendra, van a
seguir imponiendo las ideas egoístas, racistas, misóginas y demás que
corresponden a las relaciones económicas, políticas y sociales del reaccionario
sistema actual. Piensa siquiera en la competencia diaria por entrar en una
buena escuela, conseguir un trabajo o vender más que la competencia. La misma
operación del sistema inculca el egoísmo y el “yo primero”. Por no hablar de la
cultura dominante de que lo más importante es “superarte”, sin preocuparte por
los demás, “sobresalir” por encima de los demás, que los hombres deben “conquistar”
a las mujeres y demás valores que corresponden a las relaciones económicas y
sociales del sistema actual.
Finalmente, si
uno tiene la osadía de actuar de acuerdo con ideas que choquen siquiera
con aspectos del funcionamiento del sistema actual, ¿qué pasa? El Estado
capitalista, su Ejército, Guardia Nacional y policías, vienen a castigar, reprimir
o asesinarte. Puede ser directamente, como el cobarde asesinato del normalista
Yanqui Kothan por policías del gobierno morenista de Guerrero, para dar un
escarmiento a todos los que se atreven a luchar por algo tan básico como verdad
y justicia para los 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos en una operación
conjunta del Ejército, las policías y el crimen organizado. O puede ser de
manera indirecta, como los sicarios contratados para asesinar a Samir Flores
después de ser amenazado por el delegado del gobierno federal por oponerse a la
ecocida termoeléctrica en Morelos (obra que López Obrador en campaña prometió
parar, y luego impuso a la fuerza). La gran cantidad de luchadores sociales,
periodistas y defensores asesinados año tras año dan testimonio de las
consecuencias de actuar de acuerdo con ideas más progresistas bajo este
sistema.
Mención aparte
y verdadero desprecio merece la llamada “revolución de conciencias”, frase
utilizada por lo general por gente de Morena (el Movimiento de Regeneración
Nacional). En la práctica se reduce a repetir como loros lo que diga el
presidente o la presidenta en las “mañaneras” y hacer la vista gorda al cúmulo
de crímenes contra el pueblo y la destrucción del medio ambiente. Todo esto
sigue bajo los gobiernos de la mal llamada “Cuarta Transformación”, así como
bajo los despreciables partidos electorales de la “oposición” burguesa.
Es muy esencial
transformar el pensar de la gente para lograr un cambio radical fundamental,
pero tiene que ser parte integral del proceso de hacer una revolución real.
La supuesta “revolución ideológica” es como pensar que una persona ahogándose
en el mar solo tiene que cambiar sus ideas, gritándole “ánimo, tú sí puedes”.
No está mal tratar de animarla, pero hay que cambiar la situación material
real, lanzándole un salvavidas y ayudándola a salir del agua. Así es esto.
Luchamos por transformar el pensar de la gente como parte integral de la lucha
por cambiarlo todo, para que la humanidad no siga ahogándose en medio
del mar de este sistema caduco, sino que tenga nueva vida y esperanza en un
mundo en el que todos quisiéramos vivir.
4. Nada
fundamental va a cambiar por medio de las elecciones bajo el sistema actual
La experiencia
reciente del país también ilustra que no es posible cambiar nada fundamental
por medio de las elecciones. Hubo un verdadero júbilo entre muchos y la esperanza
de un cambio real al finalmente sacar a los sangrientos criminales de los
Partidos Revolucionario Institucional (PRI) y Acción Nacional (PAN) del poder
con el triunfo de López Obrador y Morena en 2018. Pero, ¿qué ha pasado?
Prometió regresar a los militares a sus cuarteles, pero impuso la más grande
militarización de la sociedad mexicana en la historia. Predicaba “abrazos, no
balazos”, mientras la cantidad de asesinatos y desaparecidos llegaron al nivel
más alto de cualquier sexenio reciente, y para colmo, trató de “desaparecer a
los desaparecidos”, intentando borrarlos del registro oficial. Dicen que “no
reprimimos” mientras que, bajo AMLO y bajo Sheinbaum, el Ejército, Guardia
Nacional y policías siguen asesinando a ciudadanos y migrantes, como hemos
documentado ampliamente en nuestro sitio web. (Ver, entre otros artículos, “Nuevas
masacres militares: con ejecuciones y militarización, SÍ son lo mismo”).
Dicen “no somos
lo mismo que los neoliberales”, mientras llevan a cabo los megaproyectos
etnocidas y ecocidas que los gobiernos neoliberales anteriores solo
prometieron, como el mal llamado Tren “Maya” y el Corredor Interoceánico del
Istmo, entre muchos otros. A la oposición burguesa le tildan, con razón, de “vendepatrias”,
a la vez que Morena también sigue las órdenes de Washington, llamando incluso a
“colaborar” con el gobierno fascista de Trump, para “contener”, reprimir, deportar
y asesinar a los migrantes. De hecho, el sexenio de la presidenta Claudia Sheinbaum
comenzó con el asesinato por militares de 6 migrantes en Chiapas y otros 2 en
Chihuahua. Mantienen muchas de las políticas neoliberales del pasado y hasta se
jactan de lograr altos niveles de inversión extranjera imperialista y altas
ganancias para los grandes empresarios. Sheinbaum incluso ha rehusado derogar
la Ley del ISSSTE de 2007, que ella misma tildó de “neoliberal” y en campaña prometió
derogar, condenando así a los maestros y otros a una jubilación de miseria. Intenta
encubrir esto con otra promesa cínica: fondos del Bienestar, que no habrá.
Sí, riegan más
pesitos en sus “programas sociales” para enganchar a la gente a apoyarlos, pero
en lo fundamental, nada ha cambiado. De hecho, para gran parte de la gente, y sobre
todo dónde hay “cogobierno” con el crimen organizado, la situación ha pasado de
mal a peor.
Y ¿por qué?
¿Simplemente porque AMLO, Sheinbaum y Morena son una bola de farsantes
mentirosos como todos los políticos de este sistema? No, no sólo por esto. El
problema es más de fondo. Porque, por honesta y bien intencionada que sea una
persona, al llegar al Poder, tiene que enfrentar la realidad de cómo funciona y
tiene que funcionar el sistema capitalista dominado por el imperialismo. Se
tiene que buscar más inversiones y préstamos extranjeros de los imperialistas,
se tiene que propiciar las escandalosas ganancias de los grandes empresarios
nacionales y extranjeros, o la economía se desploma. Se tiene que responder a
las exigencias sobre todo del imperialismo estadounidense. Y se tiene que
defender el sistema en el que unos cuantos explotan y oprimen a la gran mayoría,
o todo se volvería un caos.
Como en el
ejemplo que menciona Bob Avakian, autor del nuevo comunismo, ¿qué pasaría en
este sistema si se declarara que todos tienen el derecho de comer, así que
cualquiera puede ir al supermercado y tomar lo que necesite sin pagar?
Obviamente sería un caos y pronto no habría productos en el supermercado,
porque ¿quiénes los van a producir gratis? Existe la capacidad productiva de
alimentar sanamente a todo el mundo, no solo en el país, sino en el mundo
entero, y sin embargo, bajo este sistema, muchos pasan hambre, muchos padecen
desnutrición. Solo bajo otro sistema distinto, bajo el verdadero socialismo,
será posible garantizar algo tan fundamental como el derecho a comer.
Así que, no es
posible cambiar nada fundamental por medio de las elecciones, porque aunque uno
tuviera las mejores intenciones, llegando al poder encuentra que tiene que
actuar de acuerdo con el funcionamiento necesario del actual sistema económico
y político. Por eso, como decía Marx, las elecciones burguesas son, cuando
mejor, nada más que el derecho de escoger cuales representantes de la clase
dominante van a oprimir y reprimir al pueblo en el próximo período. El cambio
que la gente necesita tan urgentemente no vendrá de elecciones bajo este
sistema sino de una revolución real que acabe con el sistema actual y dé
luz a un sistema radicalmente distinto y mucho mejor, el socialismo guiado por
el entendimiento científico del nuevo comunismo.
5. No es
posible “cambiar el mundo sin tomar el Poder”; hace falta destruir el Poder
actual y forjar un nuevo Poder revolucionario radicalmente distinto
Tampoco es
posible “cambiar el mundo sin tomar el Poder” por medio de generalizar bajo el
sistema actual proyectos alternativos de autonomía, autogestión, autodefensas o
de otro tipo. Definitivamente, no va a cambiar nada “tomar el Poder” dentro
del sistema actual, ya sea por medio de las elecciones u otros medios, por
las razones que ya hemos señalado. Nada fundamental puede cambiar sin destruir,
hacer añicos, el Poder actual, o sea, el Estado capitalista, acabar
con todo el sistema actual y crear otro sistema radicalmente distinto por medio
de una revolución real.
Los partidarios
de la posición de “cambiar el mundo sin tomar el Poder” por medio de proyectos
alternativos suelen citar como ejemplo la experiencia del Ejército Zapatista de
Liberación Nacional (EZLN), aunque los dirigentes zapatistas no utilizan esa
frase. ¿Qué nos muestra esa experiencia? El levantamiento campesino e indígena de
1994 inspiró a millones, aunque el programa del EZLN en realidad no nos
llevaría más allá del actual sistema capitalista, por razones que hemos
explicado en otra parte. (Ver, por ejemplo, Hace falta tumbar el sistema
capitalista, no tratar de “democratizarlo”, disponible en nuestro sitio
web). Sin embargo, a los pocos días, el EZLN paró el levantamiento y entró en
negociaciones con el gobierno. El gobierno luego traicionó hasta las limitadas
demandas que había aceptado y firmado en los Acuerdos de San Andrés.
Con el apoyo
monetario y de otra índole de distintas fuerzas de Europa y otros lugares, el
EZLN ha logrado ciertos cambios parciales en su limitado territorio de mayor
influencia en Chiapas, y se puede y se debe aprender de esa experiencia. Sin
embargo, la mayor lección son los límites estrechos al cambio dentro del
sistema actual, sin tumbar el sistema capitalista. Aunque los zapatistas han
hecho mucho para no antagonizar al gobierno, ¿qué ha pasado? Todos los
gobiernos de todos los partidos electorales han montado, incluso con
asesoramiento del imperialismo estadounidense, una campaña sistemática de
hostigamiento, represión y asesinato de las bases zapatistas, echando mano del
Ejército, la Guardia Nacional, policías, paramilitares y, sobre todo más
recientemente, sicarios de los narcos. Esta
reaccionaria campaña represiva sigue en marcha hoy en día. Hay que
denunciar y luchar contra esta represión en contra del EZLN. También hay que
reconocer que ilustra la necesidad de tumbar el Estado y todo el sistema
actual, y no solo tratar de crear “alternativas” dentro de los límites del
actual sistema represivo.
Los intentos de
“autodefensas”, “policías comunitarias”, “municipios autónomos” y otros
proyectos alternativos a menudo representan esfuerzos positivos de la gente
para luchar y resistir los embates del actual sistema de explotación y muerte. Sin
embargo, han enfrentado campañas contrainsurgentes semejantes, otra vez de
parte de todos los partidos electorales, porque todos representan
y defienden el mismo sistema capitalista dominado por el imperialismo.
Mientras estos
intentos de lograr ciertos cambios parciales en uno que otro lugar delimitado siguen
bajo el asedio del sistema dominante o, de hecho, son suprimidos o cooptados,
el mortífero sistema capitalista sigue arruinando vidas, aplastando esperanzas,
imponiendo miseria, desapariciones y asesinatos, así como destruyendo el medio
ambiente en el país en su conjunto.
Independientemente
de las intenciones de quienes promuevan la posibilidad de “cambiar el mundo sin
tomar el Poder” o, en general, que nieguen la necesidad de tumbar el Estado y
todo el sistema capitalista por medio de una revolución real, esta posición
también condena a la gente a seguir sufriendo innecesariamente bajo este
sistema.
Ya es hora
de desechar las ilusiones falsas de alguna “revolución ideológica” o de “conciencias”,
del “cambio” electoral o de “cambiar el mundo sin tomar el Poder”, limitándose
a “alternativas” que cuando mejor no son más que curitas aplicadas a las llagas
cancerígenas de un sistema podrido. Para el pueblo, para la humanidad, hace
falta la cirugía radical de la revolución real. Hay que apoyar a toda
lucha justa y movilizar a las masas en luchas clave contra el Poder. Pero por
sí solas estas luchas, aunque justas y necesarias, cuando mejor arranquen un
poco de tierra u otras concesiones. Tarde o temprano son atacadas y finalmente
derrotadas o subvertidas por el sistema, si no se vinculan con la lucha por una
revolución real. En vez de encerrar a la gente en las necesarias pero
limitadas luchas inmediatas para sobrevivir bajo este sistema criminal, hay que
luchar contra el Poder y transformar al pueblo para la revolución.
6. Esta
revolución es posible porque cada vez más gente no puede seguir viviendo
como antes y las clases dominantes enfrentan cada vez más dificultades para
seguir gobernando como antes
Es común
escuchar la opinión de que la revolución no es posible porque “mira cómo está
la gente”. Pero ¡mira cómo realmente está la gente! Comunidades
enteras son desplazadas, desterradas y destruidas, ya sea por los megaproyectos
de muerte del gobierno, ya sea por la minería devastadora de los grandes
capitalistas nacionales y extranjeros, ya sea por el crimen organizado que se
adueña de cada vez más del territorio nacional, en colusión con las autoridades
de todos los niveles y todos los partidos electorales. Los jóvenes en muchas
partes enfrentan la cruel decisión de o bien entrar a la fuerza en la maña,
huir con todo y sus familiares a otra parte o atreverse a tratar de hacerle
frente por medio de autodefensas y otras formas a la infernal triple alianza del
gobierno, crimen organizado y grandes empresarios. Los luchadores, defensores y
periodistas honestos son asesinados o desaparecidos a diestra y siniestra. Sube
con cada nuevo sexenio el sangriento saldo de asesinatos, desapariciones, trata
de mujeres y niños, “cogobierno” con el narco, cobro de piso y otras
abominaciones.
Es más, frente
a esta situación, miles de personas están luchando, incluso con gran valentía. Muchos
familiares persisten en la lucha por encontrar a sus desaparecidos y en
denunciar la criminal complicidad de las autoridades, a pesar de las amenazas y
el asesinato de varias madres y otros buscadores. Es inspirador el coraje y
resistencia determinada y a veces incluso armada de muchas comunidades
indígenas y otros campesinos en defensa de sus territorios, agua, bosques y
cultivos contra los megaproyectos de muerte del gobierno y grandes empresarios,
así como el terror, reclutamiento forzado y cobro de piso que intenta imponer
el crimen organizado en colusión con el gobierno y grandes empresarios. Un mar
de verde y morado llena periódicamente las calles con la furia y alegría de
mujeres luchando por ponerle fin a los feminicidios, por el pleno derecho al
aborto y por acabar con el patriarcado. Los familiares, estudiantes, maestros, activistas
y otros siguen luchando por Verdad y Justicia por las masacres de Tlaltelolco,
la guerra sucia, Acteal, El Charco, Ayotzinapa y otras que no solo quedan en la
impunidad sino que el gobierno hasta ha premiado a varios de los militares
criminales responsables. Mucha gente por todo el país ha tomado las calles para
protestar contra el genocidio en Palestina, mientras el actual gobierno de
supuesta “izquierda” rehúsa romper relaciones con Israel o siquiera denunciar
claramente el genocidio. Miles de personas están luchando hasta valiente y
abnegadamente y no se vale darles la espalda y justificar la apatía propia con
la aparente “apatía” de la mayoría. En
realidad, el problema para muchas personas no es simplemente la “apatía” sino
que no ven o no están convencidas de cómo realmente podrían cambiar la
situación.
La verdad es
que millones de personas en este país necesitan desesperadamente una
revolución y cada vez más gente no puede seguir viviendo como antes. Esto
es un aspecto del potencial desenvolvimiento de una situación revolucionaria
en desarrollo desigual, que necesita investigarse y analizarse más. Se
expresa con particular agudeza en amplias zonas del campo, en muchas ciudades
pequeñas y medianas y en los “cinturones de miseria” alrededor de las grandes
urbes. Una muestra llamativa tanto de esta posible situación revolucionaria
como del potencial revolucionario de las masas es el surgimiento repetido en
varias partes del país, principalmente en el campo, de varias formas de “autodefensas”,
“policías comunitarias” y otras formas de resistencia popular armada. No son en
sí luchas revolucionarias encaminadas a derrotar el sistema y, ante las arteras
agresiones del gobierno, narcos y empresarios, muchos acaban aplastadas o
cooptadas por el sistema. Sin embargo, expresan muy palpablemente que las
condiciones en partes importantes del país están orillando a las masas a
armarse como única vía viable de resistencia frente a las atrocidades que están
viviendo.
Si el potencial
revolucionario de las masas no se manifiesta todavía en el surgimiento de un
pueblo revolucionario de millones, no es porque la mayoría de la gente esté
contenta con la situación. Incluso una parte importante de la gente, millones
de personas, piensa que hace falta una revolución, aunque su entendimiento de
lo que eso significa es muy variado y no ven todavía cómo sería posible.
Para que ese
sentimiento, ese deseo, esa necesidad se transforme en una fuerza material
consciente, en un movimiento cada vez más fuerte para la revolución, hace
falta que un núcleo creciente de comunistas revolucionarios vayamos con la
gente, para debatir y convencerla de la verdad de que no tenemos que
seguir viviendo, sufriendo y muriendo así y para organizarla ahora para
una revolución real. Requiere ir contra el sofocante dogma de la “izquierda”
reformista que insiste en que la revolución es el “último recurso” en un
futuro distante cuando al pueblo “le llegue el agua al cuello”. Rehúsan ver que,
a millones, el agua ya les ha subido mucho más allá del cuello. Muchos están a
punto de ahogarse o de plano ya se han ahogado en las mortíferas aguas de este
sistema. No necesitan la dirección reformista tan predominante en la supuesta “izquierda”
que rehúsa enfrentar la realidad que estamos viviendo. Necesitan dirección revolucionaria
capaz de analizar científicamente los hechos reales que hacen
posible la revolución y convencer a cada vez más gente de esa realidad. Y uno
de esos hechos, como ya señalamos, es que cada vez más personas no pueden
seguir viviendo como antes o, de plano, ya no están con nosotros.
El otro
aspecto del potencial desenvolvimiento de una situación revolucionaria en
desarrollo desigual, no en algún futuro lejano, sino en medio de lo que
vivimos ahora, es que las clases dominantes enfrentan cada vez más
dificultades para gobernar el país. Esto se expresa en parte en la mezquina
contienda entre los partidos burgueses muy desacreditados —PAN, PRI y PRD— y
los partidos burgueses de la mal llamada “Cuarta Transformación”. Sin embargo,
se expresa aún más agudamente en los violentos conflictos entre uno y otro
grupo de los grandes capitalistas, incluyendo sus representantes políticos,
aliados con uno u otro cártel del crimen organizado. Las multimillonarias
cabecillas de los principales cárteles ya de por sí constituyen parte de las
clases dominantes, o sea los grandes capitalistas y terratenientes nacionales y
extranjeros. Ejercen el poder local o “cogobierno” en cada vez más zonas del
país. Están entrelazadas y coludidas con varios grandes capitalistas dizque “legales”
y con las autoridades de todos los niveles, no solo en México sino también en
Estados Unidos. Los choques entre diferentes bandas de las clases dominantes
—tanto “legales” como “ilegales”— se expresan más abiertamente en el hecho de
que ya no pueden celebrar elecciones sin un cúmulo de candidatos y sus
acompañantes masacrados, así como en las sangrientas guerras que se libran
entre los diversos cárteles, frecuentemente aliados con una u otra parte del
Estado y los empresarios “legales”. Las supuestas acciones del Estado contra el
crimen organizado no tienen nada que ver con realmente eliminar esta escoria
sino con favorecer a una u otra banda contraria o mostrar a la opinión pública
que “algo se hace”.
Tanto las
investigaciones sobre el crimen de Estado de Ayotzinapa del Grupo
Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) como los documentos de “Guacamaya
Leaks” muestran que el Ejército mexicano tiene bien identificadas a las bandas
criminales y sus integrantes pero, curiosamente, solo puede encontrar a uno que
otro, según su conveniencia. En realidad, el crimen organizado está tan
integrado con los tres niveles del gobierno y con las clases dominantes en
general que las autoridades ni pueden ni quieren tratar de combatirlo de
verdad. Ahora el gobierno fascista de Trump ha presionado al gobierno mexicano
—siempre dispuesto a “colaborar” (como dice la misma Sheinbaum) con ese régimen
fascista— a montar más operaciones contra ciertas partes del crimen organizado.
El propósito de los fascistas estadounidenses tampoco es acabar con el crimen
organizado sino someterlo —y someter a México en general— a un control más
directo por parte del imperialismo estadounidense. Existe toda una historia de
la colusión entre el gobierno estadounidense y el crimen organizado, de la que
el escándalo “Irán-Contragate” es solo el caso más publicitado, en que EU
utilizó el narco para suministrar armas a los contrarrevolucionarios en
Nicaragua.
Todo esto viene
atizando los conflictos y los choques violentos entre diferentes actores capitalistas
(tanto “legales” como “ilegales”, aunque es cada vez más difícil distinguir los
unos de los otros). Provocan cada vez más riesgos y casos de ingobernabilidad,
como los ataques armados recientes en Sinaloa, Chiapas, Guerrero, Michoacán,
Guanajuato y hasta el asesinato reciente de dos colaboradores cercanos de la
jefa de gobierno de la Ciudad de México. Aunque el crecimiento desmedido del
crimen organizado presenta problemas importantes para la revolución, está ahogando
el país en un mar creciente de sangre, trastornando la vida cotidiana de
millones y creando cada vez más condiciones de ingobernabilidad. Estas luchas
intestinas en las clases dominantes van abriendo grietas en la estructura del
Poder por las que el potencial revolucionario suprimido de las masas podría
irrumpir con una fuerza enorme.
El
desenvolvimiento de una potencial situación revolucionaria en desarrollo
desigual en el país se interrelaciona profundamente con la crisis actual en
Estados Unidos. Crece el choque entre los intentos del gobierno de Trump de
consolidar el fascismo —la dictadura abierta de la clase dominante— y la lucha
de cada vez más gente en su contra, notablemente en las amplias protestas por todo
el país en defensa de los inmigrantes y en contra de la consolidación de un
régimen fascista. Como ha analizado profunda y científicamente Bob Avakian,
autor del nuevo comunismo, esta situación encierra tanto el enorme peligro de
la consolidación del fascismo en la potencia del norte como la posibilidad de
la revolución, sí, ¡la revolución!, en el país imperialista más poderoso
del mundo. Y el Partido Comunista Revolucionario en Estados Unidos y los Revcoms
están luchando contra viento y marea tanto para sacar al fascista Trump del
poder como para hacer esa revolución liberadora. Ya que el imperialismo
estadounidense es el baluarte de apoyo más fuerte para el sistema de
explotación y opresión en México, este conflicto profundo al otro lado del río
Bravo también abre tanto enormes peligros como enormes posibilidades
revolucionarias aquí.
El imperialismo
estadounidense siempre ha sobreexplotado, oprimido y saqueado al pueblo
mexicano sin piedad, como también lo hace contra otros pueblos alrededor del
mundo. La consolidación del fascismo allá llevaría todo esto a otro nivel de
brutalidad y horrores, como se refleja en la constante caracterización por
parte de Trump a los mexicanos y a los inmigrantes oprimidos en general como “asesinos
y violadores”, así como las crecientes agresiones y espionaje contra el país
por parte de su gobierno, por mucho que la colaboracionista Sheinbaum nos
asegura que es “cooperación”.
Por otra parte,
el avance del movimiento “¡Que se largue Trump ya!” de la organización Rechazar
el Fascismo, así como la lucha para una revolución real en Estados Unidos,
alientan e impulsan las posibilidades revolucionarias aquí, como también el
avance del movimiento para la revolución en México alienta e impulsa la lucha
para la revolución allá. Por eso es tan importante forjar la unidad
revolucionaria entre el pueblo oprimido en ambos lados de la línea divisoria en
contra de los grandes capitalistas y sus gobiernos en los dos países.
En resumen, la
revolución es posible en México, no en un futuro lejano, sino en los tiempos
que vivimos, porque cada vez más gente no puede seguir viviendo como antes, las
clases dominantes enfrentan cada vez más dificultades para seguir gobernando
como antes y la crisis política en Estados Unidos también está agudizando todo
esto. Sin embargo, esa posibilidad no podrá resultar en una revolución real
sin forjar un creciente núcleo comunista revolucionario dirigente guiado por
un entendimiento científico, y no por la “sabiduría” común y corriente de
la mayoría de la supuesta “izquierda”.
7. La
posibilidad de la revolución surge de una situación revolucionaria provocada
por las contradicciones y crisis del sistema, no de la lenta acumulación de
luchas por reformas
Al contrario de
lo que venimos argumentando, la aplastante mayoría de esa supuesta “izquierda”
ve la revolución como algo vago y lejano, cuando mucho una palabra para agregar
a sus discursos para un auditorio selecto. ¿Por qué? Porque no abordan la
cuestión de una manera científica sino con un enfoque reformista incapaz de ver
más allá del sistema opresivo existente. Se imaginan (o han sido instruidos
erróneamente a pensar) que las revoluciones son producto de un creciente
movimiento de masas por demandas inmediatas, y como no existe ahora una marea
alta en la lucha popular, concluyen que las perspectivas de una revolución son
muy remotas. Este es el dogma de todos los falsos “comunistas” de los varios
grupos que se identifican con las siglas del “PCM”, las múltiples permutaciones
de trotskistas e incluso de muchos anarquistas, entre otros.
Las
revoluciones no ocurren así, por medio de la acumulación gradual de fuerzas en
la lucha reivindicativa diaria. Las revoluciones son producto de la
intensificación de las contradicciones centrales del sistema que dan lugar al surgimiento
de una situación revolucionaria. Así fue en el caso de la revolución rusa,
que ocurrió en medio de las profundas contradicciones del sistema que
explotaron en la primera guerra mundial. Al principio, la oposición
revolucionaria de los bolcheviques a la guerra imperialista quedó más aislada e
incluso enfrentaron pedradas de masas patrioteras, pero con la intensa
agudización de todas las contradicciones en el transcurso de la guerra, se
crearon las condiciones para el triunfo de la revolución socialista. En el caso
de la revolución china, la existencia de una situación revolucionaria en
desarrollo desigual hizo posible librar una guerra popular prolongada desde el
campo hasta que un viraje en la situación internacional en la estela de la
segunda guerra mundial hizo posible conquistar el poder en todo el país. (Para
un análisis más profundo de estas experiencias y su relevancia hoy en día,
recomendamos mucho el excelente folleto de Bob Avakian, Una revolución:
importantes puntos de viraje y oportunidades poco comunes, disponible en revcom.us).
Como analizamos en más detalle en La esperanza revolucionaria, la
revolución mexicana de 1910, aunque no fue una revolución socialista, tampoco
ocurrió como se imaginan los falsos revolucionarios. Irrumpió por la
intensificación de la explotación y opresión de los campesinos por las
haciendas y la dominación imperialista en medio de una situación de aparente
apatía relativa entre las masas.
Nadie es tan
ciego como los que no quieren ver. Nadie dispuesto a abrir los ojos puede negar
la realidad de que este sistema está creando una situación cada vez más
desesperada para millones de personas. Tampoco se puede negar que el enorme
baño de sangre de asesinatos y desapariciones creado por las criminales bandas
de sicarios, Ejército, Guardia Nacional, policías y agentes imperialistas
expresan crecientes condiciones de ingobernabilidad. Pero los falsos “revolucionarios”
y “comunistas” reformistas y contrarrevolucionarios quieren culpar a las
masas de su propia falta de voluntad revolucionaria. Su posición, en
esencia, es que “cuando las masas se levanten en lucha revolucionaria, nosotros
también reconoceremos que la revolución es posible”. No, no, no, no. ¡Cien
veces no! Las masas hacen las revoluciones pero, como señaló Marx, las
revoluciones no son producto de lo que la gente piense o haga en un momento
dado sino de lo que los trastornos del sistema obligan a la gente a enfrentar,
siempre y cuando exista una fuerza revolucionaria dirigente capaz de guiar
la lucha de millones hacia la victoria. Y en el caso de la revolución
socialista, tal fuerza dirigente tiene que ser guiada por un acertado
entendimiento científico del problema y la solución, entre otras cuestiones.
No hay duda de
que, en la situación actual, esto no es fácil. Hace falta mucho debate y lucha
en el seno del pueblo para convencer incluso a la gente con mayores
inclinaciones revolucionarias de que una revolución real es necesaria, posible
y liberadora. ¿Por qué? Entre otras razones, porque los dueños del sistema
capitalista obviamente tienen un fuerte interés en convencer a la gente de que
tal revolución sería muy mala y también imposible, mientras reprimen con saña
hasta a las luchas por las necesidades más básicas. También porque la falsa “izquierda”
predominante suprime el potencial revolucionario de la gente, la
adormece con algunas frases vacías de una supuesta “revolución” en un futuro
lejano. Predican que hay que limitarnos ahora a luchas por migajas bajo este
sistema. Si se sigue esa posición profundamente equivocada, ese futuro en
realidad será un planeta poco habitable en el mejor de los casos.
Es más, la
potencial situación revolucionaria en desarrollo desigual no se percibe a
simple vista, requiere ciencia. Requiere la ciencia del nuevo comunismo para
penetrar detrás del enorme poder y fuerza represiva muy real del sistema y
darse cuenta de que las mismas crisis del sistema y las luchas intestinas entre
los de arriba abren grietas de ingobernabilidad por medio de las cuales podría
irrumpir el potencial revolucionario de las masas explotadas y oprimidas. Requiere
ciencia para penetrar por debajo de la superficie y ver que la situación que
viven cada vez más millones no es simplemente tragedia y lágrimas —que lo es
con creces— sino que también encierra una intensificación del potencial
revolucionario de las masas capaz de explotar con una tremenda fuerza, aunque
la misma gente no se da cuenta todavía de su enorme fuerza revolucionaria
potencial.
Hace falta
ciencia para penetrar por debajo de la superficie, las apariencias, y analizar
los rasgos e intensificación de la potencial situación revolucionaria en
desarrollo desigual que hemos destacado aquí. Hace falta un núcleo comunista
revolucionario armado con y aplicando esa ciencia. Y hace falta llevarle a
la gente este entendimiento científico de que la revolución es posible,
no en un futuro lejano, sino en los tiempos en que vivimos. Hay que llevárselo
y hay que debatir, luchar y convencer a cada vez más gente y organizarla
ahora para la revolución.
8. Hay que
organizar a la gente para la revolución, y no encerrarla en las
luchas por demandas económicas inmediatas que ya están librando
Acabamos de
escribir que hay que organizar a la gente para la revolución, y ya podemos
escuchar el coro de quejas de los supuestos “revolucionarios” oportunistas: “No
es posible hablar con la gente de la revolución. No la pueden entender”.
¡Babosadas! ¿Acaso lo han intentado alguna vez? Nosotros sí. Hemos hablado de la
revolución y el nuevo comunismo, hemos debatido al respecto, con campesinos e
intelectuales, con jornaleros y estudiantes, con comerciantes y madres y padres
buscadores. En fin, con todo tipo de gente. Porque una revolución real solo
puede ser producto de la lucha consciente de la gente. Y hemos
encontrado que es posible hablar con todo tipo de gente de una revolución real.
Algunos están en contra, otros piensan que no es posible, plantean todo tipo de
dudas e interrogantes. Pero no hay nadie que no pueda “entender”. Hasta la
gente más oprimida a quiénes el sistema les ha negado toda oportunidad, tiene
sus opiniones sobre la revolución y nos plantean interrogantes fundamentales: “¿Cómo
será posible derrotar al Ejército mexicano, ni hablar de una intervención
yanqui?” “Me han dicho que el comunismo es malo, porque, si tienes dos vacas,
te van a quitar una”. “¿Después de la revolución, no será más de lo mismo, como
en Nicaragua?” “No la veo posible ahora, por como está la gente”. Y muchos interrogantes
más.
Los falsos “revolucionarios”
desprecian a la gente, al pregonar que “no pueden entender”. Culpan a
las masas de su propio atraso. No quieren bregar ellos mismos con los verdaderos
problemas de hacer la revolución, porque en realidad, no buscan una revolución
real sino un movimiento para reformas dentro de los sofocantes confines de
este sistema, ensalzado (a veces) con retórica “revolucionaria”. Así que repiten
una y otra vez el viejo dogma desgastado de la “izquierda” oportunista desde
hace décadas y en todas partes del mundo: “Hay que organizar a las masas para luchar
por sus demandas más sentidas”, con lo que quieren decir las luchas económicas
que en muchos casos las mismas masas ya están librando.
No les preocupa
el hecho de que esto nunca ha llevado a una revolución real. No les
preocupa a los supuestos “leninistas” el hecho de que esta posición economista
es precisamente la posición errónea en contra de la cual polemizó Lenin en su
famosa obra ¿Qué hacer? Y sin repudiar a fondo ese dogma reformista, la
revolución bolchevique nunca hubiera triunfado.
Las luchas
económicas y demás luchas reivindicativas son justas y deben ser apoyadas y
alentadas. A veces incluso pueden tener un importante impacto político, como en
el caso de la lucha magisterial reciente por una jubilación justa, que puso
bien en claro que el gobierno morenista está del lado de las Afores, los bancos
y el sistema capitalista y en contra de siquiera los derechos más
básicos de pueblo, por mucho que el partido oficialista se llena la boca con la
palabra “pueblo, pueblo, pueblo”. Las luchas por reformas son necesarias y a
veces pueden asumir un papel importante, pero deben subordinarse, como decía
Lenin, como la parte al todo a la lucha por la revolución y el socialismo.
Sin embargo, lo
que más necesitan las masas de los verdaderos revolucionarios, de los
comunistas revolucionarios, no es simplemente contribuir a organizar las luchas
que la gente ya sabe librar y está librando. Lo que más necesitan son los
conocimientos políticos científicos que este sistema les ha negado y que no van
a descubrir simplemente en la lucha diaria por demandas inmediatas. Necesitan
entender urgentemente la profunda verdad de que no tenemos que seguir
sufriendo en este sistema caduco que lleva a la humanidad entera hacia el
precipicio de la extinción o por lo menos el fin de la
civilización como la conocemos. Necesitan un entendimiento científico
básico de por qué el problema es el sistema capitalista y la solución es una
revolución socialista real. Necesitan entender por qué esa revolución no solo
es urgentemente necesaria sino también posible y qué tenemos que hacer
para finalmente triunfar.
No es que la
gente no pueda entender estas cuestiones. Es que hace falta que los comunistas
revolucionarios asumamos nuestra responsabilidad ante el pueblo y ante la
humanidad de llevarles este entendimiento, a luchar y debatir con ellos de
buena manera y organizarlos para la revolución. Al hacer esto, hemos
comprobado que esta lucha no es fácil. Hace falta mucha lucha y debate sobre el
montón colosal de basura de las ideas erróneas promovidas por el sistema
capitalista en general; por el partido capitalista supuestamente de “izquierda”
que está en el poder y se ha dedicado a tratar de cooptar, someter o destruir a
los movimientos populares; y por los variopintos grupos oportunistas supuestamente
“revolucionarios” y “comunistas” que predominan entre lo que pasa por “la izquierda”
en el país. No es una lucha fácil, es una lucha a contracorriente, pero sí es
posible ganar y organizar ahora a una minoría importante para la revolución.
Organizar a esta
gente ahora para la revolución es urgente, porque una revolución real no se da
simplemente porque surja una situación revolucionaria. La gran mayoría de las
situaciones revolucionarias no llevan a la revolución. O bien se desperdician
por falta de una dirección revolucionaria, como en el caso de la “Primavera
Árabe” en 2010, o nunca salen del sistema capitalista-imperialista por la
orientación errónea de la dirección, como en el caso de la revolución
nicaragüense de 1979. Si se espera a que madure una situación revolucionaria
para organizar a la gente para la revolución, se perdería la oportunidad de
hacerla y se condenaría a la gente a seguir sufriendo innecesariamente los
horrores del sistema actual.
Para que la
gente se levante en lucha revolucionaria, para que una revolución real y
liberadora triunfe, no solo hace falta una situación revolucionaria. También
hace falta un núcleo comunista revolucionario basado en la ciencia
revolucionaria del nuevo comunismo suficientemente fuerte y ligado a las
masas populares para despertar plenamente su potencial revolucionario y guiar
la difícil lucha, abarcando finalmente a millones, para triunfar en una
revolución real.
Organizamos a
la gente para la revolución ahora aplicando una dialéctica, una interrelación,
entre dos aspectos: * propagar audazmente el nuevo comunismo por medio de las
denuncias revolucionarias del sistema y la promoción de la teoría y análisis
comunistas revolucionarios y * movilizar a las masas en lucha contra crímenes clave
del sistema que demuestran su carácter reaccionario y caduco, como han sido la
lucha por verdad y justicia para Ayotzinapa y todas las personas desaparecidas,
la lucha contra los feminicidios y por el derecho al aborto, la lucha contra el
genocidio en Palestina y muchas otras en las que hemos participado junto con
mucha otra gente. En estas luchas, es esencial luchar por elevar la conciencia
de la gente, así como su combatividad y oposición a este sistema criminal,
sirviendo a fortalecer de esta manera también la lucha por una revolución real.
También y muy
importantemente, organizamos a la gente en el Movimiento Revolución, que es una organización
revolucionaria de masas unida en torno a sus seis Puntos de orientación,
donde las personas pueden contribuir en varias formas a impulsar el movimiento
para la revolución a la vez que debaten y aprenden críticamente sobre el nuevo
comunismo. Y promovemos y construimos la Organización
Comunista Revolucionaria, México, como el núcleo comunista revolucionario
necesario ahora en la lucha por forjar un partido comunista revolucionario de
nuevo tipo guiado por y aplicando concretamente el nuevo comunismo desarrollado
por Bob Avakian.
9. Forjamos
un núcleo comunista revolucionario guiado por el nuevo comunismo de Bob Avakian,
combatiendo los ataques bajos de los odiadores
Estamos
luchando en serio para organizar a la gente para una revolución real y
para forjar el núcleo comunista revolucionario creciente que hace falta. No te
vamos a mentir, somos pocos. Mucha más gente necesita entrar y contribuir sus
ideas, su creatividad, su corazón y sus esfuerzos a esta lucha porque no hay
otra salida real para las masas explotadas y oprimidas ni para la humanidad.
Al organizar a
la gente para una revolución real, lo más importante es que el entendimiento
guía realmente sea correcto y científico, que corresponda a la realidad del
mundo actual y cómo realmente puede cambiarse para liberar a la gente. Si el
entendimiento guía no es correcto, si no corresponde al mundo real y cómo
realmente puede transformarse, se llevaría el movimiento a un callejón sin
salida y nunca se saldría de este sistema.
Por eso es tan
importante basarse en la ciencia, en un entendimiento desarrollado a
partir de las evidencias reales y no de ocurrencias o meros deseos. Y hoy en
día esa ciencia es la ciencia revolucionaria fundada por Marx y elevada a un
nuevo nivel en el nuevo comunismo de Bob Avakian. Al aprender, entre muchas
otras fuentes, de los grandes avances pero también de los errores importantes
de las primeras revoluciones socialistas dirigidas por Lenin y Mao, y al
analizar los nuevos rasgos del capitalismo-imperialismo de nuestros días,
Avakian ha forjado un nuevo salto en la ciencia revolucionaria, un nuevo marco
para la emancipación de la humanidad, más científico, más revolucionario, más
liberador y más acorde con nuestros tiempos.
Frente a la
restauración del capitalismo en la Unión Soviética en 1956 y la posterior
restauración del capitalismo en China en 1976 (aunque siga llamándose “comunistas”),
la gran mayoría de las y los revolucionarios en el mundo abandonó la revolución
y el comunismo, mientras otros lo convirtieron en una frase vacía. Avakian, en
cambio, ha dedicado su vida a luchar por los explotados y oprimidos y por la revolución
comunista en el mundo. Es más, ha dedicado más de 40 años a analizar y llegar a
entender más profundamente por qué se restauró el capitalismo en estas primeras
experiencias socialistas y cómo luchar mejor por prevenirlo y avanzar más y
mejor en una nueva ola de revoluciones socialistas en el mundo. Ha desarrollado
una visión a la vez inspiradora y realista de otra sociedad posible, en que no
solo se permita sino que se aliente el disentimiento, el debate, el pensamiento
crítico, a la vez que se promueva a fondo y respalde la lucha de la gente por
acabar con toda forma de explotación, opresión, desigualdad social y
discriminación.
De hecho, el
salto cualitativo en la ciencia revolucionaria con el nuevo comunismo es la
ventaja más grande que tenemos ahora en la lucha por un mundo muy distinto y
mucho mejor. Con una navegación científica, un barco puede llegar a su
destino y no perderse en el mar. Con la guía científica del nuevo comunismo, es
posible trazar un camino acertado hacia la emancipación de la humanidad. Sin
una guía científica, la lucha revolucionaria se desviaría y se hundiría entre
las oscuras aguas del capitalismo-imperialismo mundial.
La Organización
Comunista Revolucionaria, México (OCR,M), ha aplicado esta guía científica del nuevo
comunismo a las condiciones concretas de México en el contexto mundial. Ha
forjado una orientación y programa básicos para la revolución aquí, que necesitan
desarrollarse y profundizarse más. Están plasmados en documentos como La
revolución liberadora y La esperanza revolucionaria, entre otros. Hace falta que mucha más gente le entre
al proceso de debatir y bregar con el nuevo comunismo, su aplicación a las
condiciones concretas del país y la lucha por forjar un creciente movimiento
para una revolución real en la situación urgente en que vivimos. Si en verdad
uno quiere luchar por un cambio profundo y real, debe unirse al
Movimiento Revolución, aprender
críticamente sobre el nuevo comunismo y la OCR,M, y participar en luchar
contra el poder y transformar el pueblo para la revolución. Estamos muy
abiertos al debate y la crítica, y el mismo Bob Avakian ha sido un modelo de
responder a las críticas y desacuerdos con argumentos razonados. Ha sido el
primero en criticar y ayudar a otros a aprender de los errores que él mismo ha
cometido.
Avakian es
apreciado y querido por muchos por la misma razón que es odiado por otros,
porque es el líder internacional más revolucionario y científico de nuestros
tiempos. Es por su lucha intransigente por los intereses más profundos de la
gente sufriendo innecesariamente bajo este sistema, su insistencia en que hace
falta una revolución y nada menos y sus innovadoras contribuciones a la ciencia
de la revolución. Frente a esto, palidecen los mezquinos proyectos de los odiadores
que solo buscan organizar un movimiento supuestamente “revolucionario” en los
intereses de unos cuantos, un movimiento dentro y sin salir de los
confines sofocantes del sistema actual. Reconocer las contribuciones de Avakian
no representa un “culto”, como dicen los odiadores. Es apreciar y aprender
críticamente de sus importantes aportaciones a la ciencia, como también
apreciamos, o debemos apreciar, las aportaciones de un Darwin, Einstein o Marie
Curie, un Lenin o Mao.
Las críticas
del contenido del Nuevo Comunismo, con argumentos razonados, son muy
bienvenidas: debatirlas contribuye a profundizar el entendimiento de todos y a
rectificar errores cuando los haya. Pero los falsos comunistas y revolucionarios
leales al sistema, los odiadores que lo calumnian y lo “funan”, arrojando
mentiras en vez de plantear argumentos serios, hacen todo lo posible por evitar
el contenido de su obra, como los vampiros en las fábulas evitan la luz.
Se limitan a ataques bajos, personales y mentirosos, porque no son capaces de
refutar el contenido científico del nuevo comunismo.
La lucha contra
el imperialismo es una farsa y un engaño sin la lucha contra el oportunismo, decía
Lenin. Y sigue siendo profundamente cierto hoy en día. Dirán que estamos “aislados”.
No tememos quedarnos “aislados” de los oportunistas. No tememos quedar “solos”
con las masas honestas en sus millones, a la vez que luchamos por poner en
claro para la gente honesta el verdadero contenido del nuevo comunismo, contra los
perniciosos engaños de los oportunistas. En esto, no estamos luchando por los
intereses de “nuestro grupo”. Estamos luchando por que el debate se dé sobre la
base de principios y crítica honesta al contenido de una y otra
posición, que es un proceso fundamental y vital para cualquier
movimiento verdaderamente revolucionario.
10. Luchamos
por el nuevo y verdadero socialismo de esperanza, liberación y comunidad, no el
falso “socialismo” de mantener el capitalismo con más propiedad estatal y “programas
sociales”
El triunfo de
la revolución socialista real en México abrirá una nueva aurora, un horizonte
completamente nuevo para la liberación del pueblo y, finalmente, para la
emancipación de toda la humanidad.
No estamos
hablando de algo como el falso “socialismo” y verdadero capitalismo de Estado
en países como Cuba, Venezuela y la China actual. Para los “socialistas” y “comunistas”
falsos el “socialismo” se reduce simplemente a cierta propiedad estatal, algo
de planificación económica y algunos programas sociales para aminorar en algo
la miseria de la gente explotada y oprimida. Sin embargo, si la propiedad
estatal y planificación son guiadas por el principio capitalista de maximizar
las ganancias, el resultado es una sociedad capitalista no muy distinta a las
que se reivindican abiertamente como tales. Esa es la cruda realidad de la
China actual, con sus multimillonarios, su bolsa de valores y su comportamiento
de superpotencia imperialista compitiendo con el imperialismo estadounidense
por el dominio del mundo. Cuba es otro ejemplo del capitalismo bajo un letrero “socialista”.
Si bien hay que condenar y oponerse al criminal bloqueo por parte del
imperialismo estadounidense, ese bloqueo ha sido aún más efectivo porque desde
el principio la revolución cubana se quedó dentro del sistema capitalista
imperialista, dependiente en aquel entonces de la Unión Soviética que estaba
restaurando el capitalismo (bajo un letrero “socialista”). Se apostó en la isla
por la máxima ganancia, dando prioridad al cultivo de azúcar para la
exportación, en vez de una agricultura diversificada para dar de comer a la
gente. Después creció la apertura a cada vez más inversiones imperialistas extranjeras
y la dependencia de “industrias” como el turismo, con su acompañante de la
prostitución, justificada abiertamente por el mismo Fidel Castro al decir que “a
las cubanas les gusta”, una autodenuncia misógina repugnante.
El verdadero
socialismo requiere pero no se reduce a confiscar la propiedad capitalista,
convertirla en propiedad de todo el pueblo y planificar la economía. Requiere
que la planificación sea regida, no por el principio del capitalismo de la
mayor ganancia, sino por los principios socialistas de satisfacer las
necesidades del pueblo, seguir transformando las desigualdades, relaciones e
ideas opresivas heredadas de la vieja sociedad y contribuir al avance de la
revolución mundial.
Sobre todo la
China revolucionaria pero también la Unión Soviética fueron experiencias
iniciales de avanzar por el camino del verdadero socialismo, antes de la
restauración del capitalismo en ambos casos. Al contrario de la propaganda
burguesa al respecto, en realidad lograron grandes avances inspiradores que
demuestran de lo que son capaces los explotados y oprimidos cuando tienen el Poder.
También adolecieron de importantes errores, que no es de sorprenderse al
tratarse de las primeras e inéditas experiencias de una nueva sociedad
radicalmente diferente y mejor, bajo fuego del capitalismo-imperialismo, que
todavía predominaba en el mundo.
Sin embargo, ni
siquiera estamos hablando de repetir los mejores logros de estas verdaderas
revoluciones socialistas, evitando los errores. Estamos hablando de un nuevo
socialismo inspirado en el nuevo marco para la emancipación humana del nuevo
comunismo desarrollado por Bob Avakian, aplicado a las condiciones concretas de
este país.
Con otro
sistema, todos podrían tener lo que necesitan para vivir una vida plena. Nadie
tendría que pasar por las preocupaciones y verdaderas angustias de la lucha
diaria por sobrevivir bajo el sistema actual. Existen ya los recursos y los
conocimientos científicos y tecnológicos para proporcionar una alimentación
sana, una vivienda digna y una asistencia médica de calidad para todo el mundo.
Aunque será una dura lucha romper los grilletes de la dominación imperialista
de la economía y sociedad en México, esto también será posible aquí al ir
desarrollando una economía socialista, independiente e internacionalista
después de una revolución real. Es solo por el capitalismo que busca la mayor
ganancia para unos cuantos que mucha gente pasa hambre y desnutrición, vive en
la calle y muere de la falta de medicamentos, asistencia médica o por asistencia
médica deficiente.
La revolución
triunfante romperá los grilletes del capitalismo y la dominación imperialista
al confiscar las empresas y capitales de los grandes capitalistas nacionales y
extranjeros, así como repudiar la deuda externa y los tratados desiguales. Así
se sentará las bases de una nueva economía socialista guiada por los principios
de servir a las necesidades del pueblo, cuidar el medio ambiente e impulsar la
revolución mundial para la emancipación de toda la humanidad. Ya no será una
economía subordinada a los dictados del imperialismo y los grandes
capitalistas, basado en la sobreexplotación de mano de obra barata, el saqueo
de recursos naturales y la devastación de la naturaleza.
Se iniciará una
transición de urgencia a las fuentes limpias de energía, reduciendo
drásticamente hasta eliminar la dependencia de los combustibles fósiles
(petróleo, gas natural y carbón) que provocan el calentamiento global y están
llevando la tierra hacia un desastre existencial para nuestra especie y muchas
otras. A la vez, se llamará a los pueblos y científicos del mundo a sumarse a
la lucha decidida contra esta destrucción del único planeta que tenemos. México
tiene un papel decisivo de jugar en este sentido, no solo por el ejemplo que
tal transformación dará al mundo, sino también por el impacto que tendrá la
revolución aquí en las posibilidades de una revolución en Estados Unidos, la mayor
fuente de contaminación del mundo, si no es que ya haya habido una revolución
también al otro lado de la línea divisoria.
Se transformará
la agricultura, dominada ahora en gran parte por megaempresas, a menudo
transnacionales, que envenenan la tierra, el agua, el aire y sus mismos productos
con pesticidas, monocultivos, transgénicos y concentraciones asquerosas de
puercos y otro ganado, todo en gran parte para la exportación. Se confiscará a
estas grandes empresas y se apoyará a los campesinos y jornaleros en efectuar
un radical reparto agrario y la transformación de las grandes unidades
agropecuarias, respetando los derechos de los pueblos indígenas. A partir de
esta base y un proceso de colectivización voluntaria, se creará una nueva
agricultura descentralizada y diversificada, basada en métodos orgánicos y
saludables para dar de comer al pueblo.
Se atacará de
raíz la opresión de los pueblos indígenas, quienes, como parte de la columna
vertebral de ejército revolucionario y la vanguardia revolucionaria, no solo
retomarán los territorios que por derecho les pertenecen sino que establecerán la
autonomía regional indígena. En vez de los estados artificiales actuales que
dividen a menudo una nacionalidad indígena entre varios estados, se
establecerán en las zonas de concentración regiones indígenas autónomas con su
propio gobierno y planificación económica en que todas las personas, indígenas
y no indígenas, gozarán de los mismos derechos. Como parte de la planificación
socialista nacional de la economía, se dará atención prioritaria a elevar el
nivel de vida de los pueblos indígenas y del campo en general. Se alentará el
desarrollo de los idiomas indígenas, ahora suprimidos de muchas formas en los
hechos, y el nuevo Estado revolucionario promoverá una lucha en todo el país en
contra del racismo que sigue siendo tan común en la sociedad mexicana.
Ese nuevo
Estado, radicalmente distinto y surgido de la lucha revolucionaria consciente
de millones de personas, movilizará al mismo pueblo en nuevas formas de
impartir justicia expedita sujeta al debido proceso y el respeto real a los
derechos de los acusados, para detener, enjuiciar y castigar a todos los
feminicidas, violadores y acosadores que en la sociedad machista y misógina actual
gozan de casi completa impunidad. Se establecerá definitivamente el derecho de
las mujeres a tener o no tener hijos, con el derecho al aborto en cualquier
momento del embarazo y la distribución amplia y accesible de métodos
anticonceptivos. En todo el proceso revolucionario se habrá desatado la furia
de las mujeres como una poderosa fuerza para la revolución para transformar
toda la sociedad y, en particular, para ir superando toda forma de opresión y
desigualdad para las mujeres, así como la ideología machista que las justifica.
Asimismo, se protegerá a fondo la igualdad y respeto para la gente LGBTQ y se
luchará en contra de los prejuicios retrógrados al respecto en toda la
sociedad.
Con las nuevas
formas de impartir justicia, otra vez de manera expedita pero también sujeta al
debido proceso y el respecto real a los derechos de los acusados, se enjuiciará
y se castigará a los responsables de tantos crímenes de Estado, desde la
masacre de 1968, la guerra sucia, Acteal, Ayotzinapa y las masacres de
migrantes bajo el gobierno actual. Ya que el nuevo Estado, surgido de la lucha
revolucionaria consciente del pueblo, no estará coludido con los grandes
empresarios “legales” e ilegales, se desbaratará rápida y definitivamente a los
cárteles del crimen organizado, dándoles a las bases de estas organizaciones,
reclutadas a menudo a la fuerza, vías para su rehabilitación y reintegración a
la sociedad.
Todo esto será
regulado por una nueva Constitución socialista que, a diferencia de las leyes
en la sociedad mexicana actual, será respetada y aplicada consecuentemente,
garantizando los derechos del pueblo. La Constitución para la Nueva
República Socialista en América del Norte, redactada por Bob Avakian, nos
sirve como un excelente ejemplo de una nueva visión y concepción de una
sociedad socialista verdaderamente liberadora. Si bien aplica concretamente al
territorio de lo que es ahora Estados Unidos (y no a las particularidades de la
sociedad mexicana), está guiado por varios principios y métodos universales del
nuevo comunismo para dirigir la sociedad socialista y seguir la revolución, que
necesitan aplicarse en todos los países. Un ejemplo de eso es el principio de
núcleo sólido con mucha elasticidad sobre la base del núcleo sólido que vamos a
explicar un poco más adelante.
El futuro
Partido Comunista Revolucionario, México, al haber encabezado la lucha
revolucionaria de millones, dará dirección al nuevo Estado socialista dentro
del marco de los principios de la nueva Constitución. Sin embargo, a diferencia
incluso de las mejores experiencias socialistas del pasado, no intentará jugar
este papel dirigente por medio de acaparar las posiciones de dirección en el
nuevo aparato político y económico sino por medio de presentar propuestas a las
nuevas instituciones y por su influencia y movilización de las masas para
seguir transformando la sociedad y contribuyendo a la revolución mundial hacia
la meta luminosa del comunismo. Esa meta es la sociedad sin clases,
explotación, opresión ni desigualdades sociales, con una transformación
fundamental de todas las ideas atrasadas que corresponden a esas relaciones de
la vieja sociedad capitalista. Esa futura sociedad comunista será una verdadera
comunidad libre y diversa de seres humanos por todo el planeta.
Incluso con
todas las grandes y radicales transformaciones que serán posibles con el
triunfo de la revolución socialista, todavía quedarán muchas relaciones y desigualdades
heredadas de la vieja sociedad — entre mujeres y hombres, indígenas y no
indígenas, entre campo y ciudad, entre los trabajadores manuales y trabajadores
intelectuales, entre los que ganan más y los que ganan menos, entre otras. Y
también persistirán muchas de las ideas que corresponden a estas desigualdades
y las justifican. Todo esto no solo es injusto sino que constituye la base para
la posibilidad de restaurar el capitalismo y el surgimiento de dirigentes,
incluso entre una parte del partido comunista revolucionario, que luchen por
retomar el camino capitalista, como ocurrió en las sociedades socialistas en
Rusia y China en el siglo pasado.
Por eso será
fundamental continuar forjando un núcleo sólido creciente, con el partido
comunista revolucionario como su elemento dirigente y que incluya también a un
número creciente de otra gente en la nueva sociedad, que luche por continuar la
revolución bajo el socialismo, restringiendo paso a paso todas las
desigualdades y relaciones heredadas de la vieja sociedad, así como desterrando
las ideas atrasadas y opresivas correspondientes.
En
interrelación y, a fin de cuentas, como parte de la lucha por continuar la
revolución bajo el socialismo, se desatará una gran libertad entre el pueblo,
un ambiente de alentar el disentimiento, la crítica y el debate como nunca se
haya visto en el mundo. Este proceso de amplio debate, disentimiento y crítica
en la sociedad socialista es esencial, no solo para que la gente se sienta
libre de expresarse y vivir su vida, sino para llegar a la verdad, identificar
errores e involucrar a cada vez más gente anteriormente explotada y oprimida en
gobernar la nueva sociedad y bregar con los grandes desafíos de transformarlo
todo en los intereses del pueblo y finalmente en los intereses de toda la
humanidad.
Mientras se
suprimirá a cualquier intento de restaurar la vieja sociedad por medio de las
armas, la gente estará libre incluso de argumentar a favor de la vieja sociedad
capitalista. Habrá elecciones, no solo para el gobierno sino para los comités
dirigentes de todas las instituciones económicas, sociales, educativas,
culturales y demás de la sociedad. O sea, de manera radicalmente distinta a la
sociedad actual, cada lugar de trabajo, por ejemplo, será administrado por un
comité revolucionario elegido por la gente que trabaja ahí. Y este será el caso
en las demás instituciones de la sociedad. Podrán postularse candidatos de diversos
puntos de vista, si bien habrá protecciones para impedir la restauración del
capitalismo por vía electoral a menos que la abrumadora mayoría votara en ese
sentido.
Todo esto es
una aplicación del concepto insólito del nuevo comunismo de Bob Avakian de un
núcleo sólido con mucha elasticidad sobre la base del núcleo sólido. Su
aplicación en este caso es de impulsar a la vez un creciente núcleo sólido
luchando por seguir la revolución bajo el socialismo y un amplio ambiente de
debate, disentimiento y crítica en toda la sociedad. Para la dirección
revolucionaria será, sin duda, muy difícil tratar de abarcar y aprender de todo
esto de una manera que contribuya a descubrir la verdad, superar los problemas
y avanzar hacia un futuro comunista brillante. A veces requerirá ir casi al borde,
como ha dicho Avakian, de ser descuartizado por las diversas fuerzas jalando
por distintos lados en la sociedad. Sin embargo, es un proceso esencial para
forjar una nueva sociedad vibrante y más liberadora que nunca, llegar a conocer
la verdad en toda su complejidad, reconocer y rectificar errores, prevenir la
restauración capitalista y lograr saltos más grandes hacia la emancipación de
toda la humanidad.
De la
interrelación entre ese núcleo creciente luchando por seguir la revolución bajo
el socialismo y la amplia diversidad de pensamiento, disentimiento y debate,
nacerá una nueva cultura diversa e inspiradora, promoviendo los valores de
comunidad, de respeto mutuo, de esperanza en el futuro que apenas podemos
imaginar frente a la pútrida cultura egoísta, misógina y racista predominante
en la actualidad.
11. El
desafío para cada quien, ante un mundo tenebroso agonizante y otro nuevo y
reluciente luchando por nacer
No solo en el
país sino también en el mundo entero, el viejo sistema caduco del
capitalismo-imperialismo está llegando a sus límites. Aumenta año con año tanto
sufrimiento innecesario, la vida de miles de millones se vuelve cada vez más
desesperada, la humanidad se tambalea al borde del precipicio de las amenazas
existenciales de desastre ambiental y guerra nuclear. El viejo mundo está
agonizante, pero no caerá por su propio peso. Hay que acabar con el capitalismo
antes de que acabe con nosotros.
La vieja
sociedad agoniza entre grandes crisis y trastornos. Pero por debajo de la
superficie tenebrosa, se abren nuevas posibilidades para una revolución real y
verdaderamente liberadora. Transformar esas posibilidades en la realidad de una
lucha emancipadora para una revolución real depende de lo que haga cada quien.
Atrévete a conocer el nuevo comunismo. Ten el valor, el corazón y la
mente crítica para asumir un compromiso ante la gente que necesita desesperadamente
una revolución y sumarte a la batalla por la nueva sociedad socialista de
esperanza, liberación y comunidad que lucha por nacer.
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