Performance "Un violador en tu camino", Zócalo, Ciudad de México |
Bajar el
folleto en formato PDF:
APOYAR Y EXTENDER LA REVUELTA CONTRA LA VIOLENCIA MACHISTA
Organización Comunista Revolucionaria, México
Un nuevo torrente de lucha contra la opresión patriarcal ha
conmovido la sociedad en los últimos meses. Las marchas de agosto 2019 en la
Ciudad de México dieron voz a la furia de las mujeres contra la dominación
masculina. Denunciaron violaciones de mujeres por policías capitalinos que
quedaron impunes, los feminicidios que siguen aumentándose en todo el país, la criminalización
del aborto y el papel del Estado en perpetuar todos estos horrores. En octubre y
noviembre estallaron paros en varias escuelas contra el acoso y abuso sexual y
la complicidad institucional que lo ampara, entre otras demandas, comenzando con
la FES Cuautitlán, seguida por varias facultades en Ciudad Universitaria (CU),
así como escuelas de educación medio superior de la UNAM. En total hubo paros
en 11 diferentes planteles, algunos muy breves y otros que duraron varias
semanas. Al momento de escribir esto, todavía sigue el paro en la Facultad de
Filosofía y Letras en CU, que comenzó el 4 de noviembre y se ha sostenido por
más de diez semanas. Los paros en las Preparatorias 7 y 9 también continúan. La
marcha combativa en la capital el 25 de noviembre (Día por la eliminación de la
violencia contra las mujeres) fue acompañada por muchísima gente que corearon
consignas y aplaudieron desde las banquetas. Pocos días después, miles de mujeres
presentaron “Un violador en tu camino” en el Zócalo capitalino, así como en por
lo menos 19 otras ciudades de México y en la Feria Internacional del Libro de
Guadalajara. Este poderoso “performance” creado por el colectivo feminista Lastesis
de Valparaíso, Chile, recorrió el mundo como un relámpago, con presentaciones
en más de treinta países.
Es muy importante apoyar y extender esta ola de lucha contra
la supremacía masculina que oprime a todas las mujeres, así como a todas
las personas cuya sexualidad o género difiera de las relaciones “tradicionales”
predominantes. Estas acciones son parte de una justa y muy necesaria rebelión
contra el patriarcado, justo ahora cuando se intensifican los ataques
misóginos en México y en todo el mundo. La situación exige ponerle fin a la
violencia y la asquerosa cultura machista, como parte fundamental de emancipar
a las mujeres y a toda la humanidad. Se requiere una revolución real para
lograr esto; una revolución que tumbe el sistema capitalista y el Estado que
lo mantiene, porque estas son las principales estructuras y relaciones que defienden
y refuerzan el patriarcado y todas las demás formas de opresión y explotación
en el mundo actual. Esta revolución puede dar el primer gran salto hacia
eliminar el patriarcado, y revueltas como ésta, que despiertan e instruyen a
miles de personas, pueden contribuir mucho para preparar a la gente y el
terreno para esa revolución.
Desenmascarar los ataques y las maniobras de los defensores del
patriarcado
Esta lucha puede y debe alentar a todas las personas que odian
el terror y las injusticias perpetradas contra las mujeres a combatir los
ataques abiertos y disfrazados de los defensores del patriarcado. Los aullidos hipócritas
sobre cristales rotos y monumentos “profanados” (por pintar denuncias verídicas
e importantes) son una forma velada de justificar y defender la supremacía
masculina. Tras esas quejas, están las difamaciones a las luchadoras tachándolas
de “feminazis”,[1] pintas llamando
a matarlas y violarlas (por ejemplo, en la Facultad de Ingeniería en CU), el
ataque a las manifestantes arrojando piedras y cristales, así como ataques y
burlas en Internet, como el video de jugadores del sub17 del equipo de América
mofándose de “Un violador en tu camino”. La réplica justa de ¿cuál importa
más, la vida de las mujeres o unos cristales rotos y estatuas pintadas?, hizo
eco y contribuyó a desinflar un poco los ataques de parte del Estado y los machistas
airados. Las autoridades del gobierno y otras instituciones que al principio
les tildaron de “provocadoras” a las activistas y amenazaron con reprimirlas, cambiaron
de táctica para disimular su papel de defender el statu quo patriarcal y comenzaron
a buscar otra manera de contener y finalmente desarticular al movimiento. Tienen
mucho temor a que se desate más ampliamente la furia contra la violencia
misógina y la supremacía masculina en general. Saben que esta intolerable
opresión se intensifica en el país y en todo el mundo, y que se intensificará
la resistencia. Por eso, las autoridades prometen unos cambios menores
mientras maniobran para intimidar y aislar al movimiento, en aras de mantener
la asesina “normalidad” patriarcal.
Lo sepan o no los representantes del sistema, la verdad es que
ellos no pueden eliminar estos horrores. El choque a través del mundo entre
la lucha por la emancipación de las mujeres y los intentos por reforzar su
sometimiento solo se resolverá por medio de un cambio muy radical, y la
cuestión es si será una resolución radical revolucionaria, o a una resolución
radical reaccionaria (fascista y fundamentalista). Mucho está en
juego, y hace falta que los comunistas y revolucionarios fortalezcamos la lucha
por la emancipación de las mujeres: que desatemos el debate ampliamente en la
sociedad, denunciando atrocidades y agravios concretos, la ideología machista
que los justifica y el papel del sistema en mantener y reproducir esta opresión
infame. Hace falta alentar e inspirar a cada vez más gente a denunciar y
combatir todo esto activamente, y poner bien en claro que es posible y
necesario eliminar todas las estructuras, relaciones e ideas que oprimen a las mujeres,
como parte central de la revolución comunista cuyo objetivo final es eliminar
toda forma de opresión y explotación en el mundo entero. Hace falta forjar el
movimiento para la revolución encaminada precisamente a esa meta.
¿Serás parte del problema, o parte de la solución?
Vivimos en una sociedad donde 10 o más mujeres son asesinadas
cada día, muchas veces a manos del hombre que era su pareja íntima, donde
policías y soldados suelen violar o abusar de las mujeres que detienen, donde
jefes, profesores y otros hombres en posiciones de poder acosan, abusan e
insultan a las mujeres bajo su “autoridad”, donde la podrida cultura dominante y
las religiones inculcan la creencia de que los hombres son superiores y deben
someter a las mujeres, donde la supuesta “justicia” del Estado injuria y
criminaliza a las víctimas y protege a los culpables, donde las personas del
sexo femenino son despreciadas desde la niñez y son socializadas para aceptar
que su papel principal en este mundo es de ser madre y esposa, de servir
al hombre y dedicarse a reproducir la familia patriarcal que las esclaviza. En una
sociedad así, nadie es ajeno a la supremacía masculina. Todos son
obligados, vez tras vez, a tomar una posición al respecto: o bien de aceptar y
reforzar la opresión de las mujeres por los hombres, o de oponerse a esta
opresión y luchar por ponerle fin.
A los hombres que dicen “yo no soy el problema”, “yo no soy un
violador”, “yo no acoso ni abuso de las mujeres”, hay que decirles: si no
eres parte de la solución, eres parte del problema. Si no luchas en contra de la
supremacía masculina —desde los comentarios machistas que deshumanizan a
las mujeres que escuchas a diario, hasta las amenazas, los golpes, las
violaciones y los asesinatos de mujeres que se están cometiendo a tu alrededor—
estás conciliando con el patriarcado y eres cómplice de esta opresión en vez
de luchar por erradicarla. No se justifica mantenerse al margen y no entrar
en esta lucha, ni por resentirse por la posición separatista (que comentaremos
a continuación), ni por temor al rechazo de los hombres machistas, ni por ninguna
otra justificación. No es cierto que la opresión de las mujeres es “asunto
de ellas” y no les incumbe a los hombres oponerse a la dominación masculina. Tal
enfoque solo sirve para perpetuar el patriarcado y toda forma de opresión que el
sistema capitalista mantiene. Como señala Bob Avakian, el arquitecto del
nuevo comunismo:
En
muchos sentidos, y particularmente para los hombres, la cuestión de la mujer y
el querer eliminar por completo las relaciones de propiedad y sociales existentes
y su correspondiente ideología que esclavizan a la mujer, o conservarlas (o
quizás “solo un poquito” de ellas), es un criterio de prueba entre
los oprimidos. Es una línea divisoria entre “querer ser parte” o
realmente “querer zafarse”: entre luchar por acabar con toda la opresión y
explotación —y la mismísima división de la sociedad en clases— o por conseguir
una tajada en última instancia.[2]
Luchamos por unir a todos los que pueden unirse para combatir
la supremacía masculina y todo ataque misógino; debatimos y retamos a las
mujeres y a los hombres a unirse plenamente a esta lucha y a trabajar juntos
para la revolución que hace falta para eliminar esta opresión y emancipar a
toda la humanidad.
Una valoración inicial del
actual movimiento
El hecho de que miles de mujeres, sobre todo las jóvenes, han
tomado las calles (y escuelas), impulsando una revuelta contra el patriarcado
marca un cambio político importante en el país, parte de la creciente
insurgencia de las mujeres internacionalmente. Lo positivo del movimiento en
primer lugar es que ha desatado mayor rebelión y esperanza de un cambio
entre muchas mujeres y ha provocado mayor revuelo y debate en la sociedad sobre
la dominación masculina y la vida de las mujeres. Representa en potencia el
enorme papel que desempeñarán las mujeres en “el proceso de hacer la revolución
y garantizar que esta no pare a medias”.[3] Ha
expresado la justa furia contra la policía y el Estado patriarcal en general, que
comete crímenes contra las mujeres y protege a otros que lo hacen; ha
denunciado el acoso sexual y el encubrimiento de acoso y violaciones en las
escuelas en particular; ha mostrado desconfianza en los partidos burgueses, ha actuado
principalmente de manera independiente de las instituciones del sistema y ha
denunciado su papel en solapar y perpetuar la opresión de las mujeres.
Un aspecto secundario negativo en el movimiento actual es que a
contracorriente de su carácter hasta cierto punto radical e independiente, influye
la ilusión falsa de que es posible obligar a las autoridades a eliminar la
violencia machista dentro del sistema actual, cuando objetivamente no podrían
hacerlo aunque quisieran. Se pueden arrancar ciertas concesiones parciales y
hay que luchar por ganarlas: por ejemplo, justicia para las mujeres asesinadas
o violadas, así como el derecho al aborto, para que las mujeres puedan romper
la cadena de la maternidad forzada. Pero ha habido y habrá intentos de revertir
los avances parciales, y en todo caso el sistema seguirá sosteniendo el
patriarcado y fomentando la cultura y la ideología machistas que dan lugar a
los más brutales crímenes contra las mujeres. La horrorosa escalada de
feminicidios que sigue aunque se declare la “Alerta de Violencia de Género”
(AVG) (establecida en la “Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre
de Violencia”) es una indicación de esto. El problema va mucho más a fondo y no
será resuelto por más leyes, reglas o protocolos contra la violencia de género.
Para ponerle fin al patriarcado, hace falta una revolución comunista para
acabar con el capitalismo y toda forma de explotación y opresión. Acabar con el
patriarcado y toda forma y vestigio de la opresión de las mujeres es una
poderosa fuerza impulsora y una meta fundamental de esta revolución.
Acerca del separatismo
La tendencia separatista que influye de manera importante en
el movimiento juega un papel contradictorio. Tiene diferentes expresiones y
hace falta más investigación para conocer las diferentes posiciones y sus
argumentos, pero aquí trazamos un análisis inicial. Por un lado, colectivos, reuniones
y acciones exclusiva o principalmente de mujeres a menudo juegan un papel importante
de alentar y fortalecer la lucha contra el patriarcado y el pleno papel de las
mujeres en la transformación revolucionaria de la sociedad. El hecho de que la
ideología machista es tan fuerte, no solo en la sociedad en general sino también
en muchas organizaciones y movimientos que se dicen “de izquierda” o
“revolucionarios”, tiene mucho que ver con el atractivo del separatismo
feminista. Organizarse aparte puede alentar a que las mujeres hablen y actúen
más libremente, sin tanta interferencia, oposición y represalias por parte de
los hombres que no han roto con la dominante ideología machista y se oponen a
luchar por la emancipación de las mujeres. Han jugado un papel principalmente
positivo en esta lucha las feministas separatistas radicales que toman acciones
independientes contra el patriarcado, denuncian al Estado que encubre y comete
los crímenes contra las mujeres, y critican el feminismo “institucional” que engancha
la lucha al actual sistema. Pero las posiciones separatistas que consideran que
los hombres en general son parte del enemigo, que por ser hombres no
pueden y no deben luchar contra la supremacía masculina, tergiversan la
realidad, se equivocan de blanco y toman un camino que perjudica la lucha por
erradicar el patriarcado. Esto se manifiesta en intentos de algunas de expulsar
a los hombres que participan en las marchas, insistir que contingentes de
mujeres y hombres juntos se vayan hasta el final, así como otras expresiones
que tratan antagónicamente a amigos reales y potenciales. Sobre todo, alegar
que el separatismo representa una supuesta “solución” que eliminaría el
patriarcado es una posición equivocada que, independientemente de las
intenciones de sus proponentes, en el mundo real solo puede significar dejar
en pie el patriarcado y todos los demás horrores del mundo actual.[4]
En vez de ser una estrategia que llevaría a acabar con el
patriarcado, esta posición representa más bien una alternativa limitada para
algunas mujeres relativamente privilegiadas de vivir un poco mejor bajo el
patriarcado y el sistema capitalista que lo mantiene. Veamos como lo expresa
una partidaria de esta posición:
Toda
la historia, la teoría y la práctica política, nos colocan ante la verdad de la
necesidad de separarnos de los hombres…
Cuando
las feministas de la diferencia italianas de Sottosopra afirman que el patriarcado está
acabado, porque ha perdido su crédito entre las mujeres, de una manera muy
profunda, y desafiante, están en lo cierto[5].
Nosotras hemos heredado un legado teórico, político y simbólico suficiente para
renunciar al mundo de los hombres y construir el propio, el nuestro…
Sé
que estas ideas pueden parecer extrañas, “elitistas” (una acusación
constantemente repetida hacia las feministas, junto con la de ser egoístas),
cuando en gran parte del mundo millones de mujeres son heterosexualizadas con
tal violencia que su único escape parece la muerte. Nosotras no podemos ignorar
esta realidad, no lo hacemos… Pero eso no implica que la verdad sobre la
bancarrota simbólica del patriarcado desaparezca, o que su inviabilidad, aún a
nivel planetario, pueda ser ignorada. Y ya que muchas de nosotras sí tenemos la
posibilidad de nombrarnos feministas, lesbianas, radicales, y pensar-nos,
tomemos el peso de nuestras consignas, démosle contenido y abandonemos la
autocensura. Ante el extremismo de la misoginia, ser cobardes en las ideas no
es una opción para nosotras. Está la jaula ante nuestros ojos, pero está también
la fisura abierta por otras. Si yo, sentada frente a una pantalla, no fuera
capaz de pensarme sin los hombres… ¿qué le quedaría a mis hermanas que viven
situaciones durísimas?[6]
Es verdad y es muy positivo que el patriarcado haya “perdido
su crédito” entre un creciente número de mujeres, pero concluir de ahí que el
patriarcado está “acabado” (o que terminará sin tumbar el sistema que lo
mantiene y lo refuerza) es distorsionar la realidad según los deseos. Es
importante que toda persona sea libre para vivir su sexualidad según sus
propias inclinaciones y sin violencia ni deshumanización, y esto es parte de la
lucha por emancipar a las mujeres. Está bien crear espacios o comunidades de
mujeres aparte de los hombres para las que así quieran vivir, pero hace mucho
daño si se insiste que por crear tales “alternativas” dentro del sistema actual
se pondrá fin a la opresión de las mujeres. El patriarcado no desaparecerá
porque las mujeres traten de “boicotearlo”. ¿De qué manera “crear espacios”
exclusivamente para mujeres puede impedir que los soldados sigan violando
brutalmente a mujeres, como le hicieron a Ernestina Ascencio Rosario, una
campesina de 73 años de edad que murió de sus heridas en 2007 en Veracruz?
¿Cómo puede impedir que jueces dejen en libertad a hombres misóginos que
intentan asesinar a sus esposas, como le pasó a Abril Pérez Sagaón, cuyo esposo
intentó matarla golpeándola en la cabeza con un bate, y al ser puesto en
libertad mandó asesinarla en diciembre de 2019? ¿Cómo separarse de los hombres puede
desmantelar el Estado actual que protege y refuerza la dominación masculina?
¿Cómo puede arrasar con la ideología y la asquerosa cultura machista y
transformar a los hombres?
La autora citada reconoce de alguna manera que “millones de
mujeres” “en gran parte del mundo” siguen sufriendo las brutales consecuencias
del patriarcado, pero no propone hacer nada para realmente terminar con todo
este sufrimiento completamente innecesario. Confunde el hecho de que el
patriarcado es caduco (que sin duda lo es), con considerarlo “inviable, aún a
nivel planetario”. Al contrario, las relaciones y la ideología de la supremacía
masculina son viables y muy necesarias para el funcionamiento del sistema
capitalista-imperialista, que por muy caduco que sea, no desaparecerá hasta que
sea derrotado y desmantelado por una revolución real. No podemos contentarnos
con solo celebrar la “bancarrota simbólica” del patriarcado, y que “abandonen
la autocensura” las que tienen “la posibilidad de nombrarnos feministas,
lesbianas, radicales, y pensar-nos”. Abolir el patriarcado y lograr la
emancipación de las mujeres requerirá mucho más que sentarse “frente a una
pantalla” y ser “capaz de pensarme sin los hombres”. Todas las personas que
odian la opresión de las mujeres deben tener esta meta, y nada menos, en la
mira.
Declarar que el patriarcado se acabará porque las mujeres ya
no creen en él es idealismo filosóficamente — se piensa que las ideas en sí
pueden cambiar el mundo, cuando en realidad, las ideas tienen que transformarse
en una fuerza material para poder cambiar el mundo, en este caso en un
movimiento revolucionario y una revolución real para acabar con el patriarcado (y
las demás formas de opresión) y su sostén principal en el mundo actual, el
capitalismo. También es una expresión de la epistemología[7]
relativista que sostiene que la verdad depende del observador —“tú tienes tu
realidad, yo tengo la mía”— en este caso, si el patriarcado “ha perdido su
crédito” para mí y otras como yo, entonces “está acabado”, aunque siga en pie en
el mundo real. No, la verdad depende de su correspondencia con la realidad
objetiva que existe independientemente de lo que piense nadie. Y en el mundo
actual, es una verdad objetiva a la que nadie puede escapar que el patriarcado
con todos sus horrores sigue y seguirá en pie hasta que acabemos con él.
La política de identidad tergiversa la realidad y
perjudica la lucha por eliminar la opresión
La posición que aboga por el separatismo como “estrategia” es
muy parecida a la tendencia más amplia de la política de identidad, la cual
supone que cada persona o grupo oprimido debe ocuparse primordialmente de su
propia opresión y tratarla, en esencia, como su “propiedad”. Que nadie con una “identidad”
diferente puede entender a fondo la opresión a las mujeres, (o a los indígenas
o afromexicanos o LGBTTTI, etc.), ni puede contribuir a la lucha por eliminar “su”
opresión. La verdad es que todos pueden y necesitan aprender de las
experiencias y la furia de las mujeres (y de todo grupo oprimido), como una de
las fuentes para fortalecer la lucha por abolir esta opresión (uniendo a todos
los posibles, incluso a los hombres), y para desarrollar la teoría científica
necesaria para lograr abolirla en el mundo real. La política de identidad niega
o hace caso omiso del enemigo común que mantiene las distintas formas
horrendas de opresión que sufre la gran mayoría de la gente: el sistema
capitalista-imperialista que domina el mundo. Incluso en los casos en que sí se
reconoce de alguna manera, por lo menos de palabra, que el capitalismo es parte
del problema, no se lucha por tumbarlo. El único “anticapitalismo”
consecuente es la lucha revolucionaria por tumbar el Estado actual, confiscar
la propiedad de las clases dominantes y crear una sociedad socialista radicalmente
distinta y mucho mejor.
Con el enfoque de la “política de identidad”, en vez de
luchar por unir a todos los oprimidos para derrotar y eliminar este sistema y
emancipar a todos, cada grupo se dedica a luchar por “espacios seguros” dentro
del capitalismo, para “proteger” a algunas personas de los peores horrores,
mientras el mismo sistema sigue destruyendo vidas humanas y el planeta en que
vivimos. La “política de identidad” tergiversa la realidad, debilita la
denuncia y la lucha por eliminar la opresión, y se encierra en buscar mejoras o
soluciones parciales para una pequeña minoría.
Tal estrechez de miras es, en el fondo, una forma del “yo
primero”, la ideología individualista que predomina en esta sociedad y
corresponde a las relaciones capitalistas que obligan a todos a competir y
contender con los demás para sobrevivir e intentar “sacar adelante” a “los
suyos”. Este modo de pensar lleva a conflictos constantes sobre cuál sector es
más oprimido, cuál debe mandar a los demás, cuál es “favorecido” por el
enemigo, etc., todo lo cual contribuye a perpetuar el sistema que oprime a
todos.
El sistema y sus representantes políticos son muy expertos en
utilizar las contradicciones reales que el sistema engendra y reproduce entre
los oprimidos, como hombre/mujer, mestizo/indígena, intelectual/masas
básicas, obreros/campesinos, entre una comunidad y otra, etc., para derrotar y
seguir dominándolos. Por ejemplo, en la revolución mexicana, los trabajadores
de la Casa Obrera Mundial combatieron al servicio de la burguesía triunfante contra
los campesinos zapatistas, a cambio de concesiones para los obreros. El EZLN en
2001, en su marcha hacia la Ciudad de México para que el Congreso aprobara la
Ley Cocopa, guardó silencio frente a la brutal represión de manifestantes
contra la globalización imperialista y el Foro Económico Mundial en Cancún, en
aras de no afectar la posible concesión del reconocimiento oficial de autonomía
para sus territorios. En 2019, Alejandro Solalinde, antiguo defensor de los
inmigrantes, justificó la caza y deportación masiva de inmigrantes por el
gobierno de López Obrador, a cambio de evitar la imposición de aranceles por
parte del gobierno de EU, con el argumento de que “México es primero”. En 2018,
algunas fuerzas en el movimiento feminista contraponían la lucha por justicia
para los 43 desaparecidos de Ayotzinapa a la lucha contra el patriarcado,
porque “son hombres”, o porque “son machistas”. Y en el 2019, algunas
feministas intentaron sacar de las marchas a hombres que se oponen al
patriarcado y a la violencia machista.
El sistema capitalista-imperialista es la fuerza material
principal que sostiene e impone el patriarcado en la actualidad, así como
sostiene e impone la dominación imperialista de los países del “tercer mundo”,
la opresión de los pueblos indígenas y muchas otras minorías nacionales en todo
el mundo, las guerras entre potencias imperialistas para extender su control de
mercados y territorios —arrebatándolos de sus rivales a costa de privar de
comida, medicina y de vida a millones de seres humanos—, además de la
devastación del medio ambiente y el calentamiento global que amenazan el futuro
de nuestra especie y de muchas otras especies en la Tierra. El problema para
todos los oprimidos y explotados es el sistema y la única solución real es
derrocarlo por medio de una revolución que establezca un nuevo sistema
socialista como una transición que continúa la revolución hasta lograr la
eliminación del capitalismo y toda forma de opresión y explotación en el
mundo entero.
Para derrotar al enemigo, se necesita forjar la unidad revolucionaria
entre todos los oprimidos y todas las personas que odian y quieren acabar con
los horrores provocados por este sistema. En vez de la política de identidad,
en vez de identificarse como representante de uno u otro grupo oprimido en particular,
que luche exclusiva o primordialmente por “su” país, nacionalidad, sexo,
preferencia sexual u otro grupo oprimido, necesitamos forjar una fuerza
dirigente de comunistas que sean realmente emancipadores de la humanidad,
una fuerza que luche consecuentemente por dirigir una revolución que acabe con
toda forma de explotación y opresión y por un mundo verdaderamente nuevo y
verdaderamente liberador.
Esta revolución, con la guía del nuevo comunismo desarrollado
por Bob Avakian, es lo que la humanidad necesita para emanciparse. La meta de
esta revolución es el objetivo que Marx analizó científicamente hace más de 150
años: la abolición de lo que llamamos las “4 Todas”, a saber: 1.- la abolición
de todas las diferencias de clase en general; 2.- la abolición de todas las
relaciones de producción que dan lugar a estas diferencias de clase; 3.- la
abolición de todas las relaciones sociales que corresponden a esa base
económica (tales como la opresión de las mujeres por los hombres, de una
nacionalidad por otra, etc.); y 4.- la revolucionarización de todas las ideas
que brotan de esas relaciones sociales.
Luchemos por acabar con el patriarcado y el capitalismo
¿Por qué es necesario acabar con el capitalismo para
finalmente poder ponerle fin al patriarcado? Porque el patriarcado es un pilar
fundamental del actual sistema capitalista-imperialista mundial y de toda
sociedad de clases conocida en la historia. Y porque las relaciones económicas,
políticas y sociales del capitalismo no permiten hacer las transformaciones
radicales necesarias para eliminar toda esta opresión.
La supremacía masculina le da privilegios al hombre, incluso a
los hombres pobres, tanto en la familia patriarcal en que el hombre juega el
papel del burgués, como en la economía, política y relaciones sociales en la
sociedad en general, dándole en esa medida un interés en el mantenimiento del
orden actual. Otro tanto podría decirse, por ejemplo, de la opresión y
discriminación de los pueblos indígenas y negros por parte de los blancos o
mestizos. Tales privilegios y divisiones son esenciales para mantener el
“orden” y la “estabilidad” en una sociedad en que una pequeña minoría de
grandes capitalistas e imperialistas explotan y oprimen a la gran mayoría.
La familia nuclear patriarcal es la unidad básica
característica del capitalismo para cubrir las necesidades básicas para
sobrevivir, en lo posible, y reproducir nuevas generaciones. Amarra y define el
papel fundamental de las mujeres como “ser mamás”, criar y cuidar a los hijos y
el hogar, a pesar de la doble jornada del creciente número de mujeres que
trabajan fuera del hogar. Inculca por lo general las opresivas relaciones de
género dominantes. Reproduce las enormes desigualdades de clase, de ricos y
pobres, manteniendo a la gente atomizada en la lucha eterna de todos contra
todos por sobrevivir —por trabajo, por educación, por dinero— que brota de las
relaciones esenciales del sistema capitalista.
La ideología de supremacía masculina es parte esencial de la
ideología burguesa dominante que brota de las mismas relaciones del sistema y
sirve para tratar de justificar una situación intolerable en que un puñado de
personas controlan los medios de producción y la riqueza producidos por toda la
sociedad; en que la pobreza y miseria de miles de millones de seres humanos es
el precio de la obscena riqueza y derroche de unos cuantos; en que una nación
domina a otra, una nacionalidad o “raza” a otra, un sexo al otro.
Y finalmente, la opresión de las mujeres le genera también
grandes ganancias a la clase capitalista, tanto por la sobreexplotación de las
mujeres, pagándoles menos por el mismo trabajo, como en la enorme “industria”
de esclavización sexual y pornografía que denigran y lastiman a todas las
mujeres.
Durante la mayor parte de su existencia, los seres humanos
vivían en pequeños grupos que sobrevivían de la recolección de plantas
silvestres, de la caza y la pesca, sin la explotación de unos por otros ni la
dominación de las mujeres por los hombres. La opresión de las mujeres por los
hombres surgió hace miles de años y está entretejida inextricablemente con la
división entre amos y esclavos, explotadores y explotados. Aunque ha cambiado
de forma de una sociedad a otra, el patriarcado ha sido y es esencial para toda
sociedad en que una minoría domina y explota a la mayoría. El
capitalismo-imperialismo es el principal sostén de la supremacía masculina hoy
en día. Solo será posible acabar con el patriarcado al derrocar el
capitalismo y avanzar hacia la eliminación de toda forma de opresión y
explotación en el mundo. Y la lucha por derrocar el capitalismo sería una farsa
y un engaño sin la lucha desde ahora por ponerle fin al patriarcado, a toda
forma de opresión a las mujeres.
Por eso, el mayor fruto de la actual revuelta será el avance
en la conciencia, la organización y la capacidad combativa de la gente, creando
condiciones más favorables para hacer la revolución liberadora que hace falta.
Sobre todo es preciso luchar porque el mayor número posible de mujeres y
hombres conmovidos por este movimiento conozcan el nuevo comunismo, que lo
comparen y contrasten con las otras tendencias políticas, y que los que quieren
luchar por la completa emancipación de las mujeres se unan a trabajar para esta
revolución real que puede lograr lo que la humanidad necesita: la más radical
transformación de todas las relaciones y de todas las ideas tradicionales y la
emancipación de toda la humanidad.
Acabar realmente con el patriarcado requiere terminar con
el sometimiento de las mujeres al papel de parir y criar a los hijos,
transformar el papel y carácter de la familia hasta terminar con la familia
nuclear patriarcal, desarrollar el papel pleno de las mujeres en toda esfera de
la vida social, y eliminar la ideología y la cultura machistas por medio de
lucha ideológica en que las mujeres y los hombres transforman su pensar a la
vez que transforman todas las relaciones sociales que han oprimido a las
mujeres. Y nada de esto va a ser posible sin derrocar el sistema que
mantiene y refuerza todo esto
Contra el falso comunismo
patriarcal
Además de la ideología machista que defiende el patriarcado y
denigra a las mujeres abiertamente, muchas veces con saña, también hay que
criticar y refutar posiciones retrógradas que se oponen a la lucha contra el
patriarcado a nombre de la “revolución”, el “marxismo” o incluso el
“comunismo”. Uno de los argumentos más comunes de este tipo es que luchar consecuentemente
contra la opresión de las mujeres es perjudicial (o “reaccionario”) porque
“divide al pueblo”. Pero la verdad es que “el pueblo” ya está dividido
objetivamente, por el desarrollo histórico de la sociedad humana, y por el
sistema actual que mantiene y refuerza las divisiones, de manera que una parte
del “pueblo” está por encima de la otra parte, recibe privilegios y por lo
general participa en la opresión de la otra parte. La cuestión es ¿qué hacer
frente a estas divisiones que oprimen de formas distintas a la gran mayoría de
los seres humanos? ¿Sobre qué base luchar por unir al “pueblo”, para lograr qué
meta? La posición de aplazar y subordinar (en realidad suprimir) la lucha por
la emancipación de las mujeres para mantener “la unidad” de un gremio, un
movimiento, una nacionalidad, un país, etc., refuerza el patriarcado y la
ideología machista como el precio de supuestamente mantener la “unidad”, y así condena esa lucha,
movimiento, o revolución a aceptar y mantener tanto el patriarcado como las demás
formas de opresión características del sistema capitalista. Así, no se va a
emancipar a nadie. Se necesita forjar la unidad revolucionaria del pueblo a
partir de la lucha por eliminar toda forma de opresión y explotación, con el
pleno reconocimiento del papel estratégico de la lucha por la emancipación de
las mujeres en este proceso.
Otra posición errónea muy difundida a nombre del comunismo, es
la línea economista que niega la importancia de la lucha contra el patriarcado,
solo reconoce la explotación capitalista como el problema y plantea que al
derrocar el capitalismo y establecer el socialismo, desaparecerá automáticamente
la opresión de las mujeres, por el cambio en la economía. Esto es una
tergiversación revisionista[8]
del marxismo, que lo reduce todo, de manera vulgar y mecánica, a la
contradicción fundamental del sistema capitalista (entre la producción
socializada y la apropiación privada), y en esencia hace caso omiso de las
demás contradicciones importantes del sistema actual, como son la opresión de
las mujeres, la opresión de naciones o pueblos, la destrucción del medio
ambiente, etc.
Cómo señaló Engels y ha desarrollado más Bob Avakian (así como
varias teóricas feministas), la opresión de las mujeres surgió miles de años
antes de la aparición del capitalismo, y fue profundamente interrelacionada con
la división de la sociedad en clases. “[L]a contradicción que se desarrolla en
torno a la opresión de la mujer y constituye la raíz de la opresión de la
mujer, existía antes del capitalismo, existía antes del surgimiento de las
grandes sociedades feudales de Europa, por ejemplo, existía al comienzo de la
división de la sociedad en amos y esclavos y en explotadores y explotados. Y se
ha transformado, ha tomado diferentes formas y, obviamente, ha estado bajo la
influencia del modo de producción tal como se ha venido cambiando a lo largo de
la historia. Pero también conserva ciertas características y ciertos elementos
básicos que no se pueden reducir a ningún modo particular de producción. Y es
importante entender eso”.[9] Porque
negarlo lleva a todo tipo de reformismo, a negar la necesidad de combatir
toda forma de supremacía masculina desde ya y objetivamente a la defensa del
patriarcado. Esta posición revisionista tacha de “reaccionaria” la lucha de
feministas, comunistas y otras fuerzas contra el patriarcado y la violencia
machista, alegando que “sirve al capitalismo” lo que en realidad es una lucha de
enorme importancia que puede y debe ser una fuerza impulsora decisiva para
derrumbar el capitalismo.
El error opuesto sería negar la interrelación entre el
capitalismo y la opresión de las mujeres: "sería el otro error, por otro
lado, de no ser dialéctico... sería una forma de ver todo en pequeños
contenedores —en cajas o contenedores— separados entre sí, y tratar cada una de
estas contradicciones como algo independiente en sí…[en vez de entender que el
patriarcado y otras contradicciones importantes] se están dando ahora en un más
amplio marco y contexto que en lo fundamental se determina por el movimiento de
la contradicción fundamental del capitalismo…”[10]
Esto lo ilustran los cambios económicos en el capitalismo que, junto con la
lucha de las mujeres, han desembocado en ciertos cambios en el papel de las
mujeres en la sociedad como el mayor papel de las mujeres fuera del hogar, en
las maquiladoras, las universidades, varias profesiones, etc., a la vez que se
han intensificado otras formas de su opresión, como el feminicidio, la trata,
la "industria del sexo", etc. Negar la interrelación dialéctica real
en el mundo actual entre el capitalismo y el patriarcado también lleva a todo
tipo de reformismo y, en varios casos, como hemos visto, a la ilusión falsa
de que es posible acabar con el patriarcado sin acabar con el capitalismo.
Lleva, muy al contrario de la intención de varias de las personas que sostienen
este tipo de posiciones, a perpetuar el patriarcado, junto con las demás
formas de opresión.
La ruptura radical del nuevo comunismo
El nuevo comunismo desarrollado por Bob Avakian ha criticado
estas y otras posiciones erróneas y ha profundizado el correcto entendimiento
científico de que la lucha contra la opresión de las mujeres es una cuestión
estratégica fundamental. Avakian señala, entre otras cosas, que “La opresión de
las mujeres, y la lucha por su emancipación, se tiene que reconocer en todas
sus dimensiones, como una cuestión estratégica… algo que puede y debe
jugar un papel crucial en la lucha general por erradicar toda opresión y
explotación y emancipar a toda la humanidad”.[11]
Tanto es así que “No va a haber ninguna revolución comunista que trate de
eludir esta cuestión o ponerla en un lugar secundario, subordinado”.[12]
También enfatiza que existe una “necesidad para tener mayores rupturas y saltos
—en la teoría y en la práctica guiada por la teoría— en lo relativo a la
liberación de la mujer, como una parte decisiva de la revolución comunista y la
realización de ‘las 4 todas’ en el sentido más completo”.[13]
En
resumen, hay que apoyar y extender la actual revuelta contra la violencia
machista como parte esencial de la lucha por la revolución comunista, la plena
liberación de las mujeres y la emancipación de toda la humanidad.
[1] Rush
Limbaugh, comentarista fascista del partido Republicano en EU, fomentador de la
supremacía blanca y la supremacía masculina, fue el principal autor de esta
difamación, que lanzó contra todas las que luchan por el derecho al aborto. En su libro The Way Things Ought to Be
(1992) comparó a las mujeres que defienden el derecho al aborto con los
nazis, refiriéndose a la elección de ser madre o no como un “holocausto
moderno”. El régimen fascista de Trump y Pence, de que Rush Limbaugh es un partidario
fanático, son los “nazis” de nuestros tiempos (junto con otros en el mundo).
Así como el régimen de Hitler declaró el aborto como un crimen de estado y
cometió un verdadero holocausto contra judíos, gitanos, comunistas,
homosexuales y todos los que se opusieron al régimen fascista, el régimen de
Trump busca criminalizar el aborto y los anticonceptivos, a la vez que
intensifica la violencia reaccionaria contra inmigrantes, musulmanes, negros y
otra gente no blanca, mujeres y personas LGBT, lo que podría llegar a
dimensiones genocidas. Ya basta de ser loros de los fascistas, tachando de
“nazis” a personas y movimientos que luchan en contra de la opresión y por la
liberación de las mujeres. En vez de ataques y descalificaciones injuriosas
para defender el patriarcado de manera engañosa, se necesita debate razonado y
vigoroso que ponga en claro la verdad.
[2] Lo
Basico de los discursos y escritos de Bob Avakian, 5:18, página 160.
[3] Ibíd.,
3:23, página 88.
[4] En
debates en el movimiento feminista, se habla de “separatismo táctico” y
“separatismo estratégico” para referirse a la distinción entre formas de lucha
principal o exclusivamente de mujeres para lograr objetivos específicos, por
una parte, y la posición que sostiene que el “separatismo” en sí es un objetivo
o solución de lograr a mediano y largo plazo, por otra.
[5] Sottosopra
rosso: “El final del patriarcado. Ha ocurrido y no por casualidad” (Enero
1996). Disponible en: http://www.libreriadelledonne.it/pubblicazioni/el-final-del-patriarcado-ha-ocurrido-y-no-por-casualidad-sottosopra-rosso-enero-1996
[6] Doménica
Franke, “El retorno de viejas preguntas: el separatismo feminista, otra vez…”,
en autonomiafeminista.cl
[7] La
epistemología trata el problema del conocimiento humano y su correspondencia
con la verdad.
[8] El
revisionismo es una tergiversación del marxismo que en realidad expresa en
esencia formas de la ideología capitalista con palabrería “marxista”.
[9] Bob
Avakian, La base material y el método de hacer la revolución, en el
apartado “La contradicción fundamental y otras importantes contradicciones”,
disponible en revcom.us.
[10] Ibíd.
[11] Bob
Avakian, El nuevo comunismo, La ciencia, la estrategia, la dirección para
una revolución real y una sociedad radicalmente nueva en el camino a la
verdadera emancipación, Editorial Aurora Roja, México, 2018, p. 222,
también disponible en revcom.us.
[12] Ibíd.,
p. 226.
[13] A
romper TODAS las cadenas, Bob Avakian sobre la emancipación de la mujer y la
revolución comunista, p. 44, disponible en revcom.us.
No hay comentarios:
Publicar un comentario