Un asesinato policial tras otro tras otro — A TI que estás asqueado y harto de la locura, y estás dispuesto a ser parte de un movimiento para una REVOLUCIÓN REAL


29 de mayo de 2020 | revcom.us

“No puedo respirar... No me maten. Por favor, no me maten. No puedo respirar”. Las últimas palabras de George Floyd mientras seguía y seguía jadeando sin aire, mientras estaba sometido boca abajo en la calle, y la rodilla de un CERDO POLICÍA de Minneapolis le apretaba el cuello, asfixiándole la vida. Todo eso continuó durante al menos ocho minutos. Por vídeo.

Después de casi seis años desde que Eric Garner murió asfixiado. Después de toda la sangre y las lágrimas que se han derramado. Después de todas las investigaciones y no investigaciones y encubrimientos. Después de todas las oraciones y promesas. Nada de eso ha terminado o ni siquiera se ha disminuido. Se ha agravado y se ha vuelto más descarado a medida que Trump y su régimen lideran a un movimiento fascista de supremacía blanca abierta.
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INER: Si pedir insumos para luchar contra Covid es delito, ¡soy culpable!

Manifestación en el INER para exigir insumos.

“¡No nos queremos contagiar!” Este fue uno de los gritos de un grupo de trabajadores de la salud, que se manifestaron para exigir insumos médicos el 25 de mayo, a las afueras del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER) en la Ciudad de México. Otras consignas que se dejaron escuchar: “¡Si no hay solución, nos quedamos en plantón!”, “¡Ni un paso atrás, ni un paso atrás!”, “¡No somos desechables!”.

La exigencia principal es que se les proporcione el material adecuado, suficiente y de manera continua para seguir atendiendo a los pacientes de Covid-19. Lo que ha estado pasando recientemente —denunciaron a través del sonido— es que les piden que “desinfectemos nuestros cubrebocas y los reutilicemos” y que “con las batas de los pacientes es con lo que tenemos que cubrirnos para atender a los enfermos Covid”. Es una situación que consideran inaceptable, porque quieren seguir en la primera línea de lucha contra el Covid-19 y tener algo de seguridad de que no se van a contagiar, ni contagiar a sus familiares, compañeros de trabajo y amigos. “Sólo pedimos las herramientas necesarias para seguir en la lucha [contra el Covid dentro del Instituto]… sí exigir eso es un delito, ¡soy culpable!”, dijo uno de ellos por el sonido.
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Maquilas: tumba de trabajadores, sustento esencial del capitalismo mundial


Protesta de trabajadores en Ciudad Juárez, exigiendo cierre de las maquilas 

Que asuman su responsabilidad esos desgraciados; destrozaron a mi familia, que no quede así nomás”, reclama Juan N. al recibir las cenizas de su hija de 25 años, después de la muerte días antes de su esposa. A las dos las obligaron a seguir trabajando en la fábrica de Smiths Medical en Tijuana, aunque tenían síntomas de Covid-19. “Una simple gripa con tos” decía la doctora de la empresa, al negarles permiso de incapacidad. Ahora las dos están muertas y Juan y el único hijo que le queda están enfermos de coronavirus.[1]

Es una historia criminal que se repite una y otra vez. Baja California es el estado con más maquiladoras y exportadores de manufacturas (más de 900) y es el  tercer lugar con más contagios y más muertes en el país. Hasta el 16 de mayo, 432 trabajadores de maquiladoras habían fallecido de Covid-19 en Baja, (de un total de 519 muertes en el estado — ¡más de 80% de los decesos son de las maquilas!).[2]

Lo mismo pasa en Ciudad Juárez, Chihuahua. Al 8 de mayo, las maquiladoras habían llevado hasta la muerte a por lo menos 104 trabajadores[3] y habían dejado enfermos a muchos más, en por lo menos quince brotes de contagios por el virus SARS-CoV-2. Las autoridades y los empresarios encubren la severidad de la pandemia. Profesor e investigador universitario Hugo Almada Breach, afirmó que más de 400 personas fallecieron del virus hasta el 12 de mayo solo en la Clínica 66 del IMSS, “un número muy distinto de lo que se ha informado”. Se exige que se informe la verdad “sin pretextos, como que no tienen pruebas, o cosas así, que no le interesan a la población”.[4]

Esto ha pasado en plena contingencia. Muchas maquiladoras seguían trabajando sin protecciones ni medidas, y obligando a gente enferma a seguir trabajando so pena de peder su trabajo. En varios casos, importantes paros, protestas y luchas por parte de los obreros han obligado a las empresas a cerrar temporalmente. Pero ahora, cumpliendo con las exigencias del gobierno estadounidense, el gobierno mexicano ha anunciado que van a abrir sus puertas de nuevo, con consecuencias potencialmente aún más letales para las mujeres y hombres que laboran ahí.
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De apretón de clavijas a apretón de muerte - La dominación imperialista, la Covid-19 y dejar en el olvido a los pobres del mundo

La maquiladora propiedad del grupo TECMA en Ciudad Juárez fue el centro de un gran brote de la Covid-19. Trece empleados de la fábrica han muerto de la enfermedad, según las autoridades sanitarias mexicanas. (Foto: Wikipedia)

Raymond Lotta


7 de mayo de 2020 | revcom.us

A medida que la pandemia de la Covid-19 se extendía por todo el mundo, la economía mundial venía contrayéndose. A medida que el sufrimiento y las muertes provocados por el virus han aumentado en todo el planeta, el sistema imperialista mundial, en particular el imperialismo de Estados Unidos, ha respondido como siempre lo ha hecho: actuando para mantener el funcionamiento rentable y los intereses del imperio... con efectos aún más horrorosos, especialmente en los países oprimidos.

Cuatro ejemplos de diferentes partes del “sur global” donde la gran mayoría de la humanidad oprimida vive y trabaja:

Ejemplo 1. El embajador de Estados Unidos pronuncia un ultimátum al gobierno mexicano: las fábricas manejadas por corporaciones manufactureras de Estados Unidos tienen que permanecer abiertas, carajo, o nos llevamos nuestros trabajos a otra parte.

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Covid-19: La apuesta a la muerte

Personal de salud exige realizar pruebas y recibir insumos de protecciòn

Le insistían en que no tenía Covid-19 y que no se preocupara hasta pocos días antes de su muerte. Pedro Alejandro trabajaba en un call center (centro telefónico) dedicado a cobrar adeudos del Grupo Salinas, uno de los grupos empresariales favorecidos por el gobierno de López Obrador con el manejo de las tarjetas para programas sociales, entre otros. Como en otras empresas asociadas con el Grupo Salinas, se insistía en que los trabajadores siguieran trabajando, a pesar de la contingencia sanitaria y de ser actividades “no esenciales”, so pena de perder su trabajo.

Pedro empezaba a sentirse mal el 23 de marzo. Llamó a la Línea Covid-19 establecido por el gobierno y le dijeron que era solo una gripa, que no necesitaba ir al hospital. El 6 de abril ya no pudo ir a trabajar: tenía la temperatura alta, grave dificultad para respirar y tos, los síntomas típicos de Covid. Llamó por quinta vez a la Línea oficial y le dijeron lo mismo. Decidió ir a la Clínica 92 del IMSS, pero los doctores le dijeron que no había que preocuparse y que volviera a casa con una receta de paracetamol e ibuprofeno. La enfermedad siguió empeorando hasta el punto en que ya no pudo respirar ni mantenerse de pie. Llamó otra vez a la Línea Covid-19 y le dijeron lo mismo, que no era Covid. Ya no confiaba y pidió a su esposa que lo llevara al hospital. Cuatro días después, Pedro murió de Covid-19.[1]

Esto fue criminal. Y no es un incidente aislado. Nos dice mucho de la naturaleza de un criminal sistema económico capitalista que pone las ganancias por encima de la vida de la gente — la empresa seguía abierta incluso después de la muerte de Pedro y otro empleado. Nos dice mucho de la Línea Covid-19 oficial que trata de disuadir a la gente a buscar tratamiento por los limitados recursos del raquítico sistema de salud público que suele estar al tope incluso en los mejores momentos.

Son esenciales las pruebas masivas para salvar vidas, pero el gobierno mexicano rehúsa aplicarlas

También nos ilustra la naturaleza criminal de la política del gobierno de no aplicar ampliamente las pruebas para detectar esta nueva enfermedad altamente contagiosa. Si se hubiera aplicado la prueba cuando Pedro presentaba los primeros síntomas, los trabajadores hubieran tenido más bases para insistir en que se cerrara la oficina, tal vez evitando así lo que sucedió: la infección de varios otros empleados y la muerte de Rodolfo Huby Cruz Juárez, de 30 años de edad, dos semanas después de Pedro. Tal vez el mismo Pedro Alberto hubiera recibido mejor tratamiento a tiempo y tenido más posibilidades de sobrevivir la enfermedad.
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En plena pandemia, EEUU y México arremeten contra los migrantes

Protesta el 1° de mayo de 2020, Día Internacional de los Trabajadores
Para este sistema, los inmigrantes son “cosas” para explotar, satanizar y desechar.

Para la revolución comunista, son seres humanos valiosos que cambiarán el mundo.

"Estar aquí es peor que haber estado secuestrada” dice Aurora, hablando de la estación migratoria de Acayúcan, Veracruz. “Entre Chiapas y Veracruz nos secuestraron a mí, mi esposo y mis dos hijos (de 5 y 2 años)… Nuestra familia como pudo juntó dinero [para pagar el rescate] y nos volvieron a bajar a Chiapas… Entonces, nos agarró Migración.… Yo ya no aguanto más; estar aquí [en la estación migratoria], es peor que haber estado secuestrada…  Estar aquí es lo más horrible que me ha pasado en la vida. Uno no puede hacer nada, el calor es insoportable, la gente llora, grita, se desespera, y tú no puedes hacer nada. Los niños no comen, pero es que quién va a comer con esa comida echada a perder, mal cocinada y con la peste de los baños… Mis hijos tienen ronchas del sudor y suciedad. Uno no puede ir al baño porque están a rebosar y la peste inunda todo…. Que nos deporten si es su gusto, pero que ya nos dejen salir de aquí. Que si nos van a matar, que por lo menos sea viendo el cielo, sintiendo el aire, siendo libres, pero que no me quiero morir aquí de tristeza, de soledad, peor que un animalito, peor que una cosa, peor que nada”.[1]

Como Aurora, decenas de miles de migrantes más han sido apresados en estas infernales cárceles migratorias en los últimos años. Esperando un permiso de un año, con la condición de quedarse en el sur de México. Aunque a la mayoría les toca la deportación a las tierras de donde tuvieron que huir—del terror del gobierno y las pandillas, de la pobreza, la violencia doméstica o los estragos del cambio climático.
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