Raymond Lotta
7 de mayo
de 2020 | revcom.us
A medida que la
pandemia de la Covid-19 se extendía por todo el mundo, la economía mundial
venía contrayéndose. A medida que el sufrimiento y las muertes provocados
por el virus han aumentado en todo el planeta, el sistema imperialista mundial,
en particular el imperialismo de Estados Unidos, ha respondido como siempre lo
ha hecho: actuando para mantener el funcionamiento rentable y los intereses del
imperio... con efectos aún más horrorosos,
especialmente en los países oprimidos.
Cuatro ejemplos de
diferentes partes del “sur global” donde la gran mayoría de la humanidad
oprimida vive y trabaja:
Ejemplo 1. El embajador de Estados Unidos pronuncia un ultimátum al
gobierno mexicano: las fábricas manejadas por corporaciones manufactureras de
Estados Unidos tienen que permanecer abiertas, carajo, o nos llevamos nuestros
trabajos a otra parte.
Cerca de la frontera
de Estados Unidos en México, las fábricas de propiedad estadounidense y de
subcontratación emplean a cientos de miles de trabajadores mexicanos. Producen
computadores, aviones y refacciones de autos, televisores y otros aparatos
electrodomésticos, en su inmensa mayoría para el mercado estadounidense. Los
salarios de los trabajadores promedian una novena parte
de los salarios en el sector manufacturero en Estados Unidos; y las
protecciones laborales y ambientales son mínimas.
Al estallar brotes
del coronavirus en estas y otras fábricas, al enfermarse y morirse los
trabajadores en el trabajo y al escasear las pruebas para el virus, la
Secretaría de Salud mexicana ordenó el cierre de las plantas. Era una medida de
seguridad muy mínima. Pero para los imperialistas de Estados Unidos, se trata
de un acto criminal intolerable. Como se contó en el New York Times,
no se hizo debido a que estas fábricas estén produciendo productos o estén
proveyendo servicios esenciales para el bienestar del pueblo mexicano. Una
vez más, se exporta la mayor parte de la producción. Pero el gobierno de
Estados Unidos estima que esa producción es
“esencial” para... ¡Estados Unidos! ¿Dígame?: ¿los televisores,
bolígrafos Sharpie, motores de aviones para una industria aeronáutica
estadounidense la cual está reduciendo severamente sus operaciones?
Un pequeño
secreto sórdido: para que las cadenas de suministro* de los imperialistas tengan rentabilidad, hace falta que las
líneas de montaje globales sigan su marcha... las capacidades estratégicas de la
máquina de muerte de las fuerzas militares y el aparato de seguridad de Estados
Unidos requieren una entrada garantizada de componentes... y la fuerza competitiva del capital
estadounidense depende de una producción confiable, eficiente y de bajo costo —
lo que es más aún cierto en vista del reimpulso en grande de la economía china,
el que le da a la China imperialista una cierta ventaja competitiva en una
economía imperialista mundial golpeada.
Así por eso, el
embajador de Estados Unidos pronuncia esta amenaza en respuesta a las
declaradas preocupaciones del gobierno mexicano sobre la propagación de la
Covid-19 entre los trabajadores de estas plantas: “Ustedes no tendrán
‘trabajadores’ si cierran todas las empresas y éstas se trasladan a otro
lugar”. En otras palabras, que ustedes (México) reabran, o nosotros
(Estados Unidos con sus empresas trasnacionales) lisa y llanamente podríamos
cerrar nuestras fábricas y dejar que su economía se derrumbe aún más.
Lo cual, por cierto, es parte de la lógica operacional y la extorsión de las
cadenas de suministro imperialistas. Las fábricas mexicanas han
permanecido abiertas.
El New York Times describió este
ultimátum como un ejemplo de la “relación desigual” de Estados Unidos con
México. Podemos ser más precisos: neocolonialismo bruto. Y tengan en cuenta este hecho: la gran mayoría de los infectados en
México con la Covid-19 son trabajadores fabriles[1].
Ejemplo 2. Moda rápida, las maquiladoras y la Covid-19 en Bangla Desh.
Unos 4.1 millones de
trabajadores, el 85 por ciento de ellos mujeres, viven y trabajan en las
condiciones de hacinamiento de la industria de la costura de Bangla Desh.
Producen camisetas, vestidos y pantalones para empresas como Wal-Mart, Target,
H&M y otros minoristas occidentales. Los accidentes industriales,
los incendios, los derrumbes de edificios (más de mil personas murieron en un
solo derrumbe en 2013) y los abusos sexuales son habituales en estas fábricas
que reducen los costos y agotan la vida. Todo ello se integra en la
“moda rápida” estacional de los consumidores[2].
En beneficio
de sus intereses, el imperialismo ha distorsionado y deformado la economía de
Bangla Desh: el 80% de sus ingresos por concepto de exportación se derivan de
la industria de la costura; es el motor del “crecimiento” económico de Bangla
Desh; y el país es muy vulnerable a los choques económicos procedentes de los países
imperialistas (como la recesión de 2008-2009). Una
espada pende sobre la industria de las prendas de vestir: si estas fábricas de
prendas de vestir no cumplen y no siguen abaratando los costos de producción
prescritos, pues los minoristas occidentales pueden subcontratar la producción
a otros proveedores en otros países pobres. Así es el modus operandi
en que se competen unos con otros en las cadenas de suministro imperialistas. Hacer
que se abaraten los costos, se aumente la rentabilidad... y todo ello se basa
en la superexplotación salvaje. Esa es la norma, antes del inicio de la
Covid-19.
Con los duros azotes
de la pandemia y el cierre de las tiendas minoristas en Estados Unidos, las
empresas occidentales cancelaron abruptamente pedidos por miles de millones de
dólares. Una gran parte de la industria de la costura y otras manufacturas
cerraron en Bangla Desh. Millones de trabajadores, en su mayoría mujeres
provenientes de las zonas rurales, fueron enviados a casa. Casi todos
los minoristas de renombre se negaron a contribuir al costo de los salarios
parciales para los trabajadores con permiso de ausencia, como lo estipula la
ley de Bangla Desh. Enviaron al 70 por ciento de estos trabajadores a
casa sin paga[3]. Muchos
de ellos, sin saberlo, llevaban el coronavirus a sus aldeas.
Pero los
cierres eran temporales. Las agrupaciones de
propietarios rivales y las fábricas de ropa de Camboya, China, Sri Lanka y
Vietnam (operaciones que también forman parte de las cadenas de suministro
occidentales) habían reabierto. Y si las fábricas de Bangla Desh no encontraran
su propia manera de volver a abrirse, podrían perder los pedidos de manera
permanente. Así pues, se asoma el espectro de que cientos de miles de
costurer@s trabajadores iban y venían entre las aldeas y Daca (la capital de
Bangla Desh, donde se centra la industria de la costura) — y muchos de ellos
viajaban a pie. Y así el horror, para citar a The Economist,
en que “las fábricas de la costura dejaban a que los trabajadores
languidecieran en ciudades miseria — ahora convertidas en los centros del brote
de coronavirus de Bangla Desh”.
¿Mencioné que en uno
de los distritos más pobres de Daca, donde se agrupan las fábricas de ropa,
resultaron positivas 150 de las 160 pruebas por la Covid-19 realizadas en un
solo día? ¿Mencioné que Bangla Desh tiene una población de 170 millones
pero solamente unas 1.000 camas de cuidados intensivos[4]?
Ejemplo 3. Ciudades miseria causadas por el imperialismo... como
correas de transmisión de la Covid-19.
A medida que la curva
de los nuevos casos de la Covid-19 comienza a aplanarse en los países ricos, ahora
las naciones pobres representan todos los países donde los casos de la Covid-19
crecen más rápidamente.
Una de las
principales razones de esta situación es lo que Bob Avakian ha llamado la
“tugurización” del tercer mundo, lo que se refiere a la urbanización
vertiginosa en los países oprimidos, y al crecimiento explosivo de ciudades y
tugurios densamente poblados y
empobrecidos donde se propagan fácilmente
las enfermedades.
¿A qué se debe este
crecimiento sin precedentes de las ciudades y “megaciudades” del tercer mundo? Los
imperialistas han invertido en la agroindustria y en las materias primas y se
han apropiado de tierras en las zonas rurales, todo lo que ha devastado la
agricultura de subsistencia de los campesinos. Las zonas de procesamiento para
la exportación de los imperialistas que producen productos para los países
ricos atraen a los migrantes hacia las ciudades. El calentamiento global,
causado en su inmensa parte por el uso de combustibles fósiles por los países
ricos, ha convertido en desierto las tierras anteriormente cultivadas y
pastoreadas. Estos y otros factores han impulsado y atraído a
muchísimas decenas de millones de personas de las zonas rurales hacia las ciudades.
Pero las economías de los países oprimidos están tan distorsionadas por el
imperialismo... que no pueden absorber a la gente en empleos regulares.
Basura amontonada en Dharavi, India. |
Mientras nos
refugiamos en el lugar, reflexionemos sobre este pasaje de un estudio
académico: “Hay 1.200 millones de personas en todo el mundo que viven
en tugurios informales, los que por definición están hacinados y carecen de
acceso suficiente a agua y alcantarilla... lo que significa que cualquier
aplicación de aislamiento o cuarentena es imposible. En algunos tugurios la
densidad es tan alta como 800.000 personas por milla cuadrada [2,6
kilómetros cuadrados] — en comparación, la de la ciudad de Nueva York
es de 27.000”[5]. Eso
suscita la pregunta: ¿cómo se practica el distanciamiento social en estas
terribles condiciones?
Pero no se trata
únicamente de la manera en que se obliga a la gente a vivir en los países
oprimidos. También se trata de la forma en que se les impele a trabajar. La
gran mayoría de las personas del “sur global” trabajan, cuando sí encuentren
trabajo, en lo que se llama la “economía informal”. Se trata de trabajos
irregulares que ofrecen poca seguridad, con un pago principalmente en efectivo,
trabajos que no se benefician de la reglamentación laboral y no ofrecen
prestaciones. La mayoría de los que trabajan en la economía informal
no tienen ahorros y necesitan recibir sus ingresos diarios o semanales para dar
de comer a sus familias. Eso suscita la pregunta: ¿hay que observar los
cierres y morirse de hambre — o hay que desafiarlos a fin de dar de comer a su
familia?
Y los gobiernos de
los países más pobres tienen presupuestos limitados para apoyar a las
poblaciones que ya no trabajan o que están bajo encierro. Como observó una
periodista: “[se trata] de lo peor de ambos mundos — la pobreza en masa
debido a los cierres y las enfermedades y muertes en masa debido a la continua
propagación del virus”[6].
Así es la realidad actual para gran parte de la población del mundo.
Ejemplo 4. Y va de mal en peor... el control asfixiante imperialista
sobre la salud pública en los países pobres.
En 2019, 64
países, casi la mitad de ellos en el África subsahariana, erogaron más en el
servicio de la deuda externa que en salud[7]. El
servicio de la deuda es la cantidad de dinero —el interés y el principal— que
se paga durante un período dado para saldar los préstamos de los bancos,
gobiernos y otras instituciones de préstamo imperialistas como el Fondo
Monetario Internacional** .
Se trata de una cifra
espeluznante el hecho de que estos países pagan más para saldar su deuda que
para la salud pública nacional. Ello ha significado que, debido a los
recortes de los presupuestos, capacitación e investigación en materia de la
salud en los países pobres a lo largo de los años (como parte del cumplimiento
de las condiciones para obtener más préstamos de las instituciones financieras
imperialistas), muchos médicos formados en África emigran al Occidente.
Esto significa, en esta época de pandemia, que los recursos financieros que
podrían ir a aliviar algunos aspectos de esta crisis se asignan a saldar los
préstamos que refuerzan toda la estructura de la dominación imperialista de los
países oprimidos: la producción orientada a la exportación, la extracción de
materias primas y el desarrollo de la infraestructura que sirve a las
necesidades de la acumulación imperialista de ganancias y más ganancias. Y en
vista de que las economías de las naciones pobres ahora están experimentando
fuertes desaceleraciones, y cuando se necesitan miles de millones de dólares
adicionales para hacer frente a esta crisis sanitaria, este reembolso de la
deuda se convertirá en una carga aún mayor para estos países.
Consideremos estos
hechos:
*África tiene
la mayor carga de enfermedades del mundo, pero tan sólo el 3% de los
trabajadores sanitarios del mundo[8].
*En el momento más
álgido del brote de ébola en África occidental, había un promedio de dos
médicos por cada 100.000 personas en Sierra Leona, y 45 por cada 100.000 en
Nigeria (el país más poblado de África) — en comparación con unos 250 médicos
por cada 100.000 personas en Estados Unidos en ese momento[9].
* A mediados
de abril de 2020, Nigeria, con su población de 200 millones, ¡sólo tenía cien
respiradores[10]!
CONCLUSIÓN
Todo lo que
se ha descrito refleja el desequilibrio del mundo: la concentración de fuerzas
productivas y tecnología avanzadas en los países capitalistas imperialistas. Todas las “condiciones preexistentes” de la dominación imperialista en
el “sur global” —las maquiladoras de las cadenas de suministro, los préstamos
que aprietan el control sobre las economías de los países pobres y las distorsionan,
las ciudades miseria densamente pobladas de pobreza y enfermedad— han sido un
horror sin tregua. Todo esto está integrado y es un elemento básico en la
naturaleza fundamental y el funcionamiento del sistema imperialista capitalista.
Con la pandemia de la Covid-19, todo el sufrimiento se ha intensificado y se
intensificará más.
Como ha dicho
Bob Avakian: “…tenemos dos opciones: o vivir con todo eso —y condenar a las
generaciones del futuro a lo mismo, o a cosas peores, si es que siquiera tengan
un futuro— o, ¡hacer la revolución!”
Notas explicativas
* Una cadena
de suministro es una red integrada de unidades de producción, transporte y
distribución que forman el proceso de producir una mercancía final, como Nikes,
iPhones o coches. El capital imperialista despliega cadenas de
suministro globales para subcontratar y externalizar segmentos
interrelacionados de la producción (minería de materiales, fabricación de
refacciones y componentes, montaje) a los proveedores de bajos salarios en las
naciones oprimidas del “sur global” — y ejerce una presión continua sobre estos
proveedores para abaratar los costos, lo que significa una explotación más
salvaje de los trabajadores.
** Para pagar
la deuda, los países pobres tienen que generar entradas e ingresos, típicamente
mediante la producción y venta de productos en el mercado mundial, lo
cual proporciona las divisas, como el dólar, que se requieren para hacer los
pagos de la deuda. Pero a menudo, cuando no es posible pagar la deuda
debido a los elevados intereses y préstamos a corto plazo, los países pobres
tienen que pedir prestado y volver a pedir prestado para pagar los préstamos,
lo que conduce a una situación denominada “trampa de endeudamiento”.
[1] Natalie Kitroeff, “As Workers
Fall Ill, U.S. Presses Mexico to Keep American-Owned Plants Open”, New York
Times, 30 de abril de 2020.
[2] Vea Dana Thomas, Fashionopolis:
The Price of Fast Fashion and the Future of Clothes (Nueva York: Penguin,
2019).
[3] Elizabeth Paton, “‘Our Situation
is Apocalyptic’: Bangladesh Garment Workers Face Ruin”, New York
Times, 31 de marzo de 2020.
[4] “Suffering from
a stitch—Bangladesh cannot afford to close its garment factories”, The Economist,
30 de abril de 2020.
[5] Asif Saleh y Richard A. Cash,
“Masks and Handwashing
vs. Physical Distancing: Do We Really Have Evidence-based Answers for
Policymakers in Resource-limited Settings?”, Center for Global
Development, 3 de abril de 2020.
[6] Kelsey Piper, “The
devastating consequences of coronavirus lockdowns in poor countries”, Vox, 18 de abril
de 2020.
[7] Jubilee Debt Campaign, “Sixty-four
countries spend more on debt payments than health”, 12 de abril de
2020.
[8] Robert Nash, et al., “Reflections on family medicine and
primary healthcare in sub-Saharan Africa”, BMG Global Health, 12 de
mayo de 2018.
[9] Statista Research Department,
“Physician
density in West African countries suffering from the 2014 Ebola outbreak”, 16 de agosto de
2014.
[10] Max Bearak y Danielle
Paquette, “Africa’s most
vulnerable countries have few ventilators—or none at all”, Washington
Post, 18 de abril de 2020.
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