Es
cierto que el mundo y la vida de las mujeres han cambiado mucho en las últimas
décadas, pero una cosa que no ha cambiado es que no somos libres.
Por el mismo impulso competitivo del sistema de maximizar las ganancias, y por
la lucha de las mujeres, la mayoría de las mujeres salimos al mundo, en vez de
estar encerradas en la casa. Millones de mujeres se gastan la vida produciendo
ropa o computadoras, cosechando jitomates o limpiando las oficinas de grandes
empresas. Muchas son madres solteras, llevando la lucha agobiante de alimentar
y educar a sus hijos. También ha crecido la clase media, más mujeres estudian
carreras, algunas ocupan posiciones privilegiadas, lo que a veces las convierte
en un blanco de la venganza brutal de hombres resentidos. Estos y otros cambios
en el papel de las mujeres en la sociedad están chocando con formas y “valores”
tradicionales del patriarcado, debilitando en parte su poder de someterlas. Por
eso, poderosas fuerzas económicas, políticas y religiosas libran una
“guerra” contra las mujeres en todo el mundo para reforzar el patriarcado,
porque necesitan mantener la subordinación de las mujeres como un cimiento de
todo su sistema opresivo.
Desde
hace unas décadas, fuerzas fundamentalistas cristianas e islámicas (y de otras
religiones), han suprimido a las mujeres y reforzado la dominación masculina
sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas, dondequiera que puedan. El régimen fascista
de Trump y Pence en Estados Unidos representa un salto en esta brutal
reafirmación del patriarcado y un grave peligro para toda la humanidad, porque
encabezan un imperio mundial que aplasta y destruye vidas por toda la Tierra.
Controlar y someter a las mujeres es parte central de su programa fascista de
restaurar “la grandeza” de Estados Unidos (además de buscar imponer también la
supremacía blanca, la xenofobia, la homofobia y la negación de la verdad y la
ciencia).
Trump
es un abusador misógino bravucón que reclama abiertamente el “derecho” de los
hombres a dominar el cuerpo y la vida de las mujeres. Cuando se tiene a un
presidente como Trump que se jactó de “agarrar el sexo” a las mujeres, eso pone
una nueva “norma” de vil misoginia para EU y todo el mundo. Trump ya ordenó negar fondos federales a cualquier
programa de salud reproductiva en otros países que siquiera dé
información sobre servicios de aborto, lo cual significa un atentado brutal
contra la salud y la vida de millones, por abortos inseguros, por SIDA y por
falta de servicios médicos en muchas zonas rurales pobres. También nombró a un
juez fundamentalista antiaborto para la Suprema Corte, lo que hace muy probable
la eliminación del derecho al aborto en EU, con repercusiones internacionales. Pence
es un fundamentalista cristiano fascista, que busca la prohibición total no
solo del aborto, sino de los anticonceptivos, la educación sexual, relaciones
sexuales antes del matrimonio, y la represión total de lesbianas, gays y personas
con otras identidades no heterosexuales.
En
México, la iglesia católica encabeza esta “guerra” para reforzar el patriarcado
y los valores de la Edad de las Tinieblas.
Dirigió la embestida antiaborto que impuso las reformas constitucionales
antiabortos en 18 estados justo después de la despenalización parcial del
aborto en el Distrito Federal en 2007, con la ayuda del PAN, el entonces
presidente Felipe Calderón, políticos del PRI y de otros partidos, y las
iglesias evangélicas. La prohibición del derecho al aborto defendido por todas
estas fuerzas no tiene nada que ver con defender “la vida” y tiene todo que ver
con afianzar el sometimiento de las mujeres a los hombres y al orden social
opresivo actual. En 2016 la iglesia católica y las evangélicas organizaron la
“Marcha por la Familia” —que mejor debería llamarse la “Marcha por la Homofobia,
el Patriarcado y la Persecución de los LGBTT”— e hicieron que Peña Nieto parara
la Ley del Matrimonio Igualitario.
8 de marzo de 1967 en Beijing, cuando China todavía era socialista |
Nada
de esta opresión es “normal”. Nada de esto se debe a la “naturaleza humana” o
la “naturaleza de los hombres”. En realidad, no existía ninguna opresión social
de hombres sobre mujeres por la mayor parte de la existencia de nuestra especie:
de los cien mil años de homo sapiens, la supremacía masculina solo surgió
y se impuso hace como seis mil años, cuando surgieron las primeras divisiones
de clase. Cuando un grupo convirtió en su propiedad privada el fruto del
trabajo de los demás, se convirtió también a las mujeres en propiedad de los
hombres. Desde aquel entonces, cada sistema basado en la explotación ha
mantenido y reforzado el patriarcado, cambiando algunas de las formas de
la opresión de las mujeres, pero manteniendo la raíz de la dominación
masculina, por medio de instituciones políticas y religiosas, relaciones
sociales e ideas que refuerzan toda esta opresión. Hoy en día, es necesario y
posible eliminar por completo las dos
cosas: la opresión de la mujer y la división de la sociedad entre explotadores
y explotados, y no se puede hacer el uno sin el otro.
Protesta de trabajadoras de la fábrica Triangle en Nueva York en 1911 que dio lugar al Día Internacional de las Mujeres |
Como lo plantea Bob Avakian, Presidente del Partido Comunista
Revolucionario, Estados Unidos, “La opresión de la mujer está íntimamente
ligada a la división de la sociedad en amos y esclavos, explotadores y
explotados, y acabar con todo esto es imposible sin liberar completamente a la
mujer. Por eso la mujer desempeñará un enorme papel en el proceso de hacer la revolución
y garantizar que esta no pare a medias. Es posible e imprescindible
desencadenar plenamente la furia de la mujer como una fuerza poderosa para la
revolución proletaria”. (Lo BAsico, 3:23, pág. 87-88).
La
opresión a las mujeres es un pilar fundamental del sistema
capitalista-imperialista que domina todo el mundo. Tenemos que combatir esta
opresión en todas sus formas, a la vez que debemos entender que ninguna nueva
ley, protocolo, alerta de género u otra medida dentro de este sistema llevará a
poner fin a los intolerables crímenes que se cometen diario contra las mujeres.
Nunca nos liberaremos apelando al mismo sistema que produce todos estos
horrores y criminaliza a las víctimas. El problema no es simplemente oficiales corruptos,
autoridades omisas o la falta de “instrucción en derechos humanos con
perspectiva de género” de los uniformados y las autoridades. El problema es el
patriarcado y el sistema que lo mantiene y lo impone.
El
sistema capitalista-imperialista que domina el mundo hoy en día no puede
eliminar la opresión de la mujer, pero ha creado la base material para la
revolución comunista que sí lo puede hacer. Los cambios en el papel social
de las mujeres están en contradicción extrema con la opresión patriarcal que se
refuerza, y esta contradicción es parte muy importante de la base material para
la revolución que puede derrocar este sistema y finalmente emancipar a las
mujeres y a toda la humanidad.
Existe
una tremenda furia y deseo de liberarse de esta opresión entre las mujeres por
todo el mundo. No siempre se expresa abierta ni plenamente y a veces se expresa
de formas equivocadas. Pero desencadenar y expresar plenamente esta furia y el
deseo de liberarse tiene que ser una parte fundamental de preparar y hacer la
revolución que hace falta para finalmente emancipar a toda la humanidad. Esta
furia y potencial revolucionario se reflejan en parte en torrentes de lucha que
irrumpen a veces y sacuden la sociedad—como pasó en la India en 2012 cuando decenas
de miles salieron a protestar la violación tumultuaria de una joven por un
grupo de hombres desconocidos que la atacaron al bajarse del transporte
público; o el 24 de abril de 2016 en México, cuando miles salieron a la calle
en varias ciudades en contra de las múltiples formas de violencia brutal contra
las mujeres; o el 21 de enero de 2017, cuando 4 millones salieron a las calles
en Estados Unidos, acompañados por miles más en otros países, en oposición al
régimen misógino y fascista de Trump y Pence y el patriarcado extremo que
pretenden imponer.
Organicémonos ahora para combatir
el patriarcado y la guerra contra la mujer, con una resistencia que no solo
busca aminorar un poco la intolerable opresión de las mujeres sino que lucha
por eliminarla, por medio de la revolución comunista que se prepara
urgentemente desde ahora.
Aurora Roja, voz de la Organización Comunista Revolucionaria,
México
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