Foto de portada: San Cristóbal de Las Casas, Chiapas – Mujeres gritando consignas en la movilización #24A, el 24 de abril de 2016 – Foto de Aarón Cadena Ovalle |
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El sistema aprieta las cadenas
Por todo el mundo, el sistema
capitalista-imperialista aprieta las cadenas que someten a las mujeres. La dominación
masculina permea en toda la sociedad y se expresa en formas muy crueles:
feminicidios, violaciones, desapariciones, esclavitud sexual, tortura,
golpizas. Ninguna mujer se libra de la opresión estructural inherente al
sistema, de las relaciones y las ideas patriarcales (de supremacía masculina),
que agreden, humillan y degradan a las mujeres, tratándolas como si fueran la
propiedad de los hombres, como si fueran seres inferiores, como si no fueran
humanos.
Irrumpe la largamente suprimida furia de las
mujeres
Irrumpe repetidas veces parte de la largamente
suprimida furia contra todo esto, a veces como una tempestad que parece venir
de la nada pero cala hondo en millones y hace eco en el mundo:
En diciembre de 2012, protestas
convulsionaron la India en respuesta a la brutal violación y asesinato de una
joven por seis hombres a bordo de un autobús; la golpearon, la violaron con una
vara metálica, rompieron sus huesos, destruyeron sus intestinos y la arrojaron
desnuda y sangrienta en la calle; murió 13
días después. Este crimen atroz podría haber sucedido en cualquier parte del
mundo como es ahora, pero esta vez, un torrente de protestas sacudió el país y
dejó huella en el mundo; miles de mujeres de todas las edades y sobre todo las
y los jóvenes enfrentaron los cañones de agua, gas lacrimógeno, y varas de la
policía durante varios días y lanzaron consignas como “Imagina un mundo sin
violencia sexual contra la mujer; ¿puedes imaginarlo?” y, “No por ser tu
hermana, tu mamá, tu esposa… Simplemente porque somos seres humanos”.
En 2016, decenas de miles de mujeres y
hombres tomaron las calles en más de 60 ciudades de Polonia contra una
propuesta de ley que prohibiría por completo el derecho al aborto, con castigo
de cárcel para mujeres que abortaran. Treinta mil participaron en un paro de
labores, y la energía y enojo de las protestas asustaron al partido gobernante
que se apresuró a retirar la propuesta.
También ese año, miles salieron a las calles
en 27 ciudades en México, “contra las violencias machistas” y bajo el lema de “#Vivas
nos queremos”, el 24 de abril de 2016 (aniversario de la aprobación del derecho
al aborto durante las primeras 12 semanas en el Distrito Federal). En
septiembre de 2017, volvieron a salir miles con indignación por el asesinato de
Mara Fernanda Castilla, estudiante universitaria en Puebla de 19 años, que fue
estrangulada y sufrió abuso sexual. El crimen concentró la ira acumulada por los
más de siete feminicidios diarios en el país y el acoso y abuso sexual
intolerable que persigue a las mujeres en todas partes, y los manifestantes
denunciaron varios otros casos. La mamá de Mara dijo que el asesinato de su
hija “debe ser la gota que derramó el vaso”. Un tuit que reflejó el espíritu de
la marcha: “No estamos heridas, estamos furiosas”.
La “marcha de las mujeres” el 21 de enero de
2017, cuando más de cuatro millones tomaron las calles en Washington DC y 70
ciudades más en Estados Unidos, así como 250,000 en otros países, en contra del
nuevo régimen de Trump y Pence, expresó poderosamente el odio por ese régimen fascista—abiertamente
patriarcal y misógino, racista, y anti-inmigrante que encarna la supremacía
estadounidense, y que es un terrible peligro para las mujeres y para toda la
humanidad. En los últimos meses, el alud de denuncias al acoso y abuso sexual, y
el encubrimiento de esto por parte de las instituciones dominantes, que comenzó
en Hollywood pero se ha extendido a otras esferas y clases sociales en varias
partes del mundo, expresa una justa furia que exige un cambio radical en la
cultura a través del mundo.
¿Desencadenar el coraje y lucha contra las
causas y responsables de tanta violencia e injusticia o contenerlo y
canalizarlo por el mismo sistema que causa tantos horrores?
Dentro de todas estas protestas y en el
movimiento de las mujeres en general, se plantea el debate: ¿Desencadenar este coraje de las mujeres y
forjar una poderosa lucha contra las causas y los responsables de tanta
violencia e injusticia completamente intolerable, o contener la furia y
limitarse a intentar “mejorar” el mismo sistema que da origen a todo esto y necesita
mantenerlo? Necesitamos forjar
el primer camino y no atascarnos en el segundo. Necesitamos luchar de
manera independiente y en contra del Estado y el sistema que impera,
tomar las calles y denunciar a las mismas autoridades e instituciones que
reproducen, cometen, encubren y justifican la opresión a las mujeres, y no confiar,
colaborar ni depender de ellas.
Nuevas condiciones y papeles para las
mujeres, nuevos peligros para el sistema capitalista y patriarcal
En el trasfondo de los crecientes ataques
misóginos y los estallidos de justa indignación de las mujeres yacen importantes
cambios socioeconómicos en el mundo en las últimas décadas, y en la situación y
el papel de las mujeres. El mismo funcionamiento del sistema capitalista-imperialista
ha expulsado del campo a cientos de millones, arrojándolos a las ciudades y a los
países imperialistas. Cada vez más mujeres trabajan fuera del hogar,
sobreexplotadas, por ejemplo, en maquiladoras que son parte de los cimientos
del capital imperialista en el mundo ahora. También han crecido las capas
medias en los países oprimidos; por las necesidades del sistema y la lucha de
mujeres, más mujeres estudian, son profesionales, catedráticas, abogadas,
médicos, a la vez que más son madres solteras, más sufren la pobreza, y emigran.
En general, las mujeres participan más en la sociedad y exigen mayor libertad,
y estos cambios han trastornado las formas tradicionales de las estructuras de
la supremacía masculina, lo cual es un problema serio para la estabilidad
social del sistema.
Las clases dominantes buscan subordinar la
lucha de las mujeres a los confines mortíferos de su Estado
Por eso, las clases dominantes imperialistas
y sus socios dependientes, los grandes capitalistas en los países oprimidos
como México, vienen prestando cada vez más atención a las mujeres en las
últimas décadas, con dos enfoques básicos: por un lado, hacen pronunciamientos
y campañas publicitarias por la igualdad de las mujeres. En México, aprueban
leyes como la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de
Violencia (LGAMVLV), y lanzan programas sociales (en parte importante diseñados
y financiados por instituciones imperialistas como la Agencia de Desarrollo Internacional,
el Banco Interamericano de Desarrollo, etc.), como las Ciudades de Mujeres, las
Ciudades de Justicia para las mujeres, el Programa Mujer PYME (Pequeñas y
Medianas Empresas), entre otros. El propósito de todo esto es colocar el Estado
al frente de la “lucha por la igualdad y la justicia” para las mujeres, para contener
la indignación y desviarla por caminos que no estorban y hasta refuerzan el
funcionamiento de su sistema. Para los que dominan la economía, la política y
la vida social, los cambios en la situación y el papel de las mujeres que han
debilitado las estructuras tradicionales del patriarcado es como una bomba que hay
que desactivar.
A la vez que refuerzan el patriarcado
Por otro lado, y más fundamentalmente, “desde
arriba” se está reforzando el patriarcado y reafirmando las formas tradicionales
de la opresión de las mujeres, porque es uno de los pilares principales que
sostienen este sistema. Por todo el mundo crecen las fuerzas fundamentalistas y
fascistas que consideran que las “libertades” de las mujeres y de las personas
LGBT son la “falla fatal” que afligen a la sociedad, motivo de las crisis y el
“desgaste del tejido social”, y están en una “cruzada” para prohibir el derecho
al aborto, los anticonceptivos, la educación sexual, el matrimonio entre
personas del mismo sexo y hasta para imponer el dominio de teocracias regidas
por fundamentalistas religiosos.
En este país, la iglesia católica, secundado
por las iglesias cristianas fundamentalistas, encabezan esta cruel ofensiva anti-mujer,
junto con la organización católica fascista el Yunque, el Partido Acción
Nacional, el Partido Encuentro Social (PES), varios de los grandes
capitalistas, y sectores del PRI y de otros partidos burgueses. Ya han reformado
las constituciones de 17 estados para declarar “seres humanos” a óvulos
fecundados, un paso hacia la prohibición del aborto en toda circunstancia, que
ya ha llevado al encarcelamiento de cientos de mujeres en México por abortar,
incluso espontáneamente. El cardenal Juan Sandoval Íñiguez proclamó el 10 de
diciembre en el Estadio Azul en la CDMX que el terremoto del 19 de septiembre
fue castigo de “dios” por los pecados—principalmente el aborto y “la perversa
ideología de género”. Dijo que el aborto es “el crimen más tremendo, más grave
y más cruel”, y que el crimen organizado “mata, descuartiza a sus víctimas”,
“en castigo por ese delito” del aborto. Esta es la voz de un cruel fanático, “apóstol”
de esclavizar a las mujeres, condenarlas a la maternidad obligatoria y el
sometimiento del patriarcado tradicional. No es una voz alejada del mundo
político. La fuerza creciente de esta posición se ve, entre otras cosas, en los
programas electorales de los partidos burgueses este año; por la alianza del
PRD con el PAN, y de Morena con el PES, no hay ningún programa electoral que
defienda el derecho al aborto ni los derechos de las personas LGBT.
La violencia contra las mujeres que arrecia y
la cruzada por negarles la libertad reproductiva son dos formas distintas de
reforzar estas relaciones opresivas de dominación masculina que son vitales
para el sistema capitalista. La cultura dominante, incluida la narcocultura, fomenta la misoginia,
el odio a las mujeres y la más brutal violencia, a la vez que los fascistas
cristianos, la iglesia católica y las instituciones dominantes en general
refuerzan el “culto a la maternidad”, predicando que ser madre es lo primordial
y el logro supremo para toda mujer.
No avanzaremos hacia la liberación de las
mujeres confiando en el mismo Estado patriarcal que comete crímenes de género y
encubre y protege los crímenes de otros
Existe un importante hartazgo y enojo, en
gran parte todavía latente, entre amplios sectores de mujeres contra el acoso y
abuso sexual, los feminicidios, y otros ataques misóginos que bombardean a
todas. Sin embargo, durante años, gran parte de las fuerzas feministas han
centrado sus esfuerzos en presionar al gobierno para que declare la Alerta de
Violencia de Género (AVG), (medidas establecidas en la Ley General de Acceso de
las Mujeres a una Vida Libre de Violencia), seguido por el proceso interminable
y casi siempre infructuoso de insistir que el Estado aplique las medidas
estipuladas. La experiencia acumulada demuestra que los feminicidios,
desapariciones y violaciones de mujeres arrecian en todas partes, igual o peor
con AVG. Hasta las fuerzas más empedernidas en el camino de “reformar” las
instituciones desde dentro del Estado admiten que es poco eficaz la AVG, pero
insisten que el problema está en la “implementación”, la falta de recursos,
personal y “voluntad política” de aplicar las medidas estipuladas en la ley, y
que hay que seguir en lo mismo, porque es la única manera de “cobrarle al
Estado” y “hacer que hagan su trabajo”. En realidad, con esta orientación, es
el Estado quien sale ganando: se engancha la denuncia y protesta a su aparato,
se reprime la indignación y se descarrila la lucha por justicia, a cambio de muy
escasas condenas de culpables. Se refuerza la ilusión falsa de que el actual
Estado puede ser un instrumento para “erradicar la violencia contra las
mujeres”, cuando en realidad sus instituciones siguen encubriendo, ejerciendo
y apuntalando la violencia misógina y la dominación masculina en general.
La misma experiencia acumulada ha llevado a muchas
personas y colectivos a enfadarse y cuestionar (por lo menos en parte) la
eficacia de encasillar la lucha en presionar las instituciones del Estado y en
cambio han tomado las calles en protesta. La verdad es que seguir y extender
cada vez más estas protestas y la denuncia amplia de los crímenes contra las
mujeres, apoyándonos en la gente y actuando de manera independiente del sistema
y sus instituciones puede sacudir la sociedad y crear condiciones de mucho más
condena social a los perpetradores de ataques misóginos, que incluye al Estado
y sus instituciones, y de mucho más apoyo a las mujeres y la lucha contra el
patriarcado.
Para fortalecer la resistencia, también hace
falta poner en claro ¿cuál realmente es “el trabajo” del actual Estado? No es
de proteger y servir a la gente, como siempre nos dicen, sino su propósito real
es de proteger y servir al sistema que domina a la gente, que en México es un
sistema mayormente capitalista, bajo dominación imperialista. El Estado sirve
para mantener y reforzar las relaciones de explotación y opresión de este
sistema, el “orden social” actual, que incluye el patriarcado y la opresión de
las mujeres, parte imprescindible de su funcionamiento. Es por eso que las
procuradurías, tribunales, jefes de gobierno, policías y fuerzas armadas, y
otras instituciones protegen a los asesinos y violadores de mujeres y
criminalizan a las víctimas; que no investigan los feminicidios y a menudo los
declaran “suicidios”; que no persiguen a los violadores y difaman a las mujeres
violadas; que no desbaratan las redes de trata que esclavizan y desaparecen a
mujeres y niñas, sino las protegen; que penalizan el aborto y acusan a mujeres
que abortan incluso espontáneamente de “homicidio en razón de parentesco” para
poder condenarlas a hasta 30 años de cárcel, junto con muchas otras formas en
que refuerzan la dominación masculina y la opresión a las mujeres. Por la misma
naturaleza del sistema, todo eso es “el trabajo” del Estado.
Ir a las raíces: no siempre existía la
dominación masculina sobre las mujeres
Para poder luchar por eliminar toda forma de
sometimiento de las mujeres, tenemos que entender el origen histórico de esta
opresión, qué lo mantiene hoy en día y qué hará falta para poder erradicarlo. No
siempre existía la opresión de las mujeres, y de hecho en la mayor parte de la existencia
de nuestra especie no había dominación
masculina sobre las mujeres. Durante muchas docenas de miles de años, los
seres humanos vivían de la recolección y la caza en pequeños grupos sin divisiones
de clase, y sin la dominación de la mujer por el hombre. De hecho, se solían
trazar la descendencia por la línea de las mujeres.
El patriarcado y sometimiento de las mujeres
surgió con las primeras divisiones de clase entre amos y esclavos hace aproximadamente
diez mil años. No fue el resultado de ninguna “naturaleza humana” o “naturaleza
masculina” egoísta innata, sino de cambios en cómo la gente buscaba su sustento
que hicieron posible que unos explotaran el trabajo de otros. En las sociedades
primitivas de caza y recolección, por lo general apenas alcanzaba el trabajo de
la gente para sobrevivir, así que no era posible que unos vivieran del trabajo
de otros.
Con el desarrollo de la agricultura y la
domesticación de animales, esto cambió: fue mucho más productivo que la caza y
recolección e hizo posible que las personas produjeran más de lo que era
necesario para su propio sustento. Este excedente hizo posible que alguna gente
explotara y viviera del trabajo de los demás. Surgió la división entre amos y
explotados, así como la propiedad privada de la tierra y otros nuevos
medios. Por lo general eran hombres los propietarios de esta nueva riqueza.
¿Cómo asegurar la herencia de esta propiedad a sus herederos? Se impuso la
familia patriarcal, con el linaje ahora por el padre en vez de la madre (como se
acostumbraba en las comunidades primitivas), como manera en que los hombres
propietarios pudieran controlar la actividad sexual de las mujeres, y heredar
su riqueza a sus hijos varones. Es solo entonces que el papel de las mujeres de
parir y criar a los hijos pequeños se transformó en una relación opresiva y se
redujo a las mujeres a ser esencialmente la propiedad de su padre y su esposo.
Desde ese entonces, cada nuevo sistema de
explotación ha heredado y conservado las relaciones e ideas patriarcales,
cambiando las formas específicas de acuerdo con el modo de producción. El
sistema capitalista-imperialista mundial actual es muy distinto a anteriores sociedades
de clase, pero se alimenta de la opresión de las mujeres en muchas formas y no
puede eliminar esta opresión, porque es una parte fundamental de lo que lo
mantiene a flote.
La opresión a las mujeres es un pilar del
actual sistema capitalista imperialista mundial
La opresión a las mujeres es un
pilar de este sistema por su papel central en la familia nuclear patriarcal que
es la unidad básica para cubrir las necesidades para sobrevivir, en la medida
posible, y reproducir nuevas generaciones, a la vez que también reproduce las
relaciones de desigualdad y explotación de este sistema. No habrá nunca una
emancipación completa de las mujeres mientras su papel primordial sea parir y
criar hijos. La liberación de las mujeres exige una transformación profunda
de la familia y la sociedad que incluye el desarrollo de actividades
cooperativas para criar a nuevas generaciones por parte de todos los miembros
de la sociedad, tanto hombres como mujeres, en pie de igualdad y sin
explotación.
La opresión a las mujeres también es una fuente
de grandes ganancias para este sistema, de la superexplotación de las mujeres en
las maquiladoras, los bajos salarios en general para las mujeres en todo
empleo, así como de la llamada “industria del sexo”—la esclavitud sexual y la
pornografía que denigran y lastiman a todas las mujeres. La revolución del
nuevo comunismo pondrá fin a todo esto por medio de establecer un sistema
socialista regido por las necesidades del pueblo y el avance de la revolución
mundial hacia la emancipación de las mujeres y de toda la humanidad.
Además, la opresión a las mujeres es fundamental
para la estabilidad social y política de este sistema. La familia
patriarcal juega un papel importante en esto. Además, en general, los
privilegios de los hombres por encima de las mujeres, les dan a aquellos un
interés en mantener el sistema actual, aunque sean explotados y oprimidos por
él. La revolución verdaderamente
liberadora, la revolución comunista, desatará la más poderosa lucha por
eliminar la opresión de las mujeres, incluida una profunda lucha por
transformar a los hombres.
El sistema capitalista-imperialista no puede
eliminar la opresión de las mujeres, pero sí ha creado las condiciones
materiales que hacen posible la revolución comunista que sí lo puede eliminar.
El patriarcado que surgió con las primeras divisiones de clase y formas de
explotación, puede y necesita ser eliminado por medio de esta revolución, junto
con la eliminación de todas las diferencias de clase y todas las relaciones
económicas en que se basan esas diferencias, junto con todas las demás
relaciones sociales opresivas (como la opresión de unas nacionalidades a otras;
la división entre el trabajo intelectual y el trabajo manual, etc.), y todas
las ideas tradicionales que corresponden a estas relaciones sociales. Llevar a
cabo estas cuatro grandes transformaciones en todo el mundo es la meta de esta
revolución comunista, y la lucha por eliminar la opresión de las mujeres es y
será una fuerza impulsora de la lucha inmediata por tumbar el actual sistema y
establecer en su lugar un sistema socialista, así como de todo el proceso por
continuar esta revolución y apoyarla en los demás países hasta finalmente
emancipar a toda la humanidad[1].
El choque entre la lucha por liberar a las
mujeres y los intentos por reforzar su sometimiento o bien llevará a una
resolución radical revolucionaria o a una resolución radical reaccionaria
Vivimos tiempos en que los
cambios en el papel y la posición de las mujeres en la sociedad han minado
algunas de las formas tradicionales del patriarcado, y están chocando con
virulentos ataques misóginos e intentos de reforzar el sometimiento de las
mujeres. Esta es una contradicción explosiva, que requiere una resolución
radical. Esto lo ha señalado repetidas veces Bob Avakian, el presidente del
PCR, EU y el arquitecto de la nueva síntesis del comunismo en estos términos:
La cuestión general de la
posición y el papel de la mujer en la sociedad se presenta cada día más
agudamente en las circunstancias extremas de hoy. No se puede concebir la
resolución de todo esto salvo de la manera más radical… La cuestión que pende
es: ¿será una resolución radical reaccionaria o una resolución radical
revolucionaria, implicará reforzar las cadenas de la esclavitud o destruir los
eslabones más decisivos de esas cadenas y abrir la posibilidad de realizar la
eliminación completa de todas las formas de dicha esclavitud?
Para contribuir a una resolución radical
emancipadora para las masas de mujeres, es extremadamente importante que nos
unamos y luchemos desde ahora de manera independiente del Estado y el
sistema, con la orientación de luchar por eliminar la opresión de las
mujeres y no solo por “visibilizar” esta opresión, apelar al Estado para
“justicia” y acomodarnos a que sigan los feminicidios, las violaciones, el
acoso en la calle, la maternidad obligatoria, el encarcelamiento por abortar, y
todas las demás barbaridades que nadie debe aceptar ni justificar. Esta lucha
incluye exigir justicia por todos estos crímenes, en los tribunales y en las
calles, pero apoyándonos principalmente en movilizar a la gente, actuando con
independencia de las instituciones del Estado y desenmascarando su papel en
cometer y encubrir estos crímenes.
Buscamos unirnos con todas las personas y
colectivos que están luchando o quieren luchar contra la opresión de las
mujeres, platicar e intercambiar ideas sobre las formas y las causas de esta
opresión, la situación actual, y qué hacer para crear mayor denuncia, mayor
conciencia y mayor lucha poderosa en contra del patriarcado y los ataques
contra las mujeres.
Al buscar desencadenar el coraje y lucha de
las mujeres contra las causas y responsables de tanta violencia e injusticia,
planteamos algunas propuestas que esperamos desarrollar y ampliar con las
sugerencias y propuestas de otros:
- Unirnos en torno a la consigna ¡Fin al Patriarcado y la Guerra Contra las Mujeres!
- Denunciar, concientizar y movilizar principalmente a las mujeres (y también a los hombres que quieren participar) a luchar por el derecho al aborto sin pedir disculpas.
- Unirnos con otros para manifestarnos y denunciar los casos de feminicidios y toda violencia machista. ¡Ya basta de impunidad!
- Unirnos con artistas y otras personas para fomentar la crítica y la rebelión contra la “cultura de machos” y por una cultura liberadora, que contribuya a Luchar contra el Poder y a Emancipar a las mujeres y a toda la humanidad.
- Hacer el 8 de marzo, Día Internacional de las Mujeres, una concentración de lucha y concientización con el espíritu de ponerle fin a toda forma de opresión a las mujeres.
- Pensamos que reuniones entre mujeres para hablar de este documento, y de los feminicidios, el derecho al aborto y la opresión de las mujeres en general, experiencias e ideas al respecto, es una forma que puede contribuir a investigar y conocer más, y a que más mujeres se incorporen a luchar juntas para denunciar los crímenes, fortalecer la resistencia, y por finalmente eliminar todo este sufrimiento innecesario.
- También invitamos a todos los que se interesen por estudiar y debatir el análisis científico comunista de los orígenes del patriarcado y la opresión de las mujeres, por qué este sistema no lo puede eliminar y por qué la revolución del nuevo comunismo sí lo puede lograr, a leer y reunirnos para platicar y debatir materiales como ¡A romper TODAS las cadenas! Bob Avakian sobre la emancipación de la mujer y la revolución comunista.
¡Atrevámonos a luchar por poner FIN al patriarcado y la guerra contra
las mujeres!
Organización Comunista Revolucionaria, México
febrero de 2018
Visítanos: aurora-roja.blogspot.com
Escríbenos: auroraroja.mx@gmail.com
[1]
Para conocer más sobre el nuevo comunismo, recomendamos El nuevo comunismo,
La ciencia, la estrategia, la dirección para una revolución real y una sociedad
radicalmente nueva en el camino a la verdadera emancipación, de Bob
Avakian; ¡A romper TODAS las cadenas!, Bob Avakian sobre la emancipación de
la mujer y la revolución comunista; y Revolución Liberadora, Orientación
estratégica y programa básico de la Organización Comunista Revolucionaria,
México.
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