Las razones por las que los representantes “tradicionales” de este sistema no pueden luchar contra
los fascistas de la manera en que corresponde luchar en su contra, y las
razones por las que se necesita librar esta lucha como parte de luchar por
abolir todo este sistema
Bob Avakian
2 de noviembre de 2024 revcom.us
Con
respecto a las elecciones —y el conflicto mayor del cual forman parte (y al cual
concentran en la actualidad)— el hecho aleccionador de que la clase dominante
“tradicional” no puede luchar contra los fascistas de la manera en que
corresponde luchar en su contra se está manifestando de nuevo con relación al
comentario de Biden de que la verdadera “basura” son los seguidores de Trump.
(Biden aludía al reciente mitin de Trump en el Madison Square Garden, y en
específico al “chiste” racista de un “comediante” de que Puerto Rico es una
isla flotante de basura). La forma en que los demócratas han permitido que se
les ponga a la defensiva en torno al comentario de Biden, y en que la cobertura
de parte de los medios de comunicación “tradicionales” se les ha hecho el juego
a los fascistas: pues, todo esto recalca agudamente el hecho básico de
que los representantes “tradicionales” de la clase dominante
imperialista no pueden luchar contra los fascistas de la manera en que
corresponde luchar en su contra.
Estas
fuerzas “tradicionales” (incluido el New York Times) por fin están
reconociendo, y enfatizando, que Trump sí es un fascista de verdad (y el ex
jefe del Estado Mayor de Trump, en su entrevista con el New York Times,
hasta caracterizó el contenido del fascismo con bastante precisión), pero de
ahí estas fuerzas “tradicionales” se ponen a la defensiva — y se niegan a
seguir esa lógica a su conclusión: si Trump es un fascista, y claramente lo es,
pues sus seguidores son seguidores del fascismo, y eso significa
que son personas verdaderamente despreciables.
Como puse
en claro en mi mensaje mediático REVOLUCIÓN #98 (@BobAvakianOfficial):
No me vengan con
esa tontería de que la razón básica por la que las personas apoyan a Trump se
debe a que están sufriendo económicamente, y todo ese rollo. De hecho, muchos
trumpistas están muy bien económicamente (y algunos son muy ricos). Pero incluso
para aquellos que sí sufren penurias económicas, la pregunta que realmente va
al grano es: ¿por qué apoyan al Donald Trump fascista integral, misógino
(odiador de mujeres), racista, fomentador de ignorancia y mentiroso habitual? La
respuesta sólo puede ser que, al mínimo, no ven nada malo en el racismo y la
misoginia — lo que hace que ellos mismos sean misóginos y
racistas (¡qué ironía más terrible para aquellas personas negras y otras
personas de color que apoyan a Trump!). Al igual que aquellos que
apoyaron a Hitler y a los nazis en Alemania, apoyan a un fascista porque para
ellos el fascismo es atractivo.
¡¿Se
pondría a la defensiva, o debería ponerse a la defensiva, cualquier persona por
haber dicho que aquellos que apoyaban a Hitler eran personas despreciables?!
Sin
embargo, los políticos, medios de comunicación, comentaristas y otras fuerzas
“tradicionales” no pueden seguir esta lógica a su conclusión lógica. Biden de
inmediato “aclaró” sus comentarios indicando que solamente se refería a aquel
“comediante” que contó el “chiste” racista sobre Puerto Rico (y a los “chistes”
racistas sobre los latinos en general — y sobre el pueblo negro). Y una vez
más, los medios de comunicación “tradicionales” permiten que el comentario de
Biden llegue a ser algo que ponga a la defensiva a los demócratas.
Los
demócratas no pueden zafarse de la línea —la que ha voceado continuamente
durante 20 años Barack Obama, y otros— de que “todos somos estadounidenses” y
que el problema es que los republicanos, y ahora Trump en especial, “nos están
dividiendo” (“al pueblo estadounidense”). Los demócratas (y sus “sustitutos” en
los medios de comunicación) se dejan que los pongan a la defensiva los
representantes de Trump quienes señalan que, después de todo, los seguidores de
Trump constituyen “la mitad del país”. Los demócratas (y otros representantes
del sector “tradicional” de la clase dominante) no pueden reconocer, o admitir
públicamente, que existe todo un fenómeno fascista de masas en
Estados Unidos — un fenómeno del cual, como he dicho, Trump es tanto una
manifestación como una fuerza impulsora. Los demócratas no pueden hacer frente
a esto correctamente debido a que, en el marco de las elecciones, creen que
hacerlo es una estrategia perdedora (lo que supuestamente alienaría a aquellos
“votantes indecisos” en gran medida míticos). Y, por razones más fundamentales,
los demócratas (y el sector “tradicional” de la clase dominante en general) no
pueden hacerlo porque admitir que esencialmente la mitad de Estados
Unidos es fascista revienta toda la mitología de la “ciudad luminosa en
una colina” y de “líder del mundo libre”, la que es crucial para la manera en
que intentan mantener la articulación de Estados Unidos y proyectar su poderío
en el mundo.
La dinámica
real, mayor y más fundamental es (tal como señalé en, por ejemplo, mi discurso
de 2017 ¡El régimen de
Trump y Pence tiene que marcharse!) que la polarización
actual es básicamente una extensión de la polarización que condujo a la Guerra
Civil en los años 1860. Y, tal como también he señalado, el desenlace de la
Guerra Civil —con la derrota de la Confederación de los propietarios de los
esclavos y la abolición formal de la esclavitud— en sentidos decisivos se revertió al
terminar la Reconstrucción en los años 1870, que básicamente allanó el camino
para el “resurgimiento” del Sur no reconstruido, no solamente
en el sentido de que en el propio Sur dominaban las fuerzas del mismo tipo, en
esencia, que dirigían la Confederación esclavista, sino que también en el
sentido de que ejercían cada vez más un poder desproporcionado en el país en su
conjunto. Todo esto es una gran parte del trasfondo histórico y la base para la
fuerza que tiene el fascismo en Estados Unidos hoy.
El hecho de
que, en la situación actual, los fascistas han podido ganarse a un sector de la
población, y en particular entre los hombres, que son víctimas propias de la
supremacía blanca — esto se debe en gran medida al papel e impacto de la supremacía masculina.
En este respecto, es un hecho que en el desarrollo histórico de Estados Unidos,
la supremacía masculina —justificada en gran parte por una interpretación
textual de la Biblia— ha estado entretejida fuertemente con la supremacía
blanca. En aquellas zonas de Estados Unidos —especial pero no únicamente el
Sur— donde, de manera histórica así como al día de hoy, la supremacía blanca ha
sido más abiertamente agresiva, la supremacía masculina también ha sido así.
Fíjense, por ejemplo, en los estados que han promulgado draconianas
prohibiciones al aborto, con severas restricciones y represión, especialmente
tras la revocación de Roe contra Wade de parte de la Corte
Suprema dominada por los fascistas: en gran medida, son los estados de la
antigua Confederación (y, en el habla de aquellos tiempos, zonas
“Confederadas-adyacentes”).
Pero ahora,
a diferencia de la época de la Guerra Civil (y el fin de la Reconstrucción),
Estados Unidos ya no es un país con un impacto relativamente limitado en el
escenario internacional: a lo largo de varios “ciclos”, o espirales, de
acontecimientos mundiales, en particular dos guerras mundiales, Estados Unidos
ha emergido como el país imperialista más poderoso del mundo, y el saqueador
más grande de la gente y del medio ambiente. De una importancia aún más
fundamental y decisiva, tal como enfaticé en “Algo
terrible, O algo
verdaderamente emancipador”:
Esta no es la época de la
Guerra Civil en la década de 1860, cuando el objetivo de quienes luchaban
contra la injusticia era abolir la esclavitud y —en términos de quienes
gobernaban la sociedad— el único desenlace positivo posible era la
consolidación y el fortalecimiento del gobierno de la clase capitalista en
ascenso centrado en el Norte. Esa época desde hace mucho tiempo dejó de
existir. Y este sistema del capitalismo, que se ha desarrollado y
transformado en un sistema de explotación y opresión mundial, en el capitalismo-imperialismo,
desde hace mucho tiempo se ha vuelto anticuado — yendo mucho
más allá de su fecha de caducidad, mucho más allá de cualquier circunstancia en
la que pudiera desempeñar un papel positivo. Es necesario que el objetivo ahora
sea precisamente deshacerse de todo este sistema del
capitalismo-imperialismo.
Todo esto
está relacionado con la cuestión crítica de que los representantes
“tradicionales” de la clase dominante no pueden luchar contra los fascistas de
la manera en que corresponde hacerlo. Y esto tienen implicaciones muy
importantes precisamente con respecto al hecho de que se debe librar la lucha
contra este fascismo, no con el fin de mantener (o restaurar) este sistema del
capitalismo-imperialismo, tal como ha impuesto su dominación sobre las
personas, en Estados Unidos y por el mundo entero, durante generaciones — sino
más bien se debe librar esta lucha como parte de luchar por abolir
todo este sistema monstruoso. Esto es de importancia estratégica, y muy
inmediata, en la situación actual en que las contradicciones y los conflictos
en Estados Unidos en general, y al interior de la clase dominante, están profundamente
atrincherados e intensos, y claman por una resolución, pero no pueden
resolverse de manera positiva dentro del marco y de los límites de este
sistema.
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- EL FASCISMO
Y EL SISTEMA ENTERO. Las
razones por las que los representantes “tradicionales” de este sistema no
pueden luchar contra los fascistas de la manera en que corresponde luchar
en su contra, y las razones por las que se necesita librar esta lucha como
parte de luchar por abolir todo este sistema
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Y EL SISTEMA ENTERO. Las
razones por las que los representantes “tradicionales” de este sistema no
pueden luchar contra los fascistas de la manera en que corresponde luchar
en su contra, y las razones por las que se necesita librar esta lucha como
parte de luchar por abolir todo este sistema
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