La asesina ilusión de la "normalidad" y el camino revolucionario hacia adelante

Dialogo entre Bob Avakian y Cornel West 

Bob Avakian

 

1 de abril de 2020 | https://revcom.us/home-s.htm

Aun antes de que el coronavirus se convirtiera en una pandemia mundial, un columnista del New York Times escribió sobre el atractivo del aburrimiento — argumentando que, después de los años de la locura de Trump, tener a un presidente que induzca al sueño (como Joe Biden) podría ser justamente lo que se necesita. El impacto del coronavirus ha reforzado y fortalecido esta tendencia hacia un “anhelo por la normalidad”, especialmente por parte del sector de la clase dominante representada por elNew York Times y ese sector de la sociedad, particularmente entre las capas medias con mayor educación formal, que durante algún tiempo se ha identificado, en una medida importante, con lo que representa el New York Times.

Pero, en términos fundamentales, esta noción de “volver a la normalidad” es una ilusión la cual reventarán la naturaleza y el funcionamiento del sistema de capitalismo-imperialismo al que están sometidas las masas de la humanidad.

En el contexto de esta crisis actual, las relaciones explotadoras y opresoras integradas en este sistema se están manifestando de una manera pronunciada, en Estados Unidos y a nivel internacional, al igual que lo han hecho en crisis anteriores. Por ejemplo, cuando azotó el huracán Katrina, en Nueva Orleáns y sus alrededores en 2005, aunque sufrieron grandes sectores de la gente, fueron los negros pobres quienes fueron golpeados de las formas más devastadoras, debido a la opresión y las desigualdades crueles a las que ya estaban sometidos y debido a la negligencia no tan benigna y a menudo las acciones malignas de aquellos que se encuentran en el poder. Lo mismo ha sido cierto con respecto al SIDA —son aquellos que han sido en la mira de la discriminación y la denigración los que más han sufrido— y la carga desequilibrada del sufrimiento se ha acentuado especialmente a escala internacional, con las personas en el África subsahariana las que en particular sufren una tremenda devastación.

Aunque el coronavirus azotarán a grandes sectores de la población, esta desigualdad una vez más ejercerá un efecto en Estados Unidos en relación con la crisis actual — estarán sometidos a un sufrimiento desproporcionado los inmigrantes, los prisioneros, las personas sin hogar, las personas de las comunidades pobres, particularmente entre las nacionalidades oprimidas, y otros que están subordinados, degradados y despreciados por el “funcionamiento normal” de este sistema y los de arriba[1].

Y a nivel internacional, las mismas dinámicas se aplican de una manera aún mayor. Como he señalado anteriormente:

vivimos en un mundo donde sectores grandes de la humanidad viven en una pobreza extrema, en que 2.3 miles de millones de personas carecen hasta de inodoros rudimentarios o letrinas y enormes números padecen enfermedades prevenibles, en que millones de niños mueren cada año de estas enfermedades y de inanición, mientras obligan a 150 millones de niños en el mundo a dedicarse al trabajo infantil despiadadamente explotado, y toda la economía mundial se apoya en una vasta red de maquiladoras que emplean grandes números de mujeres que están sometidas de rutina al acoso y agresión sexual, un mundo en que 65 millones de refugiados han sido desplazados por guerras, pobreza, persecución y los efectos del calentamiento global[2].

Son aquellos, en todo el mundo, los que están mantenidos en estas condiciones los cuales son los más afectados en esta crisis, al igual que en el pasado.

Todo esto, en combinación con la crisis climática continua y cada vez más profunda, arraigada en las dinámicas de este sistema y la que cada vez más representa una amenaza existencial a toda la humanidad, impelerá a las masas, a millones y, en última instancia, miles de millones de personas, a una desesperación aún mayor, y nadie sobre el planeta podrá evitar las repercusiones y los efectos de todo esto.

Los peligros inmediatos, el problema fundamental y la solución revolucionaria

Hace varios años, señalé:

Hoy, aunque Estados Unidos es y se proclama la superpotencia mundial #1, está plagado de contradicciones cada vez más agudas y enfrenta retos internos y a nivel internacional, y esto ha generado un régimen fascista, que ahora tiene las riendas del poder y el dedo de un golpeador demente sobre el disparador nuclear — un régimen que sin exageración, no solamente amenaza con gran sufrimiento a las masas de la humanidad sino a la propia existencia de la humanidad[3].

Y, en varios otros países, el fascismo ha seguido cobrando fuerza, como respuesta —una reacción fanática, lunática y violenta— a los cambios los cuales están impulsando fundamentalmente las necesidades y dinámicas del sistema capitalista imperialista y el hecho de que el sistema no tiene, y no puede tener, ninguna solución positiva a todo esto. A pesar de lo que muchos (especialmente a muchos “liberales”) quisieran creer, la noción de que especialmente en tiempos de crisis como el actual “todos nos encontramos juntos en esto” está en conflicto con la realidad y refuta la realidad, y específicamente las fuerzas fascistas nola acatan. Por ejemplo, las ventas de armas en Estados Unidos se han disparado aún más en medio de esta crisis, ya que los “sujetos de la Segunda Enmienda” se abastecen aún más de armas letales para “protegerse” de los “criminales” (y, por parte de muchos de ellos, para prepararse para la “guerra civil” que ven que se perfile). En referencia una vez más a las ideas del teólogo afroamericano Hubert Locke, lo que está ocurriendo con el movimiento fascista en Estados Unidos no es solo una batalla abstracta por los “corazones y mentes” de las personas, sino una lucha mortalmente seria por el poder, con el objetivo —en particular por parte de la fuerza impulsora fundamentalista cristiana de este fascismo— de “tomar las riendas del gobierno, manipular los tribunales y las decisiones judiciales, controlar los medios de comunicación y entrometerse en todo rincón de la vida y las relaciones personales, para que el país se gobierne de acuerdo a lo que la derecha religiosa considera la voluntad de Dios[4].

Esta es la razón por la que la noción comúnmente propagada de que todo lo que ha conducido a la fuerte polarización en Estados Unidos, y a la locura asociada con Trump, es un “alejamiento de la civilidad”, o más específicamente, que surge de la incapacidad de los “liberales” educados de la clase media para comunicarse con las personas en el “heartland” [se refiere a la vida provinciana de los pueblos pequeños de Estados Unidos] y de tratar de entender sus puntos de vista — pues toda esa noción no solo es completamente errónea, sino que en realidad es una peligrosa idea delirante. Al escribir hace un poco más de 20 años, en su libro Mobilizing Resentment, basado en su extensa investigación sobre el movimiento de derecha en Estados Unidos, Jean Hardisty cuenta que, aunque sus esfuerzos por desarrollar una conversación civil y amigable con la gente de este tipo inicialmente se toparían con cierta amabilidad superficial, a medida que se desenvolvía la conversación, repetidamente la someterían a la “brutal intolerancia” la cual saldría en primer plano por parte de estos derechistas. Como ella lo expresa gráficamente: “cuando le doy a los derechistas el beneficio de la duda, por respeto a su derecho a su propia concepción del mundo, en cada ocasión me recompensan con una patada en los dientes”. Ella resume que estamos lidiando con

un movimiento bien financiado, bien coordinado y astuto que ha desarrollado brillantes técnicas de manipulación y ha capturado y configurado un momento acogedor de la historia. La búsqueda de la derecha del poder político se ha convertido en una realidad aterradora[5].

Y, en los 20 años más o menos desde que Hardisty escribió este libro, las cosas solo han empeorado, y el peligro que esto representa es aún mayor.

En términos muy inmediatos, toda la perspectiva y los métodos, así como las prioridades de los fascistas, concentrados en el régimen de Trump y Pence —con el nombramiento del anti-científico Pence para encabezar los esfuerzos del gobierno en torno a la Covid-19; el rechazo inicial de Trump al alcance y al peligro que representa este virus y sus continuas mentiras al respecto; su burdo chovinismo pro estadounidense, de oponer Estados Unidos al resto del mundo; su reiterada tendencia a temerariamente negar la ciencia médica e ignorar las recomendaciones de los expertos médicos cuando vayan en contra de sus propios intereses y objetivos estrechamente concebidos y peligrosamente miopes; y más— amplifican y fortalecen las barreras que el “funcionamiento normal” del sistema capitalista-imperialista interpone en el camino de un enfoque sistemático y coordinado de combatir el coronavirus. Al mismo tiempo, se tiene la cuestión de si Trump realmente reconocerá los resultados de las elecciones en noviembre si no es el ganador (incluso en el conteo del colegio electoral, así como en el voto popular) — o si incluso se celebraran elecciones, ya que no es impensable que Trump “atrasara” (o incluso cancelara de plano) las elecciones, declarando que en el contexto de la crisis del coronavirus, ¡es muy peligroso celebrar elecciones!

Hay que oponerse a todo esto y superarlo en la mayor medida posible, al mismo tiempo que hay que reconocer que se requerirá una transformación radical de la sociedad y, en última instancia, del mundo en su conjunto, para eliminar las poderosas restricciones que este sistema impone a los seres humanos y su capacidad de actuar en común para hacerle frente y transformar la necesidad que enfrentan, de manera continua y de manera aguda en tiempos de crisis.

Pase lo que pase con respecto a las elecciones que están programadas para noviembre, y sin importar la forma en que se resuelva la crisis del coronavirus —o si de hecho no se resuelve, pero se convierte en parte de una “crisis en cascada”, en la que una crisis lleva a otra... y a otra— no se volverá a alguna noción idealizada de la “normalidad”. Y, aunque ciertamente existe un deseo legítimo y positivo por parte de las personas en todas partes de ir más allá del flagelo de este virus, teniendo en cuenta cuál es la situación real para las masas de la humanidad bajo la dominación “normal” de este sistema, nadie debería desear que las cosas volvieran a la “normalidad” dictada por el sistema capitalista imperialista.

Al fondo de la crisis inmediata, y del peligro que representa el régimen de Trump y Pence y su “base” fascista fanática, se encuentra la realidad más fundamental del sistema capitalista-imperialista y las consecuencias de dejar que este sistema siga dominando el mundo y determinando las condiciones de las masas de la humanidad y, de hecho, el propio destino de la humanidad misma. Esta crisis con el coronavirus ha puesto en agudo relieve la realidad de que el sistema capitalista no está simplemente fuera de sintonía, sino que está en conflicto fundamental y es un obstáculo directo a la satisfacción de las necesidades de las masas de la humanidad. A pesar de que los capitalistas y los gobiernos que representan sus intereses se han visto obligados a tomar ciertas medidas de emergencia que de alguna manera van en contra de las dinámicas inherentes de su sistema (como la intervención masiva del gobierno en el funcionamiento de la economía), siguen imponiéndose las formas en que este sistema constituye un obstáculo para hacer frente a esta crisis — lo que incluye no solo tales acciones perversas como el acaparamiento de vitales insumos médicos y de otro tipo, a fin de hacer que suba el precio, sino también el hecho de que la creación de la riqueza bajo este sistema opera sobre la base de la explotación despiadada y el empobrecimiento de las masas de personas en todo el mundo, mientras que incluso en los países “más ricos” existe una pobreza importante y grandes partes de la población viven de una quincena a otra y se encuentran a tan sólo una fuerte crisis del desastre; la continua rivalidad entre diferentes capitalistas (o asociaciones de capital) —con su propiedad privada de los medios de producción (tierras, materias primas, tecnología, fábricas y otras estructuras) y la acumulación privada competitiva de riqueza— actúa como un obstáculo a la necesaria cooperación y a la producción de cosas que quizás se necesiten con urgencia pero que no producen ganancias privadas — y toda la ideología de promover los intereses de uno a expensas de los demás, el individualismo fomentado por este sistema y promovido a ultranza hoy en Estados Unidos, va en contra y socava las inclinaciones hacia la cooperación y, sí, hacia el sacrificio por el bien mayor. A pesar de los esfuerzos dedicados de muchas personas bien intencionadas, aunque se resuelva la crisis inmediata con el coronavirus, esto se hará sobre la base de intensificar las contradicciones incorporadas en este sistema y el sufrimiento de las masas de la humanidad que ya están explotadas y oprimidas bajo este sistema.

Todo esto se manifiesta en agudo contraste con lo que se necesita para lidiar de una manera con verdadero sentido con la crisis ocasionada por el coronavirus, y para satisfacer las necesidades fundamentales de la humanidad de manera continua. Se manifiesta en agudo contraste con el sistema socialista previsto en la Constitución para la Nueva República Socialista en América del Norte, donde existe la propiedad social, no privada, de los medios de producción, la riqueza social se produce mediante la cooperación y no la explotación y se distribuye cada vez más de acuerdo con las necesidades de la gente, y no con las necesidades de los capitalistas en competencia, y existe un gobierno que representa y está orientado a satisfacer los intereses fundamentales de la humanidad, y promueve esa perspectiva entre las personas y las activa en el proceso de gobernanza hacia ese fin — no un gobierno que sea una extensión y que solo pueda representar las demandas y las dinámicas del capital, con toda la anarquía y la explotación despiadada que implica, dentro de determinados países y a escala internacional[6].

Más allá de las fronteras de cualquier país particular, existe una gran importancia y un papel y un impacto potencialmente muy positivos del internacionalismo, que solo pueden realizarse concreta y completamente con la superación de las barreras levantadas a la unidad y a la cooperación internacional por el funcionamiento del sistema capitalista imperialista — cuyo alcance de operaciones es internacional (es decir, su explotación) pero consta de capitalistas en competencia y estados capitalistas rivales[7].

Es posible superar todo esto —y solamente es posible superar todo esto— mediante la revolución comunista y el establecimiento de más países socialistas en el mundo, actuando sobre una base internacionalista y llevando a cabo las transformaciones económicas, sociales y políticas, así como las transformaciones en las formas de pensamiento y la cultura de la gente, lo que capacitará a la humanidad para saltar más allá de las limitaciones y las terribles consecuencias que impone el funcionamiento “normal” del sistema capitalista imperialista y que se intensifican enormemente en situaciones de crisis. Esta revolución sin precedentes hará que sea posible que las personas conozcan la realidad, y le hagan frente a las crisis, de una manera verdaderamente cooperativa como miembros de una comunidad mundial de seres humanos en libre asociación, que no estén no separados y enfrentados entre sí por divisiones de país, clase, nacionalidad (o “raza”), género y otras relaciones opresivas.



[1] Los materiales posteados en revcom.us, como los comunicados de los comunistas revolucionarios (revcom) y laentrevista a Lenny Wolff en el programa radial de Michael Slate, hablan de la manera en que estas dinámicas ya se están manifestando en esta crisis actual.
[2] Porqué nos hace falta una revolución real y cómo concretamente podemos hacer larevolución. El texto en español y el video en inglés de este discurso de Bob Avakian están disponibles en revcom.us.
[4] Reflexiones sobre cómo debe responder a la derecha cristiana la Pacific School of Religion”, del Dr. Hubert Locke, también está disponible en revcom.us.
[5] Jean Hardisty, Mobilizing Resentment, Conservative Resurgence From The John Birch Society To The Promise Keepers [La movilización del resentimiento, el resurgimiento conservador de la Sociedad John Birch a los Guardianes de la Promesa], Beacon Press Books, 1999, pp. 5, 6, 8.
[6] La Constitución para la Nueva República Socialista en América del Norte, de la autoría de Bob Avakian, está disponible en revcom.us.
[7] En la sección “La globalización,la nacionalidad del capital y el Estado-nación imperialista”, en Apuntes sobre economíapolítica: Nuestro análisis de los años 80, cuestiones de metodología y laactual situación mundial, publicado por el Partido Comunista Revolucionario (disponible en línea en revcom.us), hay un análisis de esta importante contradicción en el mundo de hoy:

En la época del imperialismo, los circuitos del capital se internacionalizan, y el alcance y el proceso de acumulación son cada vez más globales. Pero el capital imperialista sigue anclado en mercados nacionales y formaciones estatales nacionales....

En resumen, la anarquía inherente a los procesos mundiales de crecimiento capitalista crea nuevos problemas de “control”. La contradicción entre la acumulación internacionalizada y el carácter nacional del capital, lejos de superarse, se intensifica.

Como “Apuntes” agrega:

Por otra parte, el capital necesita un aparato (el Estado imperialista) y medios militares (una industria militar) para asegurar el ambiente internacional en el que puede prosperar globalmente.

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