Trabajadores del IMSS protestando falta de suministros y protocolos para Covid-19 en CDMX |
Se
dio un brote de Covid-19 entre personal médico por falta de protocolos y
suministros esenciales en el Hospital
Regional 72 del Instituto Mexicano de Seguro Social (IMSS) en Tlalnepantla,
Estado de México. Aunque denunciaron esta situación, las autoridades les
hicieron caso omiso y trataron de echarles la culpa, diciendo que los mismos
médicos habían traído la enfermedad al hospital desde fuera, lo que
posteriormente se demostró fue mentira.
En este hospital, que atiende
pacientes con Covid-19, los médicos y enfermeras han estado denunciando a los
directivos del hospital y hasta a Zoé Robledo, quien es director de IMSS, por
la carencia de materiales de protección e insumos, así como la falta de
protocolos adecuados para la recepción, atención y manejo de los contagiados
con Covid-19, como se reveló en varios artículos de Animal político del 8 de abril, 9 de abril y 10 de abril de 2020.
Oídos sordos frente a exigencias de
suministros y protocolos
Ni siquiera les orientaron, mucho
menos los capacitaron mínimamente para manejar correctamente a las personas
contagiadas, a pesar de que esto es lo que exigieron a los directivos y los
representantes sindicales mediante oficios y asambleas previas que tuvieron con
ellos y protestas en las instalaciones del hospital. Advirtieron a las
autoridades del peligro de más contagios si no se implementaban las medidas
correctas.
Frente a la indiferencia de las
autoridades, ellos mismos improvisaron ciertas medidas básicas, como una “ruta
de conducción” de los pacientes a una área designada especialmente para esos
pacientes, pero incluso en eso volvían a topar con obstáculos por parte de las
autoridades que, por ejemplo, ni siquiera informaron a los del turno de la
noche de estas medidas y de no subir a pacientes confirmados de Covid-19 a
piso. “Todo se salió de control en el hospital, no se siguieron los protocolos
de seguridad”, “no nos dan suficientes guantes ni cubrebocas”, “ya llevamos
casi un mes de contingencia y este es el primer cubrebocas que me dan” denunció
el personal médico frente a directivos del hospital y del sindicato del IMSS.
Esta situación de la falta de
protocolos así como de la carencia y negación de los materiales básicos para
recibir y atender a los pacientes con Covid-19, llevó a lo que tanto habían
advertido el personal médico del hospital: a un brote hospitalario de la enfermedad
que contagió a alrededor de 44 personas trabajando en el hospital, de los
cuales 19 son médicos.
Una de los médicos residentes
contagiados denunció en una entrevista con Animal político que “Los
pacientes llegaban muy mal y no respondían a los tratamientos. Más bien
empeoraban y en dos o tres días fallecían”. “Alertamos tanto a los médicos
adscritos, como al jefe de Medicina Interna y al coordinador, que estos casos
cumplían con la definición técnica para ser casos sospechosos de COVID-19, pero
nos ignoraron, y nosotros teníamos que atenderlos sin equipo adecuado y sin
protocolo”. Esta doctora, como varios que están haciendo estas denuncias
públicas para defender lo que es verdad y la salud pública en varias
partes del país, se ve obligada a hacerla de forma anónima para evitar amenazas
y posibles represalias de las autoridades. Son muy valientes y muy
comprometidos con el pueblo al hacerlo.
Mentiras de las autoridades
Las autoridades mintieron, negando
que hubo brote de Covid-19 entre el personal por las pésimas condiciones del
hospital. Zoé Robledo, el director del IMSS, dijo que “Se tomaron las muestras a todos los doctores con todos los
estudios de contacto y, efectivamente, hay 20 doctores confirmados, pero no
porque se haya iniciado ese brote en el hospital” (luego bajaron la cifra a 19
doctores). Unos días después, por la denuncia
y movilización de los trabajadores del hospital,
el IMSS finalmente tuvo que reconocer la verdad de que sí hubo brote dentro del
hospital, con pacientes enfermos contagiando al personal médico y a otros
pacientes, aunque siguieron tratando de disimular su propia responsabilidad,
llamándole “un brote mixto”, argumentando que por lo menos un médico se había
contagiado fuera del hospital.
También es falso que “Se tomaron las muestras a todos los doctores”, como dijo el
director del IMSS: más bien los obligaron a aplicarse la prueba a sí mismos.
Cuando los médicos que habían tratado a pacientes con Covid-19 empezaron a
sentirse mal, con tos y dolor de cabeza, síntomas de posible contagio de Covid,
exigieron a las autoridades del hospital que se les aplicaran la prueba. Estas
les respondieron “Ah, pues hágansela ustedes mismos”. Otra médico residente
denunció, al referirse a un cuestionario por síntomas que recibieron: “A nosotros ese es el único estudio epidemiológico,
si se le puede llamar así, al que nos han sometido, ese cuestionario. Y claro,
la prueba que al final sí nos hicieron, aunque nos obligaron a tomarnos la
muestra entre nosotros, sin capacitación previa para esto, sin el equipo
adecuado de protección, y ahí en una de las aulas del hospital”.
Falta de preparación generalizada por
un sistema regido por las ganancias, no las necesidades del pueblo
El
caso de este hospital del IMSS en Tlalnepantla no es un caso aislado. Desde el
comienzo de atención a los primeros casos de Covid 19, el personal de los
hospitales que empezó a trabajar y atender los casos graves con compromiso y
entrega, lo han hecho en muchos casos en medio de una fuerte batalla no solo
contra la enfermedad sino contra las autoridades sanitarias por la carencia de
los elementales instrumentos de trabajo para manejar profesional y
correctamente los contagios graves.
Las
protestas de médicos, enfermeras, camilleros y personal de limpieza se han dado
con regularidad en varias partes del país. Están en la “primera línea” de la
batalla contra la enfermedad y es muy justa su protesta y denuncia. Exigen los
materiales necesarios para poder salvar vidas, no contagiarse ellos mismos ni
contagiar a otros, como sus familias y otros pacientes. Están preocupados por
la gente, por ellos mismos y todos sus compañeros. Muchos se han solidarizado
entre ellos y hecho una “cooperacha” para comprar siquiera lo más elemental
como cubrebocas N95, gel antibacterial, guantes o caretas; o varios han tenido
que hacer el gasto ellos mismos para adquirir el “traje blanco”. Merecen el
apoyo de todos.
Estas
mismas condiciones han dado lugar a más contagios al personal médico, a otros
trabajadores de la salud, así como a pacientes que están hospitalizados por
otras condiciones. Muy al contrario de esta realidad, el gobierno federal hizo
alarde y presumía de que estaban “preparados” para afrontar el creciente número
de contagios, de personas enfermas confirmadas con el virus SARS-Cov2 y de los casos
graves con necesidad de atención médica especializada para tratar de salvar sus
vidas. Pero ese alarde gubernamental ha chocado con la realidad, la experiencia
internacional y las consecuencias terribles para la población, sobre todo para
los más oprimidos, eran y son dolorosamente predecibles.
Cuando
se confirmaron los primeros casos positivos de Covid-19, Andrés Manuel López
Obrador (AMLO) presumió que "Estamos preparados para enfrentar esta
situación". Y trató de minimizar el peligro, al afirmar, contra toda la
evidencia científica al contrario, que "No es algo terrible, fatal, ni
siquiera es equivalente a la influenza” (El País, 28/Feb/20). Por citar nada
más un ejemplo de esta actitud anticientífica y realmente criminal del gobierno
federal.
En la vida real, frente al surgimiento de
este nuevo virus altamente contagioso y peligroso, ningún gobierno estaba preparado
a nivel mundial. Es un nuevo virus desconocido —sobre todo al principio— con
nula autodefensa desarrollada por el cuerpo humano y sin vacuna ni tratamientos
comprobados todavía. Aun cuando ya se contaba con cierta experiencia y
conocimiento por el manejo de esta emergencia, primero en China y luego en
otros países, muchos gobiernos y autoridades del mundo, incluido el de México,
descartaron esta experiencia o la subestimaron por los intereses políticos y
económicos del sistema que representan y por sus concepciones anticientíficas del
mundo, como cuando AMLO sacó sus estampas religiosas del Sagrado Corazón de
Jesús como supuesta protección contra la enfermedad, invocando la superstición
religiosa para adormecer a la gente. Abordar los problemas graves y de crisis
con un método y enfoque científico o abordarlos con métodos dogmático-religiosos
y pragmáticos —poniendo los resultados económicos por encima del bienestar de
la gente— marca una importante diferencia para el bien la humanidad.
Realmente
NO se “está preparado” cuando el sistema de salud, su red de hospitales, su
personal que labora ahí desde los doctores especialistas hasta el personal de
limpieza, así como sus insumos, han venido sufriendo recortes a su presupuesto durante décadas. Y esa
situación no se ha rectificado con el gobierno de AMLO, con su llamada
“austeridad republicana”, a pesar de sus promesas de lograr un sistema de salud
"como en Dinamarca o Canadá". Cuando Germán Martínez Cázares presentó su renuncia
como director del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), en su carta
dirigida al gobierno federal plasmó algo muy cierto: "Ahorrar y controlar en exceso el gasto en
salud es inhumano. Ese control llega a escatimar los recursos para los
mexicanos más pobres" (énfasis agregado).
Y luego, en vez de tratar los servicios
de salud como lo que deben ser, un derecho asegurado para todo ser humano, AMLO
los trata como alguna limosna para los pobres, al proponer rifar el avión presidencial
y usar ese dinero —o parte del él— para
“una cooperación para equipos médicos y
hospitales donde se atiende de manera gratuita a la gente pobre”. A estas
alturas de la pandemia por el Covid-19, darle migajas a la gente y dejarle como
única defensa frente a la pandemia un sistema de salud deteriorado, inseguro y
de baja calidad, provoca que se enfermen y se mueran innecesariamente muchas personas
que este sistema capitalista condena a la pobreza, aunque trabajen jornadas
agotadoras. El capitalismo funciona y solo puede funcionar explotando y
triturando la vida de la gente de “abajo”, y sea quien sea la persona que esté
al mando del gobierno y el Estado, necesariamente tiene que servir al
funcionamiento de esta economía capitalista y el mantenimiento del “orden
social” imperante. Por eso, llenarse la boca de “preocupación por los pobres”
es una cruel hipocresía.
Hay
otra alternativa posible: hacer la revolución y construir
una nueva sociedad socialista, donde toda esta solidaridad, entrega y
preocupación por los demás por parte del personal de la salud puede encontrar
plena realización para enfrentar los desafíos reales de las pandemias sin los obstáculos
que pone el sistema capitalista, regido
por la compulsión competitiva para maximizar las ganancias.
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