1. El torrente de indignación y denuncia del acoso y el
abuso sexual que comienza a cobrar fuerzas en México es justo, absolutamente
necesario y muy bienvenido. El reciente aluvión de denuncias en las cuentas
de #MeToo México sacó a relucir el terrible hecho de que en esta sociedad
caracterizada por la supremacía masculina, el acoso y el abuso sexual son muy generalizados.
Aquí e internacionalmente crece la furia de mujeres en contra de las relaciones
y las ideas patriarcales, las instituciones y autoridades que encubren a los
victimarios y criminalizan a las víctimas, y la asquerosa cultura dominante, que
inculca el machismo y el desprecio a las mujeres. Esta indignación social es
abrumadoramente positiva: rompe el silencio; desenmascara la fábula
misógina de que las mujeres son las culpables de la brutalidad que sufren; alienta
el rechazo a la dominación masculina; y desafía la cultura machista. Estas
exigencias de parar el hostigamiento y abuso sexual crean un ambiente mucho
más favorable para luchar por la emancipación de las mujeres y de la humanidad
en general.