¡Luchemos por abolir la esclavitud asalariada!
Protesta contra propuesta de nueva LFT |
Los políticos burgueses dicen que la nueva LFT es necesaria para hacer “más competitivo” a México. ¿Qué quiere decir eso? Significa abaratar aún más los salarios y empeorar las condiciones de los trabajadores para que sean mayores las ganancias del capital, en aras de atraer el gran capital extranjero para explotarnos a nosotros, en vez de los proletarios en China, Vietnam o Guatemala.
Esto se refleja en provisiones de la Ley como:
El outsourcing o subcontratación, que ocurre cuando una empresa subcontrata a otra para realizar parte de su trabajo de manera más barata, generalmente por medio de empleos mal pagados, inestables y frecuentemente de poca duración, con pocas o nulas prestaciones y sin derecho de reclamar. Desde el punto de vista del patrón, es tener una fuerza de trabajo barata, flexible y desechable.
El mismo Senado de la República es un ejemplo de las relaciones típicas de la subcontratación: más de 100 trabajadores, la mayoría mujeres, contratados por la empresa Fonatur Constructora, hacen la limpieza y el mantenimiento. Tienen que firmar contratos cada mes, ganan 2 mil 500 pesos al mes por ocho horas de trabajo durante siete días, y ni les dan el material que necesitan para trabajar. No pueden sentarse, no pueden hablar mientras trabajan y deben comer junto a la basura, porque no cuentan con comedor, aunque sobra espacio en el edificio. El responsable de administración en el Senado, Rodolfo Noble, se justifica diciendo que están mejor que los trabajadores que laboran en la Cámara de Diputados, porque por lo menos tienen Seguro Social.
Este es el tipo de empleos que esta contrarreforma pretende generar, mal pagados, inestables con pocas o nulas prestaciones. La secretaria de Trabajo y Previsión Social dice que habrá 400 mil más empleos; los anuncios mentirosos del gobierno prometen “trabajo formal” y “oportunidades” para jóvenes y mujeres. En realidad, llamarle “trabajo formal” a estas chambas solo significa hacer formalmente legales condiciones abominables. Por otra parte, muchas veces “se crean” los empleos subcontratados por medio de eliminar otros empleos en la empresa y el abaratamiento del salario y la “flexibilización” del trabajo de los obreros en general que esta Ley avala no garantiza para nada que vaya a haber más empleo: eso depende de lo que pase en la economía capitalista en el mundo y en México, de si hay recesión o crecimiento, y no esencialmente de cambios en la LFT. Y las “oportunidades” para jóvenes y mujeres son en realidad cuestión de reforzar la discriminación en su contra, asignándoles los empleos peor remunerados y más inestables.
Un capitalismo mucho más veloz y globalizado |
Los períodos de prueba, contratos de capacitación inicial y contratos por temporada son otros elementos legalizados por la nueva LFT con el propósito de rebajar salarios, legalizar despidos sin razón ni indemnización y limitar o eliminar prestaciones. En muchos casos, como el caso citado del Senado, se recontrata continuamente a los mismos trabajadores supuestamente "temporales" para evitar proporcionarles todos los derechos y prestaciones de ley.
El pago por hora, los horarios discontinuos y la “polivalencia” (múltiples tareas) también sirven para abaratar el trabajo y proporcionar mayores ganancias y “flexibilidad” a los capitalistas, como parte de las nuevas normas adoptadas por el capital imperialista aquí y en todo el mundo. Un ejemplo de esto es Cinemex: emplea jóvenes con un contrato colectivo (tipo protección patronal, que los empleados desconocen) que establece un trabajo normal de 4 horas al día con pago por hora de $15.20 por los primeros 3 meses, llegando hasta $19.50 para los que tengan más de un año, cantidades que, según el contrato “incluyen las demás prestaciones”. Si trabajan 4 horas, tal vez alcanzan el salario mínimo. La empresa determina unilateralmente los horarios y días de trabajo, los trabajadores tienen que estar disponibles para trabajar los 365 días del año y deben aprender y desempeñar 10 trabajos diferentes, incluido el de proyeccionista.
La limitación del pago de los salarios caídos a un año y ascensos a base de productividad en vez de antigüedad son otras medidas retrógradas. Desconocer la antigüedad aumenta la competencia entre los trabajadores. En cuanto a los salarios caídos, el presidente del Banco de México Agustín Carstens, con franqueza sorprendente, explicó que “Se necesita la flexibilización de contratación, pero también la flexibilización para despedir trabajadores, sin que sea tan costoso para las empresas”. Ya que los juicios laborales por despidos injustificados suelen durar de 3 a 5 años, esta medida facilita el despido barato, ahorrándole dinero al patrón, y robándoselo al trabajador despedido.
La supuesta “democratización” de los sindicatos sirve para que el gobierno meta aún más el hocico. Uno tiene que ser bastante ingenuo para creer que quiere “democratizar" los sindicatos gente de la calaña de Calderón y el ex secretario de Trabajo Lozano, que echaron a más de 40 mil electricistas a la calle en su intento de destruir el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), respaldaron al Grupo México contra los reclamos de los familiares de los mineros muertos en Pasta de Conchos mientras atacaban sin piedad al sindicato minero y las huelgas de Cananea, Taxco y Sombrerete, y se aliaron con engendros como Elba Esther Gordillo, cacique del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) desde hace 23 años y autora intelectual del asesinato de gran número de maestros democráticos. El 90% de los sindicatos existentes son “blancos”, es decir, protección para los patrones, y los sindicatos corporativos del PRI han sido defensores leales del sistema capitalista (y semifeudal). Dos gobiernos panistas no han tocado ni un pelo de estas mafias; al contrario se han apoyado en ellas, mientras golpean a los trabajadores y a los sindicatos que ofrecen cualquier indicio de resistencia. Lo que les interesa a Calderón, al PAN y también a la dirigencia de los partidos “de izquierda” es debilitar al PRI, su competencia por el poder, sin acabar en realidad con el corporativismo. Las cláusulas sobre “democratización” en la LFT, en la medida que no sean pura pantalla, van a servir para aún mayor intromisión del gobierno en los sindicatos para aplastar cualquier resistencia por leve que sea. Debe haber sindicatos democráticos que realmente luchen en los intereses de los trabajadores, pero eso nunca va a venir de los capitalistas ni del Estado capitalista sino solo de la lucha independiente y sobre todo revolucionaria de los trabajadores.
Todas estas medidas tienen el propósito de intensificar la sobreexplotación y el avasallamiento de los trabajadores al servicio de mayores ganancias y control por parte de los empresarios, como parte de las medidas que los imperialistas están implementando en todo el mundo. Los proponentes de la Ley la justifican diciendo que se aplican medidas semejantes en otros países, y por lo menos eso es cierto: las grandes empresas y gobiernos imperialistas como los de EU, Europa y Japón, así como sus instituciones financieras internacionales como el FMI y el Banco Mundial, promueven estas medidas en todas partes para servir mejor a los intereses de los grandes capitalistas y su sistema. La globalización imperialista y las nuevas tecnologías han engendrado un capitalismo mucho más veloz y globalizado que exige estos cambios, con grandes cantidades del capital cambiando de un país a otro en una lucha desenfrenada por la “ventaja competitiva” y mayores ganancias entre grandes bloques de capital.
El papel que quieren reservar a México y a los países oprimidos en general con el lema de “ser más competitivo” es de competir entre sí en ofrecerles a los grandes empresarios la mano de obra más barata y sometida, la entrega barata e ilimitada de recursos naturales, así como las mayores "oportunidades” de envenenar a los obreros y al medio ambiente con materiales y desechos tóxicos. O como el patrón decía en una caricatura, al pagarle sus centavitos del “pago por hora” al obrero de una familia muerta de hambre: “Tú piensa en la friega que le estás dando a los obreros chinos”.
Protesta multitudinaria contra la LFT |
Es absurdo pensar que la mejor manera de organizar la economía y la sociedad a estas alturas es con la gran mayoría trabajando y sacrificándose para enriquecer a un puñado de grandes capitalistas nacionales y extranjeros, con todas las guerras, opresión, racismo, sexismo, destrucción del medio ambiente y del planeta mismo que eso implica. Por eso, además de la muy necesaria lucha defensiva de los trabajadores contra la nueva LFT y otros ataques, aún más se necesita la lucha revolucionaria por acabar con el sistema de esclavitud asalariada, el sistema capitalista. Es posible y necesaria otra sociedad, en que los principales medios de producción ya no sean la propiedad de un puñado sino de la sociedad en su conjunto, en que los trabajadores, en vez de ser los esclavos asalariados de la clase capitalista, sean, junto con los campesinos, los jóvenes y las clases medias, los hacedores conscientes de una nueva y muy distinta sociedad que satisfaga las necesidades materiales, intelectuales y anímicas de todos, que luche por liberar a los indígenas y a las mujeres y por restringir todo tipo de desigualdad social, que aliente el disentimiento, el debate y fermento intelectual y cultural, y mucho más, como parte de la lucha por la emancipación de toda la humanidad.
Aurora Roja
Voz de la Organización Comunista Revolucionaria
http://aurora-roja.blogspot.com auroraroja.mx@gmail.com
El texto anterior puede descargarse ya formateado en formato de volante aquí:
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La fuerza de trabajo como mercancía y la abolición del sistema de trabajo asalariado
Como hemos indicado en el volante, esta contrarreforma de la Ley Federal de Trabajo no es la causa de la sobreexplotación de los trabajadores ni del ataque sistemático a los derechos laborales ganados con lucha y sangre en el pasado. Pero sí es la justificación legal para las nuevas formas y condiciones de explotación que el capital imperialista ha desarrollado para mantener su rentabilidad y expandirse en un mundo globalizado. En las últimas décadas hemos visto la llegada de grandes empresas, desde las tiendas de WalMart a las plantas de electricidad de Iberdrola y las mineras canadienses, para aprovechar los bajos salarios, la ausencia de protecciones sanitarias y medioambientales, así como los recursos naturales. Hemos visto el crecimiento y decrecimiento de las maquiladoras de costura, televisores, etc. que pagan salarios de hambre e imponen jornadas de 10 o 12 horas, seguidas por “descansos” obligatorios o simplemente el despido definitivo, mientras envenenan los ríos, la tierra, el aire y hasta los mismos obreros con materiales peligrosos y desechos tóxicos. Todo esto, más el alto desempleo sobre todo entre los jóvenes, la expulsión de millones de personas del campo, el pujante narcotráfico enlazado estrechamente con las clases dominantes y el Estado, así como muchos males más. Todos estos horrores son resultados del funcionamiento del sistema capitalista-imperialista, que en las últimas décadas ha extendido y profundizado su explotación sobre todo en los países oprimidos, creando una fuerza laboral mundial extremadamente barata, flexible y desechable.
El Artículo 3 del proyecto de LFT dice, “El trabajo es un derecho y un deber social. No es un artículo de comercio”. Esto es una mentira descarada que encubre la relación económica fundamental del capitalismo. En este sistema, no el trabajo, pero sí la fuerza de trabajo, la capacidad de las personas para trabajar, es una mercancía. Lo único que tienen las y los obreros para vender es esa capacidad de trabajar, y tienen que encontrar alguien que los contrate si ellos y sus familias van a sobrevivir. Su fuerza de trabajo la venden en el mercado como cualquier otra mercancía. Pero tiene una particularidad importante: al usarse, crea más valor. Trabajas en una mina o una fábrica y tu trabajo y el trabajo de los demás crea un nuevo valor, al combinarse con medios de producción (las máquinas, herramientas, materias primas, etc.) que a su vez son productos del trabajo de otros. Es de ese nuevo valor producido por el trabajo que el capitalista paga los salarios, pero también es de ahí de donde saca su ganancia o plusvalía, del producto del trabajo de los trabajadores. Así las cosas, el sistema de trabajo asalariado característico del capitalismo es necesariamente un sistema de explotación, ya que los capitalistas se apropian de lo que ha producido la sociedad en general.
Carlos Marx |
Ya que tanto los salarios y prestaciones de los trabajadores como las ganancias de los capitalistas tienen su fuente en una cantidad limitada, que es el nuevo valor producido por el obrero en el proceso de producción, es evidente que esta relación de explotación va a provocar conflicto, por la presión de los capitalistas para reducir los salarios y empeorar las prestaciones y condiciones de los trabajadores para aumentar sus ganancias, y la lucha contrapuesta de los trabajadores para resistir esos embates. Y la historia del país, desde Cananea hasta Pasta de Conchos, así como la historia de los demás países, está repleta de esas luchas, además de las luchas de muchos otros sectores importantes de la sociedad y a pesar de cambios importantes en la composición y situación de la clase obrera que necesitan investigarse y analizarse más.
¿Esto significa, como algunos dicen, que la lucha de los obreros es por salarios y condiciones? Aunque es un aspecto de la lucha, pensamos que no puede ni debe limitarse a eso. Como lo expresó Marx:
…el propio desarrollo de la moderna industria contribuye por fuerza a inclinar la balanza cada vez más en favor del capitalista y en contra del obrero, y que, como consecuencia de esto, la tendencia general de la producción capitalista no es a elevar el nivel medio de los salarios, sino, por el contrario, a hacerlo bajar, o sea, a empujar más o menos el valor del trabajo a su límite mínimo. Siendo tal la tendencia de las cosas en este sistema, ¿quiere esto decir que la clase obrera deba renunciar a defenderse contra las usurpaciones del capital y cejar en sus esfuerzos para aprovechar todas las posibilidades que se le ofrezcan para mejorar temporalmente su situación? Si lo hiciese, veríase degradada en una masa uniforme de hombres desgraciados y quebrantados, sin salvación posible. Creo haber demostrado que las luchas de la clase obrera por el nivel de los salarios son episodios inseparables de todo el sistema del trabajo asalariado, que en el 99 por 100 de los casos sus esfuerzos por elevar los salarios no son más que esfuerzos dirigidos a mantener en pie el valor dado del trabajo, y que la necesidad de forcejear con el capitalista acerca de su precio va unida a la situación del obrero, que le obliga a venderse a sí mismo como una mercancía. Si en sus conflictos diarios con el capital cediesen cobardemente, se descalificarían sin duda para emprender movimientos de mayor envergadura.
Al mismo tiempo, y aun prescindiendo por completo del esclavizamiento general que entraña el sistema del trabajo asalariado, la clase obrera no debe exagerar a sus propios ojos el resultado final de estas luchas diarias. No debe olvidar que lucha contra los efectos, pero no contra las causas de estos efectos; que lo que hace es contener el movimiento descendente, pero no cambiar su dirección; que aplica paliativos, pero no cura la enfermedad. No debe, por tanto, entregarse por entero a esta inevitable lucha guerrillera, continuamente provocada por los abusos incesantes del capital o por las fluctuaciones del mercado. Debe comprender que el sistema actual, aun con todas las miserias que vuelca sobre ella, engendra simultáneamente las condiciones materiales y las formas sociales necesarias para la reconstrucción económica de la sociedad. En vez del lema conservador de "¡Un salario justo por una jornada de trabajo justa!", deberá inscribir en su bandera esta consigna revolucionaria: "¡Abolición del sistema del trabajo asalariado!" (Salario, precio y ganancia, Cap. XIV, ELE, Pekín, 1976, p. 73-74).
Inscribamos, pues, esa consigna revolucionaria en nuestras banderas.