Por qué las elecciones en Italia significan malas noticias para el mundo y qué hacer al respecto

29 de marzo de 2018 | Periódico Revolución | revcom.us

Del Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar:

Nota de revcom.us: El ex estratega en jefe de Donald Trump, Steve Bannon, ha estado de gira por Europa, fomentando el fascismo y la supremacía blanca y dando respaldo a los grupos fascistas. Le dijo a una reunión del Partido Frente Nacional fascista en Francia: “Dejen que les llamen racistas. Dejen que les llamen xenófobos. Dejen que les llamen nativistas. Úsenlo como una insignia de honor”. Los resultados de las recientes elecciones en Italia, analizados en este artículo del Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar, representan un gran salto en el fascismo en Europa.

9 de marzo de 2018. Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar. Los resultados de las elecciones parlamentarias en Italia son tan alarmantes como grotescos. Son grotescos porque los dos partidos que salieron bien parados, dividiéndose el electorado entre ellos, la fascista Liga y el “libertario” Movimiento 5 Estrellas, aparentemente opuestos, se han unido contra la inmigración. Son alarmantes porque demuestran lo rápido que un ambiente violento, racista y fascista puede instalarse en un país de Occidente, agarrando desprevenida a gran parte de su población.

El ex asesor de Trump e ideólogo líder supremacista blanco/masculino/pro estadounidense, Steve Bannon, fue a Italia a presenciar las elecciones y a celebrar los resultados. “El pueblo italiano ha llegado más lejos, en menos tiempo, que lo que lo hicieron los británicos por el Brexit y los estadounidenses por Trump”, le dijo al New York Times. “Italia está a la cabeza”.

El colapso de los partidos gobernantes tradicionales y el ascenso de los fascistas

Los resultados signaron el colapso de los dos grandes partidos que han dominado a Italia desde el fin de la II Guerra Mundial.

El gobernante Partido Demócrata (que se creó en la época en que los obreros votaban por el totalmente no revolucionario Partido Comunista), perdió más de la mitad de sus antiguos votantes y se situó en un lejano tercer lugar. Las cosas fueron aún peores para Forza Italia, dirigida por el tristemente célebre magnate de los medios de comunicación y ex primer ministro Silvio Berlusconi, frecuentemente etiquetado como el Trump original. Funcionarios de la Unión Europea (UE) y otras potencias europeas esperaban que si el Partido Demócrata, al que prefieren, no ganara, Berlusconi lo haría y gobernaría junto con el Partido Demócrata en algo parecido al modelo alemán de “gran coalición de centro-izquierda/centro-derecha”.

Berlusconi se había aliado con la Liga para estas elecciones. Pero, en vez de que él se beneficiara de esta alianza, triunfó la Liga y el partido de Berlusconi quedó casi noqueado. El tercer partido afín a su grupo eran los Hermanos de Italia. Los Hermanos dicen ser herederos de Benito Mussolini, cuyo régimen (1922-1945) fue el primero en el mundo en decirse fascista. Mussolini fue el principal aliado de Hitler en Europa en la II Guerra Mundial. Uno de indicadores más dicientes de qué tanto la política convencional en los países imperialistas se ha desplazado a la derecha es que los principales medios informativos de Occidente se refieren a esta alineación como “centro-derecha”.

Esta recién descubierta respetabilidad (a ojos de las clases dominantes occidentales y sus expertos) hacia las fuerzas fascistas, aunque les expresen aversión, es un importante factor en el triunfo de la Liga. Antes llamada Liga del Norte, para nada es novata en la escena política italiana. Con respaldo de los ricos de las regiones más ricas de Italia, la razón original de su existencia era oponerse a que se utilizara el dinero de los impuestos para desarrollar el sur del país, que por mucho tiempo sirvió como fuente de mano de obra para las sumamente lucrativas industrias del norte. Sus líderes son tristemente célebres por llamar perezosos, sucios y malolientes a los italianos del sur, con una palabra italiana equivalente a “nigger”. Pero esta categoría ahora la aplican a otros. Casi de inmediato la Liga abandonó su regionalismo, renunció a su oposición a la UE y adoptó un nuevo lema, “Primero los italianos”, declarando que, para empezar, todos los italianos tienen que unirse para echar a todos los inmigrantes recientes. Ahora es el partido con más escaños en el parlamento y su líder, Matteo Salvani, está exigiendo que el testaferro presidente del país lo nombre para formar el próximo gobierno.

Ningún partido ganó la mayoría parlamentaria, por lo que todo gobierno futuro se basará en una coalición. La Liga se podría unir con el Partido Demócrata, que ayudó a allanar el camino para la Liga al criminalizar los esfuerzos humanitarios para rescatar inmigrantes en el mar y al utilizar la marina y los señores de la guerra libios para impedir con fuerza militar que botes llenos de refugiados abandonen el Norte de África. Esto llevó al encarcelamiento de muchos miles de africanos en campos de concentración en la que fue colonia de Italia. El Partido Demócrata jugó un gran papel en la popularización del odio a los inmigrantes y la legitimación de posiciones fascistas.

O podría darse una coalición entre la Liga y el Movimiento 5 Estrellas. El hecho de que comentaristas políticos líder en Italia y el exterior vean esto como una “solución” viable a la crisis política italiana dice mucho más sobre 5 Estrellas que lo que muchos de sus propios partidarios quisieran admitir.

5 Estrellas insiste que es un movimiento político, y no un partido. Su actitud hacia los partidos políticos y la respetabilidad tradicional se resume en su lema oficial, “Váyanse a la mierda”. Su imagen se exhibe en su logo que es una V, parecida a la máscara en forma de V de la película de 2005 V de Vendetta, adoptada luego por grupos anti-establecimiento como Ocupar en Estados Unidos y Reino Unido. La V es por “Váyanse” y es también el número cinco en romanos, simbolizando las “5 estrellas” o asuntos centrales del movimiento: renacionalizar el sistema público de acueducto, transporte sostenible, desarrollo sostenible, ambientalismo y acceso a internet para todos. Sus reglas fundacionales exigen “democracia directa” para todo (todas las decisiones se toman por referendo en la web), estrictas restricciones para evitar el surgimiento de líderes permanentes y acabar con la política “profesional” exigiendo que sus funcionarios elegidos entreguen gran parte de su salario.

Pero solo diez años después de su fundación, 5 Estrellas se ha convertido en un partido político, un partido cuyo líder de 31 años de edad, Luigi Di Maio, es conocido por su refinada imagen de traje y corbata en contraste con el deliberado desaliño de su cofundador, el comediante Beppe Grillo. Di Maio, también, está exigiendo ser nombrado para formar un gobierno, lo que seguramente significará una coalición con uno o más de los partidos a los que 5 Estrellas se ha definido estar en contra.

Esto no es lo que se imaginaban muchos de los partidarios de 5 Estrellas, que por lo general son menos religiosos, menos tradicionales y en cierto sentido más jóvenes que los de otros partidos. Entre ellos hay estudiantes, profesionales y pequeños y medianos empresarios que se sienten apabullados por el sistema político y la enorme y omnipresente corrupción de la que es sinónimo. Al principio buscó tomar una posición menos clara sobre la inmigración, centrando sus ataques en “el negocio de la inmigración”, los (muy reales) abusos de las organizaciones criminales que se ceban de centros oficiales de asilo, y la exigencia de que otros países europeos tomaran su parte de los inmigrantes en vez de dejárselos solo a Italia. Pese a que el programa de 5 Estrellas se oponía a la retórica antiinmigrante de otros partidos, su propia posición no obstante equivalía a una versión libertaria de “Primero los italianos”, en concordancia con su posición contra la permanencia de Italia en la UE (en el parlamento europeo se ha unido a la alianza del líder del Brexit1, Nigel Farage). Para la Liga y para 5 Estrellas, su nacionalismo subyacente que ha sido un factor impulsor de su oposici&oaute;n a la UE, se ha abrazado aún más fuertemente a medida que la cuestión de la inmigración se ha hecho más central en toda Europa.

El auge del odio antiinmigrante

El sentimiento antiinmigrante, al nivel en que está hoy, es relativamente nuevo en Italia. Hace unos años, cuando comenzaban a llegar por primera vez pequeños botes a Sicilia, las costas italianas más próximas al norte de África, y el gobierno italiano y otros gobiernos europeos deliberadamente dejaron que miles de personas se ahogaran, los pescadores locales y otros se ofrecieron a rescatar a los futuros inmigrantes y darles refugio. Funcionarios locales en Lampedusa, una pequeña isla cerca de Túnez, donde mucha gente fue arrojada por el mar, criticaron duramente al gobierno italiano por no brindarles a los recién llegados la ayuda que merecían. Hoy, no es claro si tales personas cambiaron de idea o si solo están abrumadas por el creciente ambiente antiinmigrante que el Estado y todos los partidos políticos crearon por todos los medios posibles.

La entrada de los inmigrantes en los últimos años no explica por qué tantos italianos han llegado a ver la inmigración como una concentración de todo lo que les frustra y humilla en su sociedad, una “crisis” que tiene que resolverse con las más drásticas (e inhumanas) medidas, por qué se ha convertido en el principal ariete del fascismo. Sin duda, tiene algo que ver con la idea de que la gente nacida en Italia —y cada vez más, no todos los que han nacido en Italia sino únicamente los hijos de “verdaderos” italianos— tienen el derecho, por el hecho de haber nacido en un país imperialista que saca riquezas de todo el mundo, de vivir mejor y considerarse mejores que la gente de países dominados y desangrados por el sistema imperialista global. Algunas personas alegan que los problemas económicos, en especial el alto desempleo, causan la histeria antiinmigrante, pero los trabajos que consiguen los inmigrantes, en lo básico en la producción de las muy alabadas exportaciones —el trabajo en los viñedos y en la agricultura en general, en las pequeñas y medianas fábricas de alta tecnología del norte que producen tejidos especiales y otros bienes de lujo, y en la provisión de cuidado personal y otros servicios sociales que ayudan a preservar la estructura de la familia tradicional— son trabajos que muchos italianos ya no se sienten obligados a aceptar.

El Movimiento 5 Estrellas y muchos que se consideran “gente de izquierda” en esencia han abrazado este sentimiento de creer que muchas cosas les corresponden por derecho propio. Esto va de la mano con la visión reformista que, en vez de buscar una sociedad radicalmente distinta, busca hacer que la sociedad existente funcione mejor reemplazando a sus administradores corruptos. Aunque hablan de “el sistema”, la oposición de este movimiento se ha ido acercando peligrosamente a la retórica fascista, y reducen la meta a cambiar las estructuras políticas y no las subyacentes relaciones económicas de explotación y las opresivas relaciones sociales. Terminan compartiendo con los fascistas la meta central de una “mejor” Italia imperialista y un “mejor trato” (para los italianos) dentro de la cadena alimenticia imperialista global, en vez de ponerle fin al sistema capitalista monopolista que moldea la vida de todos y crea antagonismos entre países, tanto entre países parásitos y los países que les dan de comer, como entre países imperialistas rivales.

A medida que se agudizaba más y más la cuestión de la inmigración, 5 Estrellas aclaró su posición. Alineado con el mismo gobierno, su líder denunció a las oenegés que realizan operaciones de búsqueda y rescate en el Mediterráneo, diciendo que eso equivale a suministrar “taxis” para traer inmigrantes. Hoy es difícil diferenciar su posición de la de los fascistas y su lema “Primero los italianos”. Sea que 5 Estrellas acabe uniéndose a una coalición con los fascistas o a una coalición rival, o alguna combinación de ambas, se ha convertido en un engranaje de un complejo proceso político que impulsa el auge del fascismo en Italia hoy.

Unas semanas antes de las elecciones, en el pueblo de Macerata en el centro de Italia, un joven que había sido candidato local por la Liga se bajó de su auto, se arropó con una bandera italiana, hizo el saludo fascista de Mussolini y procedió a disparar contra seis transeúntes que creyó africanos (por fortuna nadie murió). Dijo que se vengaba por el atroz asesinato de una mujer italiana por criminales nigerianos, pero nadie dispara a mansalva contra los italianos en represalia por los asesinatos cometidos por la mafia italiana. Luego de esto, toda tendencia política tomó posición. El líder de la Liga dijo que se oponía a la violencia, pero que los africanos habían llevado la violencia a Italia (¡!). Grupos fascistas más pequeños llamaron a los italianos a manifestarse a favor del asesino. Miles de personas salieron a unirse a una marcha antifascista, y ha habido más por todo el país. Pero a medida que 5 Estrellas se une cada vez más al coro que censura “la inmigración descontrolada”, sus partidarios escasearon mucho en las protestas antifascistas en este momento tan crucial. El llamamiento fascista a expulsar de inmediato a medio millón o más de personas —con toda la bruta fuerza estatal que se requiera— se está legitimando y ahora busca mostrarse como una exigencia “del pueblo”.

El auge del fascismo en Europa

Demasiados europeos creen que el fascismo ha llegado a su punto máximo, que no podría enganchar a sus países, como gran parte de la gente lo creyó respecto a Italia. De hecho, hasta ahora, mucha gente pensaba que solo podría llegar al poder en los países más pobres de Europa oriental, y no en Europa occidental y ciertamente no en la tercera mayor economía de la eurozona.

Pero hay algo más profundo que aprender del ejemplo italiano. En Francia, por ejemplo, el movimiento Francia Insumisa liderado por Jean-Luc Mélenchon2 va por el mismo camino que 5 Estrellas, pasando de una deliberada ambigüedad sobre la inmigración a adoptar la misma lógica conciliadora: que la inmigración en masa es un problema grave, que si el Estado no toma medidas para detenerlo, pues los fascistas triunfarán, sin dejar ninguna opción “práctica” salvo adoptar una posición antiinmigrante. Actualmente, el gobierno “centrista” de Emmanuel Macron maniobra para implementar políticas sumamente crueles contra los inmigrantes — no ante las próximas elecciones sino después de unas elecciones presidenciales en las que Macron le debe su victoria a la gente que votó por él para derrotar a la candidata del fascista Frente Nacional. En vez de convocar gente en contra de esto, Mélenchon ha mantenido un silencio atípico. Ahora prácticamente nadie de la “izquierda” francesa organizada se ha unido a los cristianos, humanitarios y oenegés que luchan por la idea de que todos los seres humanos tienen los mismos derechos. Puede que el Frente Nacional esté por el momento debilitado por riñas internas, pero ideológicamente se les está allanando el camino.

En el Reino Unido, también, incluso gente que se considera revolucionaria no puede romper con la visión de “mi país ante todo” (o, en su versión de “izquierda”, “mi pueblo ante todo”) encarnada en el Brexit e imbuida en el Partido Laborista. Durante la campaña del referendo del Brexit, el líder laborista Jeremy Corbyn aceptó el frenético llamado a “controlar” “nuestras fronteras”. ¿Acaso el laborismo denuncia la criminal responsabilidad del imperialismo británico en expulsar a millones de personas de sus hogares con su asesina participación en las guerras encabezadas por Estados Unidos en Medio Oriente y Afganistán? Por supuesto que no. A cambio, el principal argumento del laborismo fue que los inmigrantes hacían una contribución neta a la economía británica — en otras palabras, nos sirven a “nosotros los británicos”. Con sus vistas reducidas por las anteojeras del nacionalismo a “mi país”, demasiada gente progresista se ha dejado caer en respaldar posiciones que creía que nunca tendría.

Independientemente de las diferentes características del auge del fascismo en toda Europa, lo están generando acontecimientos sociales y económicos dentro de sociedades que a su vez se determinan e impulsan por lo que sucede en el sistema imperialista mundial en su conjunto. Esto es lo que subyace a las necesidades que enfrenta toda clase dominante imperialista, incluso en Italia, a medida que los acuerdos de gobierno liberales democráticos tradicionales vigentes desde la II Guerra Mundial colapsan bajo la presión de cambios telúricos en el sistema imperialista mundial, y a medida que se intensifica la rivalidad entre imperialistas. Por eso, Italia, por ejemplo, encuentra ahora que es tanto posible como necesario aumentar agresivamente su intervención en el norte de África, junto al régimen libio de señores de la guerra. Estos cambios globales también subyacen a la cambiante configuración de la economía y sociedad italianas, llevando a la violenta reafirmación de los valores esenciales que han mantenido unida a esa sociedad.

Cuando el fascista estadounidense Bannon dijo, “El pueblo italiano ha llegado más lejos”, dejó sin decir hacia dónde. Estos fascistas no quieren el poder solo para enriquecerse. Buscan reconfigurar el Estado capitalista y utilizarlo para realizar cambios sumamente violentos, lo más pronto posible, a un estatus quo en que se abren fuertes grietas ante las fuerzas objetivas que agitan el mundo de hoy. A nombre de “Primero los italianos”, están dispuestos a derramar la sangre de todo el que se oponga a los crímenes que están preparando.

Detener al fascismo exige una unidad tan amplia como lo que requiere la horrenda situación, y al mismo tiempo los mismos acontecimientos dejan en claro que tiene que haber un núcleo de gente que entienda cómo es que el sistema imperialista ha creado esta situación, y por tanto vea la lucha contra el fascismo como parte de lidiar con los problemas desde su raíz, mediante una revolución, y en consecuencia, mientras forjan una amplia unidad, puedan luchar contra las ilusiones y las ideas erróneas que han ayudado a impulsar el fascismo y podrían sabotear la lucha en su contra. Algunas personas tienen que asumir esa responsabilidad.

1. Brexit fue la decisión de Gran Bretaña de abandonar la Unión Europea en 2016. Vea el artículo de revcom.us “3 puntos sobre ‘Brexit’”. 
2. El líder de Insumisa, Mélenchon, es considerado un líder político socialdemócrata o “populista de izquierda” 

El 17 de marzo de 2017, el Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar (SNUMQG) anunció su transformación en una herramienta más completa para la revolución basada en la nueva síntesis del comunismo de Bob Avakian. Lea el editorial del SNUMQG aquí: “Editorial: Introducción a un SNUMQG transformado”.

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