El hongo nuclear sobre Hiroshima. |
Número 97 de la serie Crimen yanqui de revcom.us. Se puede encontrar la serie completa aquí.
EL CRIMEN: A las 8:45 a.m. del 6 de agosto de 1945, de repente apareció por
encima de la ciudad japonesa de Hiroshima una ardiente bola de fuego de un
millón de grados de temperatura, matando, quemando vivas o vaporizando
instantáneamente a decenas de miles de personas. Tormentas de fuego se tragaron
la ciudad. Entonces llegaron ondas expansivas y vientos de más de 1600
kilómetros por hora, destrozando cuerpos y edificios, lanzando por los aires a
hombres, mujeres y niños. Casi todas las estructuras dentro de más de un
kilómetro y medio alrededor del epicentro quedaron destruidas.
“Había cadáveres rojos muertos e hinchados unos encima de otros, se les
salieron los intestinos y los ojos, filas de personas que parecían fantasmas
con el cabello chamuscado y la piel quemada colgante”, recordó un
sobreviviente, y había “sobrevivientes apenas vivos que no estaban en
condiciones de ayudar a sus propios hijos o padres”. En un cuarto estaban 20
jóvenes con los ojos derretidos en la cuenca. Nubes de polvo convirtieron la
mañana en el anochecer; luego, cayó una lluvia negra.
Estados Unidos acababa de hacer estallar la primera bomba nuclear sobre el centro de una ciudad de 350.000 habitantes. Miles de sobrevivientes empezaron a padecer de fiebre, diarrea, vómitos, pérdida de cabello y piel — indicios de la muerte por la enfermedad de radiación. Para fines de 1945, entre 140.000 y 150.000 personas, la enorme mayoría de ellas civiles, habían perecido en Hiroshima. Cientos de miles de otros quedaron heridos.
La espalda lesionada de Sumiteru Taniguchi, cartero de Nagasaki, debido a la bomba atómica del 9 de agosto de 1945. Foto de enero de 1946.
Más tarde ese mismo día, el presidente Harry Truman anunció el bombardeo
y amenazó a Japón: “Si no aceptan nuestras condiciones [de rendirse
inmediatamente] pueden esperar una lluvia de destrucción desde el aire como la
que nunca se ha visto en esta tierra”. Tres días después, el 9 de agosto,
Estados Unidos lanzó una bomba aún más poderosa sobre Nagasaki, destruyendo la
ciudad y asesinando a otras 70.000 personas.
LOS CRIMINALES: El presidente Harry S. Truman, quien
ordenó el ataque; el secretario de Guerra, Henry Stimson, quien supervisó la
guerra, incluyendo la construcción de esta “más aterradora de todas las armas
conocidas en la historia de la humanidad”; el general Leslie Groves, a cargo de
la construcción de la bomba; y el comando militar responsable del bombardeo.
LA COARTADA: Fue necesario lanzar una bomba nuclear sobre Japón para terminar
la guerra rápidamente, evitando una invasión de parte de Estados Unidos que,
según los presidentes Roosevelt y Truman, costaría un millón de vidas
estadounidenses.
“Reconozco el trágico significado de la bomba atómica…. La hemos usado
para acortar la agonía de la guerra, para salvar la vida de miles y miles de
jóvenes estadounidenses”, dijo Truman después de lanzar bombas nucleares sobre
Hiroshima y Nagasaki.
Y desde ese entonces, todos los presidentes han repetido esa coartada:
“Creo que el presidente sí aprecia que el presidente Truman tomó su decisión
por razones justas”, dijo el secretario de prensa de Obama.
EL VERDADERO MOTIVO: Dominar a Japón y el mundo entero tras la
Segunda Guerra Mundial. Estados Unidos sabía que Japón se colapsaría sin una
invasión y pedía paz semanas antes del bombardeo de Hiroshima y Nagasaki. El 12
de julio de 1945, Truman admitió en su diario personal que Estados Unidos había
recibido “un telegrama del emperador japonés pidiendo paz”.
Pero los gobernantes de Estados Unidos querían dominar completamente a
Japón e impedir que la Unión Soviética se apoderara de más territorio en
Manchuria que estaba en manos de Japón y que ganara mayor influencia en el
mundo post-guerra — o que “obtuviera gran parte del botín” como dijo un
funcionario estadounidense. Eso quería decir imponer un terror que le obligaría
a Japón a rendirse inmediatamente. Por eso Estados Unidos incineró a Hiroshima
y Nagasaki. Japón se rindió el 15 de agosto, seis días después del bombardeo de
Nagasaki. También sirvió de advertencia a quienquiera que se atreviera a retar
el dominio de Estados Unidos en el mundo post-guerra, transmitida mediante
montañas de carne calcinada y decenas de miles de sobrevivientes horriblemente
desfigurados.
LOS REINCIDENTES: Una y otra vez, Estados Unidos ha
contemplado y amenazado con usar armas nucleares para imponer su dominio
mundial: En los años 1950, hizo planes para una posible guerra nuclear contra
la Unión Soviética, la que según sus cálculos podría matar a 600 millones de
personas; en 1958, 1973 y 1980 puso sus fuerzas en alerta nuclear durante las
crisis en el Oriente Medio sobre Irak, Israel e Irán; en 1969 el presidente
Richard Nixon amenazó con usar armas nucleares contra Vietnam; antes de la
invasión de Irak de 2003, el Pentágono elaboró planes en secreto para usar
armas nucleares; Obama ha anunciado planes para gastar más de $1 millon de
millones por armas nucleares en los próximos 30 años.
EN SUS PROPIAS PALABRAS:
“Esto es la cosa más grandiosa en la historia”.
—Presidente Truman,
al enterarse del bombardeo de Hiroshima
“Si hubiéramos
perdido la guerra, nos hubieran procesado por criminales de guerra”.
—Mayor General Cutis
E. LeMay, quien dirigió la campaña de bombardeo contra Japón y transmitió las
órdenes de Truman para lanzar las bombas nucleares, según lo informado por
Robert McNamara, el ayudante de LeMay durante la Segunda Guerra Mundial, y más
tarde Secretario de Defensa.
"Estos imperialistas hacen que el Padrino se parezca a Mary Poppins".
—Bob Avakian, Lo BAsico 1:7
No hay comentarios:
Publicar un comentario