Reproducido de Revolución No. 504
La amenaza de Trump de atacar a Corea del Norte con “fuego y
furia… el poder del calibre que este mundo nunca ha visto” puso el mundo en la
mira de una guerra nuclear. Como escribimos
inmediatamente después de esas amenazas: “Esto es otro nivel de brutalidad,
belicosidad y locura incluso de parte de Trump. No se puede exagerar el peligro
que enfrentamos: este presidente fascista ahora potencialmente ha puesto en
entredicho la propia futura de la humanidad”.
La amenaza de Trump le echó gasolina a un conflicto que ya ha
causado sufrimiento y muerte casi inimaginables para la península coreana. En
la Guerra
de Corea, de 1950 a 1952, Estados Unidos usó bombas de saturación contra
Corea del Norte y destruyó todo edificio de más de dos pisos, y masacró entre
tres y cinco millones de personas, un 30 por ciento de la población de ese
país. Después de que la guerra terminó en un punto muerto, el régimen títere
instaurado por Estados Unidos en Corea del Sur impuso una represión brutal y
fascista durante décadas. Y Estados Unidos nunca ha reconocido al régimen
norcoreano como legítimo, y ha armado al régimen surcoreano con misiles de
punta y un enorme ejército orientado para invadir el Norte. Más de 20 mil
tropas estadounidenses están apostadas en la frontera entre Corea del Norte y
Corea del Sur.
¿Quién amenaza a quién? Y ¿por qué?
El régimen norcoreano no es ni socialista ni revolucionario, es
explotador y represivo. Pero representa un problema para los gobernantes del
imperio estadounidense, que enfrentan un mundo de crisis y desafíos desde
muchos lados. Los gobernantes de Corea del Norte han desafiado las amenazas
estadounidenses, y 15 años después de que George Bush puso a ese régimen en la
lista del “Eje del Mal” (con Irak e Irán), el régimen norcoreano sigue intacto.
La clase dominante estadounidense considera que eso es inaceptable,
especialmente en un momento en que la posición del imperialismo estadounidense
como la única superpotencia del mundo está bajo desafíos por fuerzas que van
desde la yihad islámica fundamentalista hasta potencias regionales que hacen
una demostración de fuerza al percibir debilidades en el imperio
estadounidense, y rivales en ascenso como Rusia y China (con las que Corea del
Norte se alinea).
Todo eso es inaceptable para la clase dominante estadounidense en
conjunto, y cada administración ha tratado de debilitar, aislar y sacar del
poder al régimen norcoreano. Pero Trump, como fascista, no puede aceptar que
ninguna otra potencia desafíe directamente el poder de Estados Unidos. Un
secuaz de Trump le dijo al Noticiero Fox: “Él está diciendo que no presionen a
Estados Unidos y no presionen a Donald J. Trump… No somos simplemente la
superpotencia. Éramos una superpotencia, ahora somos una hiperpotencia. Nadie
en el mundo se acerca ni por asomo a nuestras capacidades militares,
especialmente no en el caso de Corea del Norte”.
Corea del Norte ha puesto muy claro repetidas veces, y hasta los
expertos de la clase dominante estadounidense generalmente reconocen, que su
programa nuclear no tiene el objetivo de lanzar un primer golpe (que no tendría
sentido, dada su capacidad muy limitada en comparación con los miles de armas
nucleares que tiene Estados Unidos). Como escribimos
hace poco: “Si Corea del Norte no va a lanzar un ‘primer golpe’, pues ¿por
qué representa una ‘amenaza’ tan grande y por qué están ‘peligrosas’ y
‘provocadoras’ sus acciones? La única respuesta lógica es que el
desarrollo de armas nucleares y misiles podrían servir en efecto como una fuerza
disuasoria, y hacer que Corea del Norte esté menos vulnerable al
hostigamiento, y posibles acciones militares agresivas, de Estados Unidos y sus
aliados. Por lo que, en realidad, el régimen de Trump y Pence, actualmente
al mando del imperialismo estadounidense, está amenazando y tomando
acciones que podrían llevar a una guerra grande, y posiblemente nuclear,
¡¡porque un adversario toma medidas que pueden hacerlo menos vulnerable al
hostigamiento y agresión de estos imperialistas!!”
Las armas nucleares son fundamentalmente armas de destrucción
masiva, que nadie debe poseer. La Constitución para la
Nueva República Socialista en América del Norte, un plano para una
sociedad que tiene el objetivo de eliminar toda explotación y opresión, insiste
que la nueva sociedad revolucionaria no poseerá ni usará armas nucleares, y
dirigirá una lucha en el mundo para prohibirlas por completo. Pero la posición
completamente ultrajante de los imperialistas estadounidenses de que ellos deben
tener suficientes armas nucleares para destruir el mundo diez veces, pero si
cualquier otro país que no sea de su agrado intente adquirirlas tan siquiera,
pues Estados Unidos tiene el derecho de amenazarlo con un ataque nuclear y
quizás cometerlo.
La locura detrás de la locura
Un abierto ataque militar estadounidense contra Corea del Norte
mataría a mucha gente en ese país y casi seguramente resultaría en un
contraataque por ese régimen que mataría a decenas de miles de personas en
Corea del Sur inmediatamente (y muy posiblemente miles de tropas
estadounidenses apostadas ahí también). Además, la posibilidad de una respuesta
nuclear norcoreana sería horripilante en sí, pero también podría poner en
marcha una dinámica que podría involucrar a China o Rusia y escalar en una
espiral al extremo de una guerra nuclear mayor que ponga en la cuerda floja el
propio futuro de la humanidad. Por esa razón, la doctrina militar establecida
de la clase dominante estadounidense ha sido de imponer sanciones
paralizadoras, el aislamiento económico y diplomático, el sabotaje y amenazas
militares constantes para presionar a Corea de Norte a que abandone su programa
nuclear — acercándose al borde del precipicio de una guerra total sin cruzar la
raya. Los gobernantes de Estados Unidos no se preocupan por el
destino de la humanidad sino por el peligro de que un ataque contra Corea del
Norte desate consecuencias extremas e impredecibles para su sistema.
Con su amenaza belicosa, Trump aventó una granada a esta
situación. Consciente Trump o no de lo que su amenaza representa, esta locura
tiene cierta lógica. Él es el monstruo que repetidas veces le preguntó a un
experto en relaciones exteriores: Si tenemos armas nucleares, ¿por qué no
podemos usarlas? Según los fascistas trumpistas, hacer que Estados Unidos “vuelva
a tener grandeza” significa, tal como Trump declaró repetidamente durante la
campaña, hacer que “nuestros” enemigos nos teman.
La lógica de esa lógica lleva a la locura de empujar a la
humanidad al borde del precipicio de una guerra horripilante que podría escalar
en una espiral a un nivel inimaginable de muerte y destrucción, o por medio de
una decisión consciente, un accidente o unas cadenas inesperadas de
acontecimientos.
Esta pesadilla tiene que ser terminado, por el pueblo
Las tremendas incertidumbres que supone un ataque estadounidense o
una guerra contra Corea del Norte, con la posibilidad de que las cosas se
salgan en una espiral del control de Estados Unidos, han provocado debate y
conflicto al interior de la clase dominante, e incluso al interior del círculo
íntimo de Trump. El New York Times informó que Steve Bannon,
el estratega en jefe de Trump y un fascista duro, sostiene que el verdadero
reto para Estados Unidos es China, y que se está enfocando demasiado en el
conflicto con Corea del Norte. Pero, por más que los demócratas quizás
critiquen y objeten levemente, y por más que tengan reservas algunos de los
actores principales del régimen, en este momento no hay ninguna fuerza al
interior de la clase dominante que va a detener a Trump. Los demócratas, y
posiblemente algunos republicanos que tienen reservas fuertes sobre los riesgos
que Trump está corriendo, temen más a las posibles
consecuencias de los trastornos que supondría detener a Trump, que lo que temen
el rumbo en que él está encaminado. Y sin un gran auge de protestas y
resistencia de la gente, en el caso de un conflicto con Corea del Norte la
clase dominante estadounidense en su conjunto casi a ciencia cierta dejará a un
lado sus discrepancias y se cerrarán filas en torno a Trump.
Por otro lado, si se surgiera un poderoso auge de lucha desde
abajo que exija que en nombre de los intereses de la humanidad SE
DETENGA esta ruleta nuclear y que SEA EXPULSADO AL RÉGMINE EN SU CONJUNTO, pues
dicho auge de lucha podría interactuar con las contradicciones y los conflictos
al interior de la clase dominante de maneras que crearan oportunidades para
realmente expulsar al régimen.
¡Es preciso que la gente actúe ya para detener a este régimen! Con
denuncias y protestas contra las maniobras hacia una guerra. Y de mayor
importancia, con unidad en torno al Llamamiento de Rechazar el Fascismo, a
partir del 4 de noviembre: ¡En nombre de la humanidad, nos NEGAMOS a
aceptar a un Estados Unidos fascista! ¡Esta pesadilla tiene que terminar: El
Régimen de Trump y Pence tiene que MARCHARSE!
Más allá de eso, es necesario derrocar a la mayor brevedad posible
el sistema entero que engendró este régimen fascista. Y desde muchas
perspectivas, es necesario zafarse de la orientación de
ninguna manera o forma basarse en los intereses de los Estados Unidos de
América.
Como explica Bob Avakian en Lo BAsico:
Los intereses, objetivos y grandes planes de los imperialistas no
corresponden a nuestros intereses — no corresponden a los
intereses de la gran mayoría de la población en Estados Unidos ni de la
abrumadora mayoría de la humanidad. Hay que entender las dificultades en que se
han metido los imperialistas en aras de sus intereses, y hay que responder a
ellas, pero no desde su punto de vista y sus intereses sino desde el punto de
vista de la gran mayoría de la humanidad y de la necesidad básica y urgente de
un mundo diferente y mejor, de otro camino.
Lo BAsico, 3:8
Promesas de
monstruos genocidas para “proteger” a la gente del mundo
El 9 de agosto, Donald Trump amenazó con descargar “fuego y furia”
sobre Corea del Norte. El secretario de Defensa Mattis explicó lo que esto
significaba, amenazando a Corea del Norte con “el fin de su régimen y la
destrucción de su pueblo” (énfasis agregado) — en otras palabras, el
genocidio.
En respuesta a las críticas a estas amenazas, Trump dijo:
“Francamente, la gente que cuestionaba esa declaración, ¿era demasiado dura?
Tal vez no fuera lo suficientemente dura. Han estado haciéndole esto a
nuestro país por mucho tiempo, por muchos años, y ya es hora de que alguien
defienda al pueblo de este país y al pueblo de otros países. Más bien,
tal vez esa declaración no fuera lo suficientemente dura” (énfasis agregado). Y
dijo: “Les pasarán cosas que nunca pensaron que fueran posibles, ¿ME ENTIENDEN?
Él ha estado mangoneando al mundo por mucho tiempo”.
¡¿¡¿Qué carajos?!?!
Veamos a quién REALMENTE “ha estado mangoneando al mundo por mucho
tiempo”, y lo sigue haciendo y ahora amenaza con emprender una guerra nuclear.
Veamos la verdadera historia, y no la mitología del
“excepcionalismo estadounidense” (una visión que sostiene que Estados Unidos es
una especial “fuerza por el bien” en el mundo) que es el mantra de todos los
políticos de la clase dominante de Estados Unidos, y que Trump está llevando a
niveles extremos. Veamos sólo una parte de lo que Estados
Unidos ha hecho en el mundo durante los últimos 65 años1.
En 1950 Estados Unidos invadió a Corea del Norte y, según el
general estadounidense Curtis LeMay, “redujo a cenizas todas las ciudades de
Corea del Norte” en 1952. ¡Mató a un 30 por ciento de la población!
Invadió a Vietnam con medio millón de soldados, cometió
violaciones en masa y masacres horribles, soltó siete millones de toneladas de
bombas (el doble de la cantidad que se soltó sobre Europa y Asia en toda la
Segunda Guerra Mundial), ahogó el suelo con napalm (químico que quema vivas a
las personas) y “Agent Orange” [agente naranja] (que destruye cultivos y
bosques). Tres millones de personas murieron.
Orquestó golpes de estado en Indonesia, Irán, Chile,
Guatemala y muchos otros países. Tan solo en Indonesia, mataron
a un millón de personas.
Invadió a la República Dominicana para reprimir un levantamiento
popular, mató a miles de personas. Respaldó a la junta militar en la guerra
civil de El Salvador, mató a 75.000 personas.
Estados Unidos invadió a Irak en 1991, destruyó gran parte de su
infraestructura crucial (como sistemas de purificación de agua y fábricas
farmacéuticas) y luego impuso sanciones durante una década, las que la entonces
embajadora Madeleine Albright admitió que causaron la muerte de 500.000 niños
(de lo que ella dijo en una entrevista televisada, “valía la pena”).
En 2003, Estados Unidos invadió de nuevo a Irak
—so pretexto de que Irak poseyera armas de destrucción masiva y amenazara al
mundo—, mató a decenas de miles de personas más y dio inicio a una guerra civil
que prácticamente ha destruido a esa nación. Otros países de Oriente Medio han
sido arrastrados al torbellino, y el número de muertos, heridos y personas
desplazadas en la región ya llega a más de seis millones.
A lo largo de todo este período, Estados Unidos ha seguido
desarrollando y blandiendo su enorme arsenal de miles de armas nucleares y se
ha negado a renunciar al “primer uso” de esas armas de destrucción masiva, y ha
llevado al mundo al borde del precipicio de una guerra nuclear durante la crisis
de los misiles en Cuba de 1962.
Por horroroso que sea todo esto, en realidad sólo araña la
superficie de los crímenes estadounidenses en todo el mundo, al mismo
tiempo que los gobernantes imperialistas han continuado la opresión brutal en
casa. De la esclavización, tortura y explotación despiadada de millones de
esclavos africanos, a la masacre genocida de los pueblos indígenas, el robo
violento de casi la mitad de México, y hasta hoy con las enormes desigualdades
que destruyen la vida de decenas de millones de personas trabajadoras; la
encarcelación en masa de millones de personas; la persecución de inmigrantes,
musulmanes y personas LGBTQ; la intensificada degradación y deshumanización de
las mujeres; y siempre, día tras día, el constante PUM... PUM... PUM... de los
cerdos policías al matar a civiles, más de mil víctimas cada año,
desproporcionadamente negros, latinos y otra gente de color.
Sí, el pueblo de Corea del Norte sufre bajo un régimen opresivo y,
como la gente en todo el mundo, necesita desesperadamente una revolución real y
un auténtico estado socialista. Pero es Estados Unidos el que ha sido durante
siglos un azote que aflige y atormenta a la gente en Estados Unidos y en todo
el mundo — y que ahora pone en peligro a todo el planeta.
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