Publicamos a continuación la ponencia que
presentó el Movimiento Popular Revolucionario (MPR) en un taller sobre el aborto organizado por el MPR en el XI Encuentro Nacional
Feminista en Puebla, el sábado, 18 de noviembre de 2017. Se ha editado
ligeramente el texto para su publicación.
Bienvenidas todas al taller:
Por el derecho
al aborto y la liberación de las mujeres y de toda la humanidad
El primer punto de que voy a hablar es: Sin el derecho
al aborto las mujeres nunca seremos libres.
Está muy bien que las que
estamos aquí estamos a favor del derecho al aborto. Pero no basta con eso.
Nosotras tenemos que ser luchadoras resueltas por ganar este derecho.
Lograrlo sería romper un eslabón importante de las cadenas que someten a las
mujeres. Las mujeres que estamos a favor debemos estar argumentado con otras
mujeres, y de hecho con los hombres también. Les quiero recomendar un folleto
que tenemos aquí en la mesa, ¡Por el aborto a solicitud y sin pedir
disculpas! ¡La maternidad forzada es esclavitud! Es un muy buen material
para llevar y debatir con todo el mundo, con hechos, argumentos y análisis de
por qué el derecho al aborto es absolutamente justo y necesario para la vida de
las mujeres. ¡Y solo cuesta 10 pesos!
Importa mucho que luchemos científicamente contra la
ignorancia, la superstición religiosa, las ideas y relaciones patriarcales que
someten a las mujeres, y cambiemos el pensar de la gente. Además, importa
mucho luchar contra las fuerzas que ejercen el poder y dominan la economía, que
insisten en mantener toda la estructura de la opresión de las mujeres, y movilizarnos
en las calles para exigir este derecho.
¿Por qué
decimos que sin el derecho al aborto, las mujeres nunca serán libres?
Lo que está en juego es si las
mujeres tienen el derecho de controlar su cuerpo y su reproducción o si esto será
controlado por otras fuerzas; si la mujer tendrá el derecho a decidir si
quiere tener hijos o no, o si será obligada a aceptar una maternidad forzada o
a arriesgar su vida, recurriendo a un aborto clandestino, en muchos casos
inseguro.
Tener un hijo o no es parte
determinante de la vida de las mujeres y de su papel en la sociedad. No son
solo los 9 meses de embarazo, sino un buen de años de ser la principal (y
muchas veces la única) responsable de criar a los hijos. No tener el derecho al
aborto seguro y legal, ni el acceso pleno a los anticonceptivos, significa que
la vida y el cuerpo de las mujeres son controlados por fuerzas ajenas a ella,
que determinan su destino, y eso es una forma de esclavitud. La maternidad
forzada es una forma de esclavitud.
Pensemos en las vidas
truncadas de jóvenes por embarazos no deseados, como Paulina, una
niña de 13 años quien fue violada y quería terminar el embarazo, pero el
gobierno panista de Baja California le impidió abortar. A pesar de estar
estipulado el derecho al aborto en caso de violación, el Estado y la Iglesia
iniciaron una campaña de linchamiento mediático y moral contra Paulina,
cerraron filas y poco importó lo que estuviese escrito en la Constitución. Hoy
es una joven madre obligada a serlo, quien para mantener a su hijo trabaja en
una maquila en el norte del país. Esto sucedió en 1999, pero la historia de
Paulina se ha repetido incontables veces en los últimos años.
Además de negar a las niñas y las
mujeres su derecho legal al aborto cuando son violadas, cientos de mujeres
están encarceladas en México por abortar, incluso espontáneamente. En 2016, más
de 600 mujeres estaban en procesos judiciales acusadas de abortar. Además,
Verónica Cruz del Centro Las Libres en Guanajuato señaló que más de 700 mujeres
estaban en la cárcel acusadas de “homicidio en razón de parentezco”, cuando en
realidad abortaron, y en el 70% de los casos fueron abortos espontáneos. El
Estado las acusa de “homicidio”, porque la pena es mucho mayor.
Así le pasó a Dafne, una joven de 28 años de edad y madre de una niña de 6 años, que trabajaba en una tienda de Liverpool en Querétaro. Dafne estaba enferma de hipotiroidismo (que suele causar sobrepeso y ciclos menstruales irregulares), y no sabía que estaba embarazada. Abortó espontáneamente en el baño de su trabajo. Después se desmayó, sangraba mucho, llegó la Cruz Roja y Liverpool no le permitió el paso. El servicio de la misma empresa la llevó al hospital y llevaron el feto a hacerle una autopsia. Desde el principio, el Ministerio Público tramaba la criminalización de Dafne. Determinó que el feto murió a causa de asfixia por sumersión, sin ninguna evidencia científica, porque no examinaron la placenta, que además desapareció sin ninguna explicación. Sin embargo, un juez de Querétaro dictó sentencia a 16 años de prisión por el delito de homicidio calificado. Dafne es criminalizada por el Estado, por un aborto espontáneo. No les importa si va a pasar los mejores años de su vida encerrada en una cárcel, tampoco les importa que sea madre de una niña de 6 años, y mucho menos les importa su salud. Así el Estado lanza un mensaje a todas las mujeres: “esto le va a pasar a toda mujer que no entienda que su único papel en ésta sociedad es ser incubadora y parir”.
La prohibición del aborto
también mata a mujeres por abortos inseguros, o porque su vida es sacrificada
en nombre de “salvar al feto”. Por ejemplo, en Chile, una mujer que se
llama Tania, fue diagnosticada con cáncer y necesitaba un tratamiento de
quimioterapia de una vez para salvar su vida. Ya que en Chile estaba prohibido
el aborto en todo caso, la ley la condenó a morir para “salvar” al feto. Tania
acudió a un aborto clandestino que afortunadamente salió bien, tuvo la
quimioterapia y se salvó la vida. Después, ella
dijo: “los médicos y las autoridades políticas nunca me vieron como una
persona. Me vieron como una incubadora, alguien que puede traer hijos a este
mundo. Y después no importa si yo lo voy a criar o no, si me voy a morir, si va
a pasar hambre, a ellos no les importa”.
Es verdad que la maternidad
forzada es una forma de esclavitud. Obligar a las mujeres a parir contra su
propio juicio y voluntad es una manera de someterlas forzosamente a la
supremacía masculina que es un pilar fundamental del sistema
capitalista-imperialista que reina en el mundo actualmente. Veamos lo
que sucedió con Erica, una niña de 14 años que vive sola con su madre, quien
trabaja todo el día como empleada doméstica. Erica cursaba el tercer grado de
secundaria y quedó embarazada de su profesor de clase. Ella no supo qué hacer y
siguió asistiendo a la escuela. Los maestros dieron aviso al comité de padres
de familia de la escuela, y mandaron a traer a su mamá, para decirle que su
hija ya no podía continuar en dicha escuela porque presentaba embarazo. El
maestro negó su responsabilidad. Comienzan los desprecios para la madre por no
cuidar a su hija, y a la joven la difaman por “andar de loca con uno y con otro”.
La madre, muy enojada y decepcionada le dice a su hija que se ponga a trabajar
para tener a ese bebé y mantenerlo. Como muchas otras niñas en este país y en
todo el mundo, abandonó los estudios, vive su embarazo en medio de penumbra,
soledad, tristeza y la pobreza, obligada a ser madre y a olvidarse de todo
sueño de otra vida. En este caso, la madre, los maestros, los padres de
familia—todos acatan las relaciones y las ideas tradicionales patriarcales, inculcadas
por la religión y defendidas por el Estado, que refuerzan día a día la
supremacía masculina, la opresión y subordinación de la mujer, a ser propiedad
de la familia, del hombre y del Estado.
¡Ya basta de las mentiras de
las fuerzas religiosas y fundamentalistas! El Feto no es un bebé, el aborto
no es asesinato, y la mujer no es incubadora.
Las fuerzas antiaborto dicen que todo
óvulo fecundado es un ser humano, pero como lo dijo una investigadora de
filosofía de la UNAM, esto es como decir que la semilla de un fresno es lo
mismo que un fresno. Veamos la verdad sobre el proceso del embarazo:
El cigoto, el embrión y el feto
son fases en el proceso biológico de reproducción de la especie humana que
tienen la posibilidad de desarrollarse en un ser humano, en un bebé al nacer,
pero no son ya un bebé. Entre el 20 y el 50 por ciento de los óvulos fecundados
no logran implantarse en la pared del útero y simplemente son expulsados en la
siguiente menstruación de la mujer. Así que, según la distorsionada lógica de
las fuerzas antiaborto, ¡hasta la regla de la mujer resulta ser asesinato en
serie!
A las 12 semanas, que es el
período de despenalización que permite la ley en el DF, el embrión ni siquiera
tiene corteza cerebral, lo que quiere decir que NO PUEDE SENTIR NADA, y mucho
menos pensar, recordar o tener sentimientos. Apenas mide 6 centímetros. El feto
no tiene posibilidad alguna de sobrevivir fuera del cuerpo de la mujer hasta
las 25 o 26 semanas de gestación (y entonces solo en incubadora), y esto
también es cuando comienza la actividad eléctrica del sistema nervioso central.
El feto no es un bebé, no existen
“bebés no nacidos”, y es realmente criminal subordinar la vida de las
mujeres y niñas, que sí son seres humanos verdaderos y valiosos, al desarrollo de
un feto. El aborto no es asesinato, es parar un embarazo, y cuando sea un
embarazo no deseado por la mujer, eso es altamente moral. No debe y no tiene
que causar ningún daño a la mujer, y al contrario, puede ser muy bueno para su
vida.
Para resumir, el derecho al
aborto es parte imprescindible de la liberación de las mujeres de miles de años
de opresión, de la subordinación a los hombres en la familia y en la sociedad,
y de ser vistas y tratadas como instrumentos de la reproducción, como
objetos sexuales y como la propiedad del hombre, en vez de plenos seres
humanos.
El segundo punto que
quiero tocar es: Se prohibe el aborto para reforzar el patriarcado
¿Por qué se niega a las mujeres el derecho al aborto, sobre
todo en los países oprimidos, y fuerzas fundamentalistas y fascistas buscan
revocar y prohibirlo por completo en lugares donde fue ganado anteriormente,
como en Estados Unidos y la Ciudad de México? Hace un par de años, Bob Avakian,
el presidente del Partido Comunista Revolucionario de Estados Unidos, comentó “Por
increíble que parezca, en el siglo 21 todavía hay gente —entre otros, gente en
posiciones de poder y autoridad— que está decidida a obligar a las
mujeres a parir, no importa la situación, los sentimientos, ni el mejor
criterio de esas mujeres mismas. Se trata de una manera de esclavizar a las
mujeres bajo los dictados de un opresivo sistema patriarcal de supremacía
masculina; y eso es lo que realmente están tramando los crueles
fanáticos decididos a privarle a la mujer del derecho al aborto”.
¿Quiénes son estos “crueles fanáticos” que quieren
obligarnos a parir? La Iglesia católica, los cristianos fundamentalistas, la
organización católica fascista el Yunque, el Partido Acción Nacional, el
Partido Encuentro Social, varios de los grandes capitalistas, sectores del PRI
y de otros partidos burgueses, para mencionar los principales en México. Además
el régimen fascista de Trump y Pence —presidente y vicepresidente de Estados
Unidos— ya quitaron los fondos a los centros de salud en África y otras partes
del mundo que siquiera dan información sobre el aborto, y buscan prohibir el
aborto en Estados Unidos, y muy posiblemente también los anticonceptivos. Las
campañas antiaborto de estas fuerzas no
tienen nada que ver con “proteger la vida”, y tienen todo que ver con reforzar el patriarcado.
Veamos unos ejemplos: En 2007, justo antes de ganarse el derecho parcial al aborto en el DF, el Papa Benedicto XVI llamó a “proteger y defender con firme decisión el derecho a la vida de todo ser humano desde el primer instante de su concepción…”. Poco después, los jerarcas católicos, las iglesias evangélicas, el PAN, proVida, etcétera lanzaron la campaña por reformas constitucionales antiabortos en los estados, para evitar que se extienda este derecho y apuntando a finalmente revocarlo en la capital. En 17 estados se aprobaron reformas que declaran que todo óvulo fecundado es un “ser humano”, así como lo exigió el Papa. Les pregunto: ¿No es la mayor hipocresía hablar de proteger la vida “de todo ser humano” cuando se está sacrificando y subordinando la vida de las mujeres a óvulos fecundados? Por estas campañas y leyes, cientos de mujeres están encarceladas injustamente en México, miles mueren cada año por abortos inseguros, y cada día, la vida de incontables niñas y mujeres queda truncada porque son obligadas a aceptar la maternidad forzada. Está claro que no les importa nada la vida de las mujeres y sí les importa mucho reforzar el patriarcado.
Dos ejemplos más de esta ofensiva anti-mujer y anti-gay son
las marchas contra el matrimonio igualitario en septiembre 2016, y el llamado
“Autobús de la Libertad” que pasó por varios estados este verano pasado. Muy justas
y airadas protestas denunciaron este odioso ataque al derecho a casarse de las
personas LGBTTI, el derecho al aborto y a la educación sexual y desbarataron el
plan de incitar a un sector misógino, homofóbico y fascista de la población. A
la cabeza de ambas agresiones estaba Juan Manuel Dabdoub Giacoman, presidente del Consejo Mexicano de la Familia, asociado al
Yunque. Tal vez algunas de ustedes participaron en estas hermosas protestas.
Por todo el mundo, poderosas
fuerzas económicas, políticas y religiosas libran una muy cruel ofensiva en
contra de las mujeres. Además de intentar prohibir el aborto, todas esas
fuerzas se oponen también a los anticonceptivos, y este hecho indignante muestra
que lo que les motiva no es salvar a
supuestos “bebés”, sino quitar a las mujeres cualquier libertad para controlar
su cuerpo y su actividad sexual, forzándolas a regresar al hogar y dedicarse a
parir y criar a los hijos que sean.
Les quiero contar un ejemplo más: Hace
poco, el régimen de Trump y Pence en Estados Unidos, junto con los gobiernos
fascistas cristianos de ocho estados, intentaron impedir que una joven
centroamericana de 17 años, indocumentada y encarcelada en un centro de
detención de migrantes en EU, tuviera el aborto que ella, con todo derecho,
exigía. Imagínense, una joven, sola, cautiva en una tierra extraña en medio de
un ascenso de xenofobia, obligada a huir de condiciones insoportables en su
tierra natal, y luego, para colmo, ¡darse cuenta de que está embarazada! Tres
veces no la dejaron salir al hospital para tener el aborto. Finalmente, pudo
obtener el aborto legal y seguro, como resultado de una batalla legal, pero la
pesadilla que esta joven vivió lo dice todo sobre el destino de las mujeres cuando
estas fuerzas fascistas tomen el poder y logren imponer su plan para la
sociedad, así como en todo país donde el aborto es criminalizado.
Esta ofensiva para reforzar las
relaciones patriarcales tradicionales es
una respuesta reaccionaria a los cambios en el papel de las mujeres en la
sociedad. El mismo funcionamiento del sistema, y la lucha de las mujeres,
han llevado a cambios que han debilitado en parte el papel tradicional
de la mujer: muchas mujeres ya no están encerradas en la casa, y no se dedican
únicamente a los hijos y al esposo y a reproducir la familia patriarcal. Cada
vez más mujeres trabajan fuera del hogar, sobreexplotadas en maquiladoras que
son parte de los cimientos del capital imperialista en el mundo ahora. Más
mujeres estudian, son profesionales, catedráticas, deportistas, médicos, a la
vez que más mujeres son madres solteras, más sufren la pobreza, y emigran. Y resulta que sectores
importantes de las clases dominantes en muchos países consideran que estos
cambios son peligrosos para el sistema capitalista-imperialista y su estabilidad
social.
Tal vez se acuerdan cuando Calderón dijo que el auge de violencia es culpa de las mujeres por no quedarse en casa a cuidar a los hijos. Más recientemente, el rector de la Universidad Madero de Puebla, Job César Romero, dijo que la libertad de las mujeres está atrás de los feminicidios. Poco después del asesinato de Mara Castilla, dijo: “Este tipo de hechos se suscitan porque las mujeres se han vuelto más liberales. Para mí se debe a la descomposición de la sociedad y a las libertades que las chicas tienen”. Nos están diciendo: Si te matan, ¡tú tienes la culpa! Si el sistema está en graves contradicciones y crisis, ¡las mujeres tenemos la culpa! Esta es la visión de muchos representantes de este sistema, que buscan reimponer a ultranza la familia patriarcal tradicional, y eliminar las pocas libertades que hemos ganado para esclavizarnos más completamente bajo la autoridad masculina.
Las mujeres en general participamos más en la sociedad que
en el pasado, y exigimos mayor libertad, pero cada vez más somos víctimas de
violaciones, desaparición forzada y feminicidio. O somos robadas o vendidas a
las redes de la trata y la pornografía — convertidas en esclavas sexuales, cuya
cruel opresión arroja otros miles de millones de dólares al sistema dominante. La violencia contra las mujeres que arrecia
y la cruzada por negarles la libertad reproductiva son dos formas distintas de
reforzar estas relaciones que son vitales para el sistema capitalista. La
cultura dominante, incluida la narcocultura, fomenta la misoginia, el odio a
las mujeres y la más brutal violencia, a la vez que los fascistas cristianos,
la Iglesia católica y las instituciones dominantes en general refuerzan el
“culto a la maternidad”, predicando que ser madre es la esencia y el logro supremo
para toda mujer.
Los cambios en la situación de las mujeres han trastornado
las estructuras tradicionales de la supremacía masculina. Esta es una contradicción explosiva, que requiere una resolución
radical— o bien para adelante por medio de una revolución con la meta de
eliminar completamente la opresión de las mujeres y toda forma de opresión y
explotación, una revolución comunista, o para atrás, con el sometimiento
cualitativamente más horroroso que intentan imponer los fascistas cristianos,
los fundamentalistas islámicos y otros partidarios del patriarcado.
El último punto
de esta presentación es: Luchemos
por la emancipación de las mujeres y de toda la humanidad:
La opresión a las mujeres no existía siempre y en la
época actual, puede y necesita ser eliminada por completo. Durante la mayor
parte de la historia de nuestra especie, no existía ni la dominación masculina
ni la explotación: los seres humanos vivían en grupos comunales pequeños que
recolectaban plantas y cazaron animales para sobrevivir; el linaje de los hijos
por lo general se contaba por la madre y las relaciones sexuales eran muy
relajadas. Sí hubo una división respecto a criar a los hijos pequeños; las
mujeres, por dar a luz y tener que amamantarlos por largo tiempo, tenían la
responsabilidad principal, pero no hubo una dominación estructural de los
hombres sobre las mujeres, sino relaciones básicamente de igualdad.
Es un hecho científicamente comprobado que la opresión de las mujeres empezó cuando
algunas sociedades comunales se dividieron en clases antagónicas, hace
alrededor de diez mil años. No fue por un defecto innato en los seres humanos
sino por el desarrollo de la agricultura y la domesticación de animales, que
fue más productivo e hizo posible que las personas produjeran más de lo que era
necesario para su propio sustento. Con este excedente, una minoría pudo explotar
y vivir del trabajo de los demás. Esto llevó también a establecer la propiedad
privada de la tierra y otros medios de producción de esta nueva riqueza. Y
se impuso la familia patriarcal, con el linaje ahora por el padre en vez de la
madre, como manera en que los hombres propietarios pudieran heredar su riqueza
a sus hijos varones. Es solo entonces
que aparecieron las primeras divisiones de clase, entre amos y esclavos y en
otras formas, y las primeras estructuras patriarcales para controlar sobre todo
la actividad sexual de las mujeres. El papel de las mujeres de criar a los
hijos pequeños se transformó en una relación opresiva y se redujeron a las
mujeres a ser esencialmente la propiedad de sus padres o sus esposos.
El sistema capitalista-imperialista mundial actual es muy
distinto a aquellas primeras sociedades de clase, pero ha heredado en nuevas y
viejas formas la opresión a las mujeres, el patriarcado y la división de la
sociedad en clases antagónicas, en explotadores y explotados, en opresores y
oprimidos. Este sistema ha cambiado las formas de la opresión a las mujeres,
pero no puede eliminar esta opresión, porque es una parte fundamental de lo
que lo mantiene a flote.
La opresión a las mujeres es un pilar de este sistema por su
papel en la familia nuclear patriarcal que es la unidad básica para cubrir las
necesidades para sobrevivir, en la medida posible, y reproducir nuevas
generaciones, a la vez que también reproduce las relaciones de desigualdad y
explotación de este sistema. No habrá
nunca una emancipación completa de las mujeres mientras su papel primordial sea
parir y criar hijos. La liberación de las mujeres exige una transformación
profunda de la familia y la sociedad que incluye el desarrollo de actividades
cooperativas para criar a nuevas generaciones por parte de todos los miembros
de la sociedad, tanto hombres como mujeres, en pie de igualdad y sin
explotación.
La opresión a las
mujeres también es fuente de grandes ganancias para este sistema que sacan de
la mano de obra barata de las mujeres y de la llamada “industria del sexo”—la
esclavitud sexual y la pornografía que denigran y lastiman a todas las mujeres.
La revolución del nuevo comunismo pondrá fin a todo esto y establecer un
sistema socialista regido por las necesidades del pueblo y el avance de la
revolución mundial hacia la emancipación de las mujeres y de toda la humanidad.
Además, la opresión a
las mujeres es fundamental para la estabilidad social y política de este
sistema. La familia patriarcal juega un papel importante en esto. Además,
en general, los privilegios de los hombres por encima de las mujeres, les dan
un interés en mantener el sistema actual, aunque sean explotados y oprimidos
por él. La revolución verdaderamente
liberadora, la revolución comunista, desatará la más poderosa lucha para
eliminar la opresión de las mujeres, incluida una profunda lucha por
transformar a los hombres.
Como ya dijimos, el mismo funcionamiento de este sistema opresivo
ha debilitado algunas de las estructuras patriarcales tradicionales. La contradicción
entre las mujeres que luchan por romper las cadenas que las oprimen y el
sistema que refuerza el patriarcado es parte muy importante de la base para esta
nueva revolución liberadora.
El sistema capitalista-imperialista también ha desarrollado la capacidad productiva, la tecnología y el conocimiento que hace tiempo hicieron innecesarias la pobreza, la desnutrición, la ignorancia y la degradación de los seres humanos. Ha creado la base material para una nueva sociedad dedicada a la eliminación de la opresión de las mujeres y tanta más miseria y opresión completamente innecesarias. Lo único que lo impide es el control y la organización de la economía, del Estado y de la vida política, cultural e intelectual de parte de un pequeño número de explotadores.
Urge esta revolución comunista, con la meta de eliminar
todas las divisiones de clase y formas de explotación, junto con todas las
relaciones sociales opresivas, incluidas muy importantemente las “cadenas de la
tradición” que someten a las mujeres. Así
como la opresión de la mujer surgió históricamente junto con la división de
clases y la explotación, será eliminada completamente con la única revolución
que lleve a eliminar todas estas relaciones tradicionales opresivas y todas las
ideas tradicionales que las justifican.
Tan pronto que triunfe esta revolución en México, hará
cambios importantes hacia erradicar la opresión de las mujeres, por ejemplo: la
libertad reproductiva—tanto el derecho al aborto seguro a solicitud, como el pleno
acceso a los anticonceptivos; la eliminación de la esclavitud y la explotación
sexual; el fin de la impunidad para los que cometen crímenes violentos contra
las mujeres, la eliminación de la “industria” de la pornografía misógina. Se
establecerá la plena igualdad de derechos y se promoverá la plena participación
de las mujeres en toda esfera de la economía, el gobierno y la sociedad. Se
promoverá la crítica en toda la sociedad contra la ideología del machismo y la
supremacía masculina, y se impulsará una nueva cultura crítica, científica,
diversa e inspiradora. Estos serán solo los primeros pasos en un largo camino
por atravesar.
Durante todo el proceso revolucionario, comenzando ahora
mismo y continuando con mayores saltos en el socialismo, hay que luchar resueltamente y cada vez más a fondo para superar y
arrancar de raíz las relaciones de desigualdad y opresión a las mujeres:
luchar por desarrollar relaciones personales, familiares y sexuales que se
basen en el amor y el respeto mutuo y la igualdad; luchar por desarrollar las
formas para que la gente—mediante esfuerzos cooperativos con la participación
de hombres y mujeres en pie de igualdad— puedan realizar las funciones que
ahora se concentran abrumadoramente en la “familia nuclear”. Esta forma de
familia, en que el hombre (si está presente) es el “Señor” del hogar y ejerce
su dominio sobre la mujer y los hijos, surgió con la propiedad privada y las
divisiones de clase, y se abolirá mediante este profundo proceso revolucionario.
Se crearán en su lugar nuevas formas de
relaciones sociales en la sociedad comunista, basada en la cooperación
consciente y voluntaria entre la gente— sin dominación y desigualdad económica,
política y social.
Esta revolución se
basa en el mundo real y cómo podemos cambiarlo. Necesita guiarse por un
entendimiento científico tanto de la situación de las mujeres como de la
sociedad en su conjunto. Y ahora contamos
con un nuevo entendimiento más consecuentemente científico, un nuevo comunismo
desarrollado por Bob Avakian, que aprende de los aciertos y errores del pasado
del movimiento comunista y sienta bases para abrir una nueva etapa de
revolución comunista en el mundo. Les recomendamos checar los materiales en
la mesa de literatura, que conozcan esta teoría y análisis del mundo en que
vivimos y la transformación radical y liberadora que hace falta.
Para concluir, quiero subrayar que crece la participación de
las mujeres en la sociedad y crece nuestra
resistencia a las relaciones e ideas patriarcales, así como los virulentos
ataques misóginos en nuestra contra. Estamos chocando directamente con la
necesidad de las clases dominantes de reforzar agresivamente la dominación
patriarcal tradicional, que es una contradicción muy explosiva, y una fuerza
potencialmente muy poderosa para la revolución más radical en la historia de la
humanidad. La lucha por el derecho al aborto a solicitud y sin pedir
disculpas, contra el feminicidio, contra las violaciones, las golpizas y toda
forma de oprimir a las mujeres, es extremadamente importante para no dejar que
nos intimiden ni que nos avasallen, y debemos unirnos todas las personas
dispuestas a luchar contra esta opresión, con diversos puntos de vista sobre la
fuente de estas injusticias y cómo eliminarlas. Sin duda, estas justas y muy
necesarias luchas contribuirán de manera vital a la lucha por la completa
liberación de las mujeres y la emancipación de toda la humanidad.
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