Las mujeres no son putas, ni perras

Las mujeres no son putas, ni perras, ni objetos para la diversión o el desquite de los hombres. 

¡Son seres humanos completos y lucharemos hasta que sean libres!

Por todo el mundo, hay un alud de ataques contra las mujeres, una guerra cultural y física para reimponer su sometimiento a los hombres y al actual orden social patriarcal. La cultura misógina degrada, deshumaniza y comercializa a las mujeres, y el más brutal abuso físico, sexual y emocional destruye vidas y quebranta el espíritu de millones. Mientras nos bombardean con pornografía cada vez más violenta, “table dance” y “men’s club” por dondequiera, telenovelas con las mismas acartonadas mujeres “malas” y “buenas”, interminables canciones y refranes odia-mujeres, y clases de “danza de tubo” para niñas y adolescentes, cada año en el mundo más de un millón de mujeres y niñas son robadas, vendidas y esclavizadas en la “industria del sexo”, bajo la amenaza de muerte si se atreven a intentar escapar. Se necesita una poderosa lucha para parar las golpizas, violaciones, desapariciones, asesinatos, esclavitud sexual, y las instituciones, relaciones e ideas patriarcales que imponen y defienden el dominio de los hombres sobre las mujeres.

Más de 7 mujeres son asesinadas por día en México. Aunque el Estado lo niega, gran parte de estos asesinatos son feminicidios: crímenes de odio, de negar la humanidad de las mujeres y reafirmar el poder y dominio masculino sobre ellas. Y son crímenes de Estado, porque la policía, las fuerzas armadas, procuradurías y jueces suelen proteger a los criminales a la vez que denigran y criminalizan a las víctimas.
Eso es lo que pasó en el caso de Araceli Vázquez Barranca, una joven de 23 años. Cruzó el patio de su casa en Acajete, Puebla a las 7 AM para bañarse antes de ir a la fábrica donde trabajaba. Había terminado la carrera de Ingeniería Textil y estaba por titularse. Pocos minutos después su mamá, Amanda Barranca, escuchó un grito y vio salir con prisa al ex novio de Araceli, Javier Mauricio Díaz. Encontró el cuerpo de su hija en el baño, tirado y ensangrentado, con un cuchillo en la espalda. Pidió ayuda en la Presidencia Municipal, pero cuando llegaron los policías municipales se negaron a llamar una ambulancia y a buscar a Javier, bajo el pretexto de “no tener la orden”. Tenía seis heridas de arma blanca; una le  cortó su cuello y otra perforó su corazón. Siete meses después (en junio de 2014) la madre y la hermana de Araceli denunciaron que los policías ministeriales a cargo del caso insisten que sean ellas quienes busquen y localicen al asesino. Ninguna autoridad intenta encontrarlo y detenerlo.

¿Se acuerdan del chofer del microbús en el Estado de México que violó y asesinó a por lo menos seis mujeres y arrojó sus cuerpos a la vía pública? César Armando Librado Legorreta violó y asesinó a estas mujeres después de que fue denunciado por una de sus víctimas que logró salvarse. Librado la intentó asesinar cuando abordó el micro en la madrugada. Se desvió de la ruta, cerró las puertas y apagó la luz. La joven forcejeaba con él, él la violó y ella se defendía como podía, hasta desmayarse cuando casi la estrangulaba. La dio por muerta y la arrojó a la calle. Estaba muy golpeada, y le dolía todo el cuerpo, pero estaba viva. En el Ministerio Público (MP), la médica legista le hablaba “como si hubiera subido a la plancha a un perro” (sinembargo.mx, 16/jun/2015).  Le dijo todo al MP: les describió el microbús, la ruta, el sitio exacto, la descripción del chofer. Pero no lo buscaron y abandonaron la averiguación previa, dejando que asesinara a por lo menos seis jóvenes más. Por la lucha valiente de los familiares, finalmente fue detenido y la joven sobreviviente que lo identificó dijo “cuando me enteré que hubo otras víctimas, tuve mucho coraje. Y lloré de dolor”.

Cada 18 segundos una mujer es violada en este país, incluso por las supuestas “fuerzas del orden”. Por ejemplo, hace dos años, una mujer fue violada por dos militares en Nuevo Laredo, Tamaulipas. La llevaron a fuerzas al Cuartel Militar Macario Zamora, la golpearon, la violaron, filmaron su crimen con un celular, le robaron y la amenazaron con matar a toda su familia si no se quedaba callada. En junio de 2014, la víctima decidió denunciar el crimen pese a su temor, para que Edgar Díaz Frías y Roberto Acosta Vargas no lastimaran a otras mujeres. El Ministerio Público federal actuó para proteger a los criminales, declarándose “incompetente”. Este caso, como muchos otros, sigue impune hasta la fecha (Proceso #2032).
Lo mismo hace el gobierno del Distrito Federal, supuestamente de “izquierda”, que insiste en criminalizar a Yakiri Rubí Rubio y proteger al hombre que, junto con su hermano, la secuestraron y la agredieron sexualmente en diciembre de 2013. Yakiri pudo escapar porque hirió de muerte al que la violó e intentó matarla, pero al declarar ante el Ministerio Público ella fue detenida y encarcelada, acusada de homicidio doloso, mientras el agresor (hermano del occiso) quedó libre. Por la protesta de mucha gente los magistrados reclasificaron el cargo a la acusación absurda de “exceso de legítima defensa” y finalmente fue absuelta. Sin embargo, la PGJDF sigue defendiendo al segundo violador y ensañándose con la víctima con una apelación a la sentencia absolutoria concedida a Yakiri. Como escribió Teresa Ulloa, de la Coalición contra el Tráfico de Mujeres y Niñas en América Latina y el Caribe, “Se trata de uno de los casos más dramáticos del abuso de poder de la autoridad en contra de la misma víctima”.

México es el segundo país en trata de mujeres en el mundo, después de Tailandia. Hay cientos de miles de casos en el país de mujeres metidas a la fuerza en la prostitución, muchas veces violándolas y desapareciéndolas. Piénsenlo, ¿qué tipo de sistema obliga violentamente a las mujeres a ser esclavas sexuales o las orilla a vender su cuerpo por necesidad? Un sistema capitalista en que todo se compra y se vende, incluso a los seres humanos. Y los desalmados explotadores de estas mujeres son protegidos por el sistema. ¿Se acuerdan de Cuauhtémoc Gutiérrez Torres, el ex presidente del PRI del DF que operaba su propia red de explotación sexual? Sigue en libertad mientras autoridades de la PGJDF violan el resguardo de la identidad de las tres mujeres que lo denunciaron. El crimen sigue impune, con la complicidad y el encubrimiento de las autoridades, mientras las víctimas son amenazadas.

En otra forma de esclavitud, se niega a las mujeres el derecho al aborto, excepto en el DF. La Iglesia Católica, las iglesias cristianas fundamentalistas y los principales partidos políticos en el poder, buscan prohibir por completo el derecho de la mujer a controlar su propia reproducción. Los embarazos entre adolescentes van en aumento, millones de mujeres son sometidas a la maternidad forzada, y entre 3 y 4 mujeres mueren cada día por abortos inseguros. Entre 2009 y 2012 fueron procesadas por el “delito” de aborto 120 mujeres, de las cuales 101 fueron mandadas a la prisión. Adriana Manzanares, indígena de Guerrero, pasó siete años en la cárcel por un aborto espontáneo, hasta finalmente ser liberada por falta de pruebas y violaciones a sus derechos en el proceso. ¡Intolerable! Lo que está en juego es la vida de la mujer y su papel en la sociedad. Si las mujeres no tienen el derecho a controlar su cuerpo y su reproducción, esto será controlado por otras fuerzas, por hombres o papás que se consideran su dueño y por una sociedad patriarcal que impone la maternidad no deseada. ¡El feto no es bebé! ¡La mujer no es incubadora! ¡Exigimos el derecho al aborto a solicitud de la mujer!
¿Por qué las autoridades, policías y militares se ensañan con las mujeres y protegen a los criminales odia-mujeres? No es porque “no hacen su chamba” sino porque, en esencia, eso es su chamba, de proteger las relaciones patriarcales de dominación masculina, así como las demás relaciones de explotación y opresión del sistema actual. El patriarcado es un pilar fundamental del sistema capitalista, y existen fuerzas poderosas que buscan reforzarlo, fomentando el revanchismo masculino con sus multimillonarias industrias de pornografía y explotación sexual, mientras protegen a los asesinos, violadores y golpeadores, criminalizan a las víctimas, y difaman de “egoísta” a las mujeres que deciden aplazar la maternidad o simplemente no tener hijos. Esta verdadera guerra contra las mujeres  para tratar de mantenerlas en “su lugar”, sometidas por los hombres, surge frente a algunos cambios que han debilitado partes de la estructura tradicional de supremacía masculina, como la mayor participación de las mujeres en la fuerza laboral y en las universidades, el mayor acceso a anticonceptivos, así como el cuestionamiento y rechazo entre muchos al machismo, patriarcado y opresión a las mujeres. Ha surgido resistencia y protesta aquí y en muchas partes del mundo y hace falta mucho más, porque, como lo dijo Bob Avakian, “La cuestión general de la posición y el papel de la mujer en la sociedad se presenta cada día más agudamente en las extremas circunstancias de hoy... No se puede concebir la resolución de todo esto salvo de la manera más radical… La cuestión que pende es: ¿será una resolución radical reaccionaria o una resolución radical revolucionaria, implicará reforzar las cadenas de la esclavitud o destruir los eslabones más decisivos de esas cadenas y abrir la posibilidad de realizar la eliminación completa de todas las formas de dicha esclavitud?”

Como el problema de fondo es el patriarcado y el sistema capitalista-imperialista que lo defiende y reproduce en el mundo actual, la solución es una revolución que dará a luz una sociedad mucho mejor que servirá no solo para denunciar o tal vez reducir un poco la avalancha de ataques contra las mujeres, sino llegar a eliminar las raíces de la opresión, el mismo sistema capitalista y la estructura e ideología de dominación masculina. La base real para tal revolución está en las múltiples y profundas contradicciones de este sistema, como la opresión a las mujeres y muchas más, que el sistema no puede resolver, pero una revolución con dirección comunista de las decenas de millones que el sistema amordaza y amuela sí puede solucionar.
Cartel de la China socialista revolucionaria (1949-1976)
Ninguna nueva ley, protocolo, alerta de género u otra medida que dependa del actual Estado para su aplicación, llevará a poner fin a los intolerables crímenes que se cometen diario contra las mujeres. Nunca nos liberaremos apelando al mismo Estado y sistema que protege a los criminales y criminaliza a las víctimas. El problema no es simplemente oficiales corruptos, autoridades omisas o la falta de “instrucción en derechos humanos con perspectiva de género” de los uniformados y las autoridades.

Les convocamos a todos a unirse a la lucha por denunciar y resistir los intolerables abusos contra las mujeres con la meta de poner fin a estos horrores, y no solo aminorarlos un poco, o contentarnos con promesas falsas o gestos insignificantes del gobierno que desorientan y desbaratan la resistencia. Uniéndonos para denunciar y luchar, podemos poner al Estado y el sistema en el banquillo de los acusados, nutrir un nuevo ambiente combativo y esperanzador en el país, y forjar mayor claridad y unidad sobre cómo combatir esta opresión desalmada y cómo finalmente eliminarla.

¡Alto a la guerra contra las mujeres!
¡Romper las cadenas! ¡Desatar la furia de las mujeres como una fuerza poderosa para la revolución!

Aurora Roja, voz de la Organización Comunista Revolucionaria, México

aurora-roja.blogspot.comauroraroja.mx@gmail.com

¡Compartir y difundir!

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