Deportados protestan en las afueras de la casa de transición de Andrés Manuel López Obrador, a la espera de Mike Pompeo, secretario de Estado de Estados Unidos. (13/jul/2018) |
1. El triunfo de AMLO y Morena en las elecciones
es producto fundamentalmente de las agudas contradicciones que desgarran esta
sociedad.
2. Es producto, por una parte, de la ira de amplios
sectores del pueblo frente a una situación cada vez más insoportable: la represión
intolerable y la violencia asoladora contra mujeres, pueblos indígenas, jóvenes,
periodistas, y el pueblo en general; las crecientes desigualdades y la implacable
pobreza; la impunidad casi absoluta; la corrupción y envilecimiento desbordado
de las autoridades e instituciones dominantes; los ataques racistas contra los
inmigrantes y los mexicanos por el régimen fascista en Estados Unidos, con la vil
conciliación del gobierno mexicano; así como tantos otros crímenes
inadmisibles. Todo esto llevó a millones a rechazar a los principales partidos
en el poder, y aproximadamente 30 millones votaron por Andrés Manuel López
Obrador, en busca de un cambio que pensaban daría alguna esperanza. Toda
persona honesta tiene que sentir un poquito de satisfacción por la paliza que
sufrieron los partidos dominantes de la “vieja guardia”, pero como ya hemos
analizado en detalle, el gobierno de AMLO y Morena no va a llevar a ningún
cambio fundamental en la actual situación intolerable para el pueblo (ver Hacefalta tumbar el sistema capitalista, no tratar de “democratizarlo”: AMLO, elEZLN y la revolución que se necesita, disponible en
aurora-roja.blogspot.com).
3. Por otra parte, el triunfo de AMLO fue producto de la
convergencia de poderosas fuerzas buscando la estabilidad del actual sistema
mayormente capitalista frente a esa ira de amplios sectores del pueblo. A fin
de cuentas, fueron estos representantes de las clases dominantes los que
controlaron el proceso electoral y determinaron el resultado. El grupo de
Enrique Peña Nieto, culpable de tantos crímenes contra el pueblo, rehusaba
sacar a Meade de la contienda aún cuando quedaba claro que no iba a ganar y se
lo pidieron varios grandes capitalistas, para unificar la oposición a López
Obrador en torno a Anaya. Los choques y rivalidades entre los “viejos” (y más
odiados) representantes de los grandes capitalistas mexicanos y extranjeros
(del PRI, PAN, PRD) favorecían a Morena (el “recién llegado” representante de
las mismas clases dominantes), y sus campañas de difamación también llevaron a aumentar
el apoyo a AMLO. Antes de la elección se
llegó a un arreglo entre López Obrador y un grupo de grandes empresarios que
AMLO anteriormente llamaba la “mafia en el poder” y que a su vez lo calificaban
de “peligro para México”. Varios bancos imperialistas y empresas calificadoras
del desempeño económico dejaban de sonar la alarma, y concedieron que dado el
“hartazgo” social, tal vez AMLO era la mejor opción. Hasta el régimen fascista
de Trump y Pence en EU se calló, no maniobró contra AMLO y después expresó su
beneplácito por el resultado de la elección. A fin de cuentas, AMLO convenció a
sectores importantes de las clases dominantes que no iba a perjudicar sus
intereses sino que al contrario buscaría que prosperaran en un ambiente de
mayor estabilidad y “paz social”, por la “aprobación social” de que gozaría su
gobierno.
Este sistema se basa en la más cruel explotación del pueblo y
la competencia despiadada entre los capitalistas (grandes empresarios) por la
máxima ganancia —de o bien comer o ser comidos— y de ahí genera todo tipo de
corrupción, bajeza y egoísmo. Lo que los políticos y los medios dominantes llaman
“el mercado” en realidad representa todo esto—un sistema que explota y destruye
la vida de miles de millones de seres humanos, y destruye la naturaleza y demás
especies, en su incesante carrera de acumular más riqueza y vencer a sus
competidores. Es un sistema que fomenta y protege guerras por imperio de las
grandes potencias y su dominación de la mayoría de los países de África, Asia,
Latinoamérica y Medio Oriente.
AMLO y Morena, como los demás partidos electorales, son
representantes de este sistema y pugnarán por su “buen funcionamiento”, sin
ninguna transformación importante de las relaciones económicas básicas, que a
su vez determinan las diferencias de clase en la sociedad, y ponen el marco y
los límites para todo lo demás. No traerán ninguna “cuarta
transformación histórica” de México, sino cuando mucho algunos cambios muy
limitados en aras de lograr mayor estabilidad para un sistema mortífero y
conseguir un poco más para la gran burguesía mexicana.
5. La revolución y el nuevo comunismo, y no las
elecciones controladas por las clases dominantes, son el verdadero camino hacia
una sociedad radicalmente distinta y mucho mejor, y finalmente la emancipación
de toda la humanidad.
Los grandes empresarios, toda la gama de los políticos
electorales y los principales medios de comunicación nos bombardean con el coro
de que esta “gran fiesta de la democracia” ha expresado la “voluntad popular” y
demostrado que México es una “democracia madura”. Tan “democrático” fue el
proceso electoral que lo marcó el asesinato de por lo menos 130 candidatos y
autoridades locales, repetidas acometidas de rumores y difamación difundidas
por los medios, compra de votos al por mayor por parte de todos los
partidos electorales, coacción del voto bajo amenaza de perder o bien el
trabajo o los beneficios de programas sociales y, sobre todo en Puebla, el robo
a mano armado de urnas y quema de boletas para imponer como gobernadora a la
esposa del ex gobernador fascista Moreno Valle.
Pero nada de eso importa a los representantes de las clases
dominantes, porque para ellos el chiste es que aceptemos la continuación de su
sistema opresivo como la “voluntad del pueblo” cuando en realidad, incluso en
los países capitalistas más democráticos, sus elecciones dan al pueblo, cuando
mejor, el “derecho” de escoger cuáles representantes políticos de los grandes
capitalistas y su sistema van a seguir reprimiendo y oprimiendo a la gente. “Mientras
exista la sociedad dividida en clases, no puede haber ‘democracia para todos’:
dominará una u otra clase, y la clase
que gobierna defenderá y promoverá el tipo de democracia que concuerde con sus
intereses y metas. Por eso, debemos preguntar: ¿qué clase dominará y si
su gobierno, y sistema de democracia, sirve para continuar las
divisiones de clase, y las relaciones de explotación, opresión y desigualdad
que corresponden a estas, o lleva a abolirlas?” (Lo BAsico de los
discursos y escritos de Bob Avakian, 1:22)
La única solución real y liberadora es una revolución que
tenga la meta final de acabar con todas las divisiones de clase, con toda forma
de explotación y opresión, en este país y finalmente en el mundo entero. Esta
es la revolución comunista, guiada por el nuevo comunismo desarrollado por Bob
Avakian, que ha aprendido de los grandes avances pero también de los
errores del pasado. Aplicando este método más consecuentemente científico, podemos
forjar la dirección verdaderamente comunista y el pueblo revolucionario que se
necesitan para hacer esta revolución.
6. Mucha gente anhela un cambio ante el cúmulo de
horrores que se están viviendo. El nuevo gobierno, por representar y defender al
mismo sistema, necesariamente defraudará esas esperanzas. Hay que demostrar a
la gente la posibilidad de un cambio profundo y verdadero y organizar su lucha
decidida por una revolución real y un mundo mucho mejor.
-
Organización Comunista Revolucionaria, México
julio
de 2018
auroraroja.mx@gmail.com
Descargar texto en pdf: AMLO-2018.pdf
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