El
patriarcado—la dominación de las mujeres por los hombres—permea cada poro de
este sistema en todo el mundo. De
todas las formas horrendas en que el capitalismo-imperialismo deshumaniza y
oprime a la gente, no hay ninguna que es más abiertamente defendida, e
incluso justificada como algo “natural”, que la dominación masculina sobre la
mitad femenina de la humanidad.
El 29 de
diciembre de 2018, Yessica Guadalupe Medrano Hernández, madre soltera de 21
años, cayó herida de bala por militares en Nuevo Laredo, Tamaulipas. Circulaba
en su coche, escuchó disparos, paró y se bajó buscando ponerse a salvo. Los
soldados le gritaron, se volteó y un militar se hincó para dispararle. Comenzó
a correr y le pegaron con un tiro en el costado derecho. Contó a una periodista,
“Me dispararon sin motivo y cuando caí llegaron a darme de patadas. Un
paramédico de ellos llegó a ayudarme y otro soldado le gritó ‘Déjala que se
muera la perra, ¡se la va a llevar la verga!’. Yessica no murió. Fue
intervenida para extraerle una esquirla del riñón, mientras oficiales de la
Policía Militar y la PGR le fabricaron delitos de transportar cargadores y
cartuchos. Los militares la amenazaron de cárcel si no firmara un “perdón”. Ella
rehusó y exigió que el fiscal realizara pruebas que mostrarían su inocencia. Volvieron
cinco militares para amenazarla y finalmente firmó por temor a ser encarcelada
sin sanar su herida. Al salir del hospital, denunció formalmente a los soldados
que atentaron contra su vida.
¿Por qué lo hacen? Fundamentalmente porque el
sometimiento de las mujeres es fundamental para el funcionamiento del actual
sistema capitalista subordinado al imperialismo.
Mientras los
grandes capitalistas nacionales y extranjeros dominan la economía y se
enriquecen de la explotación del trabajo socializado de millones de personas,
la familia patriarcal es la unidad básica para tratar de cubrir, en cada
familia aislada de las demás, las necesidades para sobrevivir en una
competencia de todos contra todos tan característica de este sistema. Esta
familia es el núcleo de la estructura de la supremacía masculina: esclaviza a
las mujeres con la carga principal o total para los hijos y el hogar y al
heredar la riqueza de los que la tienen y la pobreza de los que no, reproduce las
relaciones de desigualdad y explotación, incluida la opresión de la mujer,
subordinada al hombre, justificada con ideas como “la mujer, como la escopeta,
en la esquina y siempre cargada”, y que el valor esencial de toda mujer es ser
madre. No habrá nunca una emancipación completa de las mujeres mientras
su papel primordial sea parir y criar hijos.
Manifestación contra los feminicidios en la Ciudad de México |
Parte de
imponer la maternidad forzada es la penalización del aborto,
promovida por la iglesia católica y las
iglesias cristianas fundamentalistas, que incluso buscan quitar el derecho
limitado al aborto legal en la Ciudad de México. Aunque la ley establece el
derecho al aborto en casos de violación, las autoridades y los médicos se
niegan a respetarlo, e imponen la maternidad, incluso a niñas de solo 9 o 10
años. Cientos de mujeres han sido encarceladas por abortar, sentenciadas a
hasta 30 años de prisión por “homicidio en razón de parentesco”, incluso por
abortos espontáneos. En enero de este año, Dafne McPherson Veloz salió libre de
la penitenciaría al revocar su sentencia original, en San Juan del Río,
Querétaro, después de tres años de cárcel por un aborto espontáneo sin saber
que estaba embarazada. Es una victoria que hay que celebrar y defender, ya que
la fiscalía busca impugnar su absolución. El derecho al aborto a solicitud y
sin pedir disculpas es absolutamente necesario, porque las mujeres nunca serán
libres si no pueden decidir si quieren tener hijos o no, o cuándo y cuántos
quieren tener. ¡El feto no es bebé! ¡La mujer no es incubadora! ¡El aborto
no es asesinato! ¡La maternidad forzada es esclavitud!
La opresión
de las mujeres también es una fuente de enormes ganancias para el
sistema capitalista-imperialista mundial: de la superexplotación de mujeres en
las maquiladoras y los campos agrícolas, los bajos salarios para las mujeres en
general, así como de la cruel esclavización de millones de mujeres y niñas en
las redes de trata y pornografía, una “industria” multimillonaria protegida por
las autoridades.
Aumenta la violencia
misógina (de odio a las mujeres): en todo el mundo, las mujeres son
denigradas, humilladas, golpeadas, violadas, vendidas y asesinadas—por su pareja o expareja, por militares o
policías, o un familiar, profesor, jefe, o por desconocidos en cualquier parte.
Cada 18 segundos una mujer es violada en México—casi 200 cada hora,
4,800 cada día. Violación por grupos de hombres como “la Manada” en España o
los “Porkys” en Veracruz, que filmaron y subieron al Internet sus vilezas, jactándose
de su “hombría”, ilustran la supremacía masculina en acción: el valor y
poder del hombre se mide y se comprueba al dominar brutalmente y deshumanizar a
las mujeres. La expresión más extrema de esto es el aumento terrible en los
feminicidios de mujeres y de niñas—como el caso reciente en Chimalhuacán, Edomex, de Giselle Garrido Cruz, una
niña de 11 años que fue violada y asesinada. Estos crímenes siguen aumentando a
pesar de las “alertas de género” del gobierno, que no han servido de nada.
Manifestación en protesta por la violencia contra las mujeres en Bangladesh |
Este aumento
en la atroz violencia y cosificación en contra de las mujeres se debe en parte a
la venganza machista contra lo que algunos hombres consideran un reto a su
“derecho” de dominarlas, ya que cambios económicos han propiciado una mayor
participación femenina en la fuerza del trabajo y otros cambios chocan con
formas tradicionales del patriarcado. Fuerzas poderosas en el mundo están pugnando
no solo por mantener el patriarcado sino por imponer formas aun más retrógradas
de dominación masculina, como parte de un programa fascista y de fundamentalismo
religioso: fuerzas fascistas como Trump y Pence en EU, Bolsonaro en Brasil,
el Yunque y otros fascistas en México, así como los movimientos cristianos fundamentalistas
que los apoyan.
Por otra
parte, en el país y el mundo, hay un nuevo despertar de las mujeres, desafiando
las relaciones patriarcales, manifestándose en las calles, exigiendo un fin a
tantos horrores. No debemos tener falsas ilusiones de que los defensores a
ultranza del patriarcado vayan a desaparecer: a fin de cuentas o bien
avanzaremos hacia la liberación de las mujeres o impondrán situaciones aun más
horribles de opresión y degradación.
Se necesita
una lucha mucho más poderosa de mujeres y hombres contra la supremacía
masculina y toda forma de opresión de las mujeres. Como dice la iniciativa
Fin al Patriarcado y la Guerra contra las Mujeres, hace falta desencadenar
el coraje y la lucha contra las causas y responsables de tanta violencia e
injusticia, de manera independiente y en contra de los representantes del
mismo sistema que causa todos estos horrores. En vez de centrar en apelar
al Estado capitalista y patriarcal para medidas ineficaces como la “Alerta de
Género”, necesitamos apoyarnos en las masas de mujeres y movilizar a cada vez
más personas y colectivos a luchar con el espíritu y la meta de ponerle fin a
toda forma de opresión a las mujeres.
La
supremacía masculina no tiene nada de “natural”. Es una relación social opresiva que está
completamente entretejida con la división entre explotadores y explotados. Los
seres humanos vivían durante milenios sin esta opresión. El sometimiento de las
mujeres surgió con la división de la sociedad en clases: la división entre una
minoría que controla como propiedad privada los medios de producción (tierra, animales,
herramientas, ahora fábricas, etc.) y la mayoría que explotan y oprimen. El
desarrollo de la sociedad humana ha llegado a un punto hoy en día en que es
posible y necesario superar todo eso. Es por medio de una revolución que
tumbe este sistema y elimine todas las relaciones de explotación y opresión, que
será posible acabar con la división fundamental en que la mitad de la humanidad
es sometida y dominada por la otra mitad.
Esta es la revolución
guiada por el nuevo comunismo, una revolución encaminada a tumbar el
capitalismo-imperialismo en todo el mundo para lograr la emancipación completa
de las mujeres y de toda la humanidad. Como señala La revolución liberadora,
Orientación estratégica y programa básico, con el triunfo de esta
revolución en México, se comenzará de inmediato a desmantelar el patriarcado y
dar saltos en la liberación de las mujeres, con un programa que incluye: *
Eliminar de inmediato la esclavitud sexual y la “industria” de la pornografía.
*Establecer el derecho al aborto seguro y gratuito a la voluntad libre y
exclusiva de la mujer. * Desatar la lucha revolucionaria de las mujeres como
una poderosa fuerza para la transformación de toda la sociedad: combatir toda
forma de discriminación y acoso sexual hasta eliminarlo, criticar la ideología
del machismo y emprender la transformación de la familia tradicional patriarcal.
* Respeto pleno a la diversidad sexual y de género * Establecer relaciones de
igualdad y respeto mutuo en la familia, movilizando a las mujeres en acción
colectiva para ponerle fin a la violencia doméstica y rompiendo con conceptos
estereotípicos y opresivos de género. * Comenzar a colectivizar lo que ahora
son quehaceres del hogar y crianza de niños con guarderías, comedores comunitarios,
etc. con la participación de hombres y mujeres en estas tareas. * Una nueva
cultura sexual, libre de conceptos anticuados y opresivos para las mujeres de
culpa, pecado o lo “sagrado” de la virginidad, basada en relaciones de amor,
cariño, igualdad y respeto mutuo.
La
Organización Comunista Revolucionaria está forjando la fuerza dirigente y el
movimiento necesarios para hacer esta revolución y llamamos a todas y todos los
que ya no toleran el mundo como es a entrarle con esta gran lucha.
¡Luchemos desde
ahora para ponerle fin al patriarcado y emancipar a las mujeres!
Aurora Roja,
voz de la Organización Comunista Revolucionara
No hay comentarios:
Publicar un comentario