Un año nuevo,
La necesidad urgente de un mundo radicalmente nuevo —
Para la emancipación de toda la humanidad
Enero de 2021
1 En mi declaración
del 1º de agosto de 2020, presenté el análisis de que, en las circunstancias
particulares de estas elecciones presidenciales y con la gran profundidad de lo
que estaba en juego, si el régimen de Trump y Pence aún se mantuviera en el poder
a la hora de celebrar las elecciones, sería necesario e importante votar por
Biden para asestar una derrota electoral decisiva al fascismo que este régimen
representaba. Al mismo tiempo, enfaticé que simplemente confiar en el
voto probablemente iba a conducir al desastre, y que era de importancia vital
que las masas de personas se tomaran las calles, en una movilización de masas
no violenta, pero sostenida y creciente, en torno a la demanda de que este
régimen fascista tiene que estar ¡FUERA YA!, como RefuseFascism.org (Rechazar
el Fascismo) ha convocado a hacer.
Resulta que grandes
cantidades de masas de personas sí votaron para sacar a este régimen fascista —
y al hacerlo asestaron una derrota electoral suficientemente decisiva al
régimen de Trump y Pence como para que le saliera más difícil llevar a cabo sus
crecientes esfuerzos de dar un golpe de estado, y luego, de hacerlo con masiva
violencia, todo lo que al último salió derrotado; todo lo que obligó a Trump a
marcharse (aunque todavía se negaba a reconocer su derrota electoral), al mismo
tiempo que Biden tuvo que celebrar su investidura en una capital hecha un campo
armado bajo cierre total.
En lo inmediato, se
ha evitado por un escaso margen la catástrofe que hubiera ocurrido si este
régimen fascista fuera reelegido (o si de alguna otra manera permaneciera en el
poder) y sobre esa base consolidara más su dominio fascista y se envalentonara
y se desatara más para implementar su programa horroroso. El hecho de que el
régimen de Trump y Pence ha tenido que abandonar el mandato es de gran
importancia y ¡en sí merece que se lo celebre! Sin embargo, la realidad es que,
no solamente con relación a estas elecciones sino durante los cuatro años del
mandato de este régimen y sus atrocidades cada vez mayores, no se ha dado la
movilización masiva no violenta a la que Rechazar el Fascismo ha convocado para
expulsar a este régimen — y, después de las elecciones, las movilizaciones
fascistas dominaron las calles, y no una oposición al fascismo. Esto ha
resultado en una situación en que, a pesar de la pérdida del régimen de Trump y
Pence en las elecciones, las fuerzas del fascismo siguen cobrando fuerza, en
muchos sentidos, y la oposición en su contra se ha mantenido muy pero muy
pasiva y confiada, de acuerdo a los términos que pone el Partido Demócrata.
Hay que hacer frente
a la realidad de que, como se manifestó mediante las elecciones, casi la mitad
de la población estadounidense ha acogido, de manera apasionada, agresiva y
beligerante, lo que el “trumpismo” representa. La verdad ineluctable es que
Estados Unidos, la “ciudad luminosa en una colina” que tanto proclaman, ¡está
lleno de fascistas! — en el gobierno a todos los niveles y en grandes partes de
toda la sociedad. Y una característica que define a estos fascistas es su
lealtad fanática a tergiversaciones demenciales de la realidad, algo en que es
extremadamente difícil (y en muchos casos imposible) de penetrar con razones y
hechos, porque estas tergiversaciones sirven a reforzar su sensación de que
están bajo amenaza sus privilegios “debidos” y para volver aún más virulentos
los prejuicios y odios que han guardado toda la vida. Este fascismo tiene
profundas raíces, en las dinámicas subyacentes del sistema
capitalista-imperialista que gobierna en Estados Unidos y en toda su historia,
desde su fundación en la esclavitud y el genocidio. Relacionado con esto es
otra verdad crítica: Biden fracasará estrepitosamente en su intento de “sanar”
y “unificar al país”. Como he escrito anteriormente:
Biden y los demócratas no pueden “hacer
que se unifique el país”, como dicen falsamente, porque no puede darse ninguna
“conciliación” con estos fascistas — cuyas “quejas” se derivan del
resentimiento fanático contra cualquier limitación a la supremacía
blanca, la supremacía masculina, la xenofobia (el odio por los extranjeros), el
chovinismo pro estadounidense rabioso y el saqueo irrestricto del medio
ambiente, y que se expresan cada vez más en términos literalmente
lunáticos. ¡No puede darse ninguna “conciliación” con esto, salvo de
acuerdo a los términos de estos fascistas, con todas las terribles
implicaciones y consecuencias de hacerlo!
No cabe duda de que
muchas de las políticas de la administración de Biden y Harris serán distintas
a las descaradas atrocidades del régimen de Trump y Pence, y, definitivamente
las cosas “se sentirán diferentes” con Biden y Harris, pero la manera en que
éstos tratarán de “hacer que se unifique el país” —de acuerdo con los intereses
y requisitos de este sistema del capitalismo-imperialismo— es algo que ninguna
persona decente quisiera, ni de lo cual quisiera ser parte. Al buscar
reestablecer y reforzar la “estabilidad” interna y mantener a Estados Unidos
como la superpotencia opresiva número uno del mundo, Biden, Harris y los
demócratas (así como otras instituciones “tradicionales”, como el New
York Times y la CNN) harán esfuerzos determinados para mantener
firmemente atadas a este sistema a las masas de personas las cuales han odiado
justamente al fascismo del régimen de Trump y Pence, y las cuales aspiran a un
mundo más justo — al restringir su visión política, y actividad política,
dentro de los límites de este sistema, y al impedir que actúen de acuerdo con
sus propios intereses fundamentales y aquellos de la humanidad en su
conjunto. Y en la medida que se mantengan las cosas dentro de los
límites de este sistema, en realidad eso tendrá el efecto de intensificar los
horrores para la humanidad que son una parte integral de este sistema, al mismo
tiempo que también reforzará e impulsará más a las fuerzas subyacentes
económicas —y sociales y políticas— que fortalecerán este fascismo
que ya ha demostrado gran fuerza en Estados Unidos (y varios otros países).
2 Aunque es de
importancia crítica que la votación en estas elecciones ha resultado en una
derrota decisiva para el régimen de Trump y Pence y para sus esfuerzos por
consolidar más completamente un gobierno fascista, no hay que permitir que esto
desdibuje esta verdad crucial: La polarización, entre demócratas y
republicanos, como se ha manifestado mediante el proceso electoral en Estados
Unidos, implica la contienda sobre la mejor manera de defender y perseguir los
intereses del sistema capitalista-imperialista y el dominio de la clase
capitalista. No representa las divisiones fundamentales en la sociedad
y el mundo, ni los intereses fundamentales de las masas de personas, en Estados
Unidos y el mundo en su conjunto. Tampoco es posible solucionar los
profundos problemas ante la humanidad —de hecho, únicamente podrían agravarse—
dentro de los límites de este sistema asesinamente opresivo y explotador y el
caos y la destrucción que éste seguirá desatando a una escala masiva, siempre y
cuando continúe dominando al mundo.
Esto es la verdad,
basada en los hechos y establecida por la ciencia. Cerrarse los ojos ante esta
realidad, negarla o tratar de perseguir escapes por medios individuales sólo
agravará las cosas y acelerará el desastre.
La derrota electoral
del régimen de Trump y Pence sólo “gana cierto tiempo” — tanto en relación al
peligro inminente constituido en el fascismo que este régimen representa, como
más fundamentalmente en términos de la crisis potencialmente existencial que la
humanidad está enfrentando cada vez más a consecuencia de estar atada a las
dinámicas de este sistema del capitalismo-imperialismo. Pero, en términos
esenciales, el tiempo no juega a favor de la lucha para un futuro mejor para la
humanidad. Así que urge no desperdiciar el tiempo que queda —
al sumirse en el individualismo ajeno o en la parálisis política, o al
desperdiciarlo en actividades descaminadas que sólo refuerzan a este sistema
que perpetúa interminables horrores para las masas de la humanidad y que ha
llevado las cosas al borde de una catástrofe muy real.
Hace falta forjar una
polarización profundamente diferente, de acuerdo con el potencial de un mundo
radicalmente diferente y mejor, en representación de los verdaderos intereses
de las masas de personas y en última instancia de toda la humanidad. Hace falta
asumir un enfoque radicalmente diferente de entender las relaciones y problemas
de la sociedad y actuar en consecuencia — un método y enfoque cabal y
consecuentemente científico.
3 Entre muchas
personas que se han indignado por la forma en que Trump se ha dedicado
constantemente a hacer mentiras patológicas e intencionadas, se ha enfatizado
muchísimo la importancia de la ciencia y la verdad, los hechos y el
razonamiento basado en la evidencia. Esto se ha centrado en un grado
significativo en el enfoque criminalmente anticientífico que Trump y Pence han
adoptado en relación a la pandemia de la Covid-19, y en fomentar esta demencia
anticientífica en la “base” fascista en la sociedad en general — todo lo cual
ha provocado al menos decenas de miles (o incluso cientos de miles) de muertes
innecesarias, así como penurias y sufrimientos innecesarios para masas de
personas. Este énfasis en la ciencia y en el método científico es de vital
importancia, pero también es necesario enfatizar la necesidad real y la gran
importancia de ser consecuentes al respecto, y de seguir
la verdad, determinada con la ciencia, adondequiera que conduzca, para
entender correctamente la realidad, en todos los ámbitos de la vida y la
sociedad.
Esto significa romper
completamente con un enfoque, y avanzar más allá de un enfoque, de meramente
acoger verdades —o supuestas verdades— con las que uno se siente cómodo,
mientras rechaza, descarta o elude la verdad real que quizá le incomode. Una
dimensión importante en este sentido es dejar de lado el relativismo filosófico
de la “política de identidad” y repudiarlo metodológicamente, lo que hace mucho
daño con su propia versión de reducir la “verdad” a una experiencia parcial, no
sistematizada y un sentimiento subjetivo (“mi verdad”... “nuestra verdad”...)
en oposición a la verdad objetiva real, a la que
se llega a conocer de manera correcta y científica mediante un proceso basado
en la evidencia, para determinar si algo (una idea, teoría, afirmación,
etc.) corresponde a la verdadera realidad material, o
no. Si bien políticamente quizá esta “política de identidad” parta de un
deseo de oponerse a varias formas de opresión —aunque a menudo se caracteriza,
y se vicia, por personas de diferentes “identidades” que quieren decirse
“propietarias” de la oposición a la opresión—, en términos de la epistemología (la
orientación para llegar a entender la realidad y llegar a conocer la verdad de
las cosas), la “política de identidad” tiene mucho en común con confiar en los
“hechos alternativos” (afirmaciones que están en contraposición a los
hechos reales, a menudo de manera alocada), lo que es el distintivo de los
fascistas. Aunque es importante reconocer las diferencias políticas en juego,
la situación es muy pero muy seria y los riesgos son muy pero muy grandes como
para dejarnos caer en cualquier forma de oponerse al método
científico y a su búsqueda de la verdad objetiva acerca de la realidad
material, o conciliarnos con semejante forma.
Para entender por qué
nos enfrentamos a la situación en la que nos encontramos, es necesario no solo
responder a lo que está pasando en la superficie en un momento dado —y de hecho
dejar que semejante situación nos zarandee de un lado para otro—, sino explorar
debajo de la superficie, para descubrir los resortes principales
subyacentes y causas de las cosas, y llegar a entender el problema fundamental
y la solución real. Esto significa llegar a entender de manera científica que
vivimos bajo un sistema, y lo que ese sistema es en realidad (el
sistema del capitalismo-imperialismo); trabajar para captar las
relaciones y dinámicas más profundas de este sistema y la forma en que
eso está determinando el marco para la manera espontánea de pensar y de
reaccionar de los diferentes sectores de la sociedad en relación a los
acontecimientos en la sociedad y en el mundo, y cuál es el camino posible hacia
adelante para transformar todo eso en concordancia con los intereses de las
masas de la humanidad y, en última instancia, de la humanidad en su conjunto.
Una parte crucial de este proceso es tener un entendimiento científico de los
cambios importantes, que resultan de las propias dinámicas y funcionamiento de
este sistema, que han conducido a trastornos en la sociedad y en sentidos
importantes han impulsado este fascismo: cambios en la economía capitalista-imperialista
y, en consecuencia, en la estructura social y en la “composición social” en
Estados Unidos, así como a nivel internacional, que han socavado las formas
“tradicionales” de opresión pero sin conducir a ponerle fin a
esta opresión, sino a establecerla y reforzarla con nuevas formas, y a la vez
provocar lo que es una reacción verdaderamente desquiciada, sádica y muchas
veces violenta por parte de los sectores de la sociedad que han identificado
sus intereses, y en efecto su propio ser, con las formas tradicionales de
opresión.
A manera de
introducción, y de punto abarcador, con respecto a algunos de estos cambios
importantes, es importante enfatizar que estos cambios, y especialmente los que
se han dado en las últimas décadas, están ligados al aumento del parasitismo del
capitalismo-imperialismo en el mundo contemporáneo. Como yo explico en Breakthroughs
(Abriendo Brechas): El avance histórico hecho por Marx, y el nuevo avance
histórico del nuevo comunismo, Un resumen básico, el parasitismo se refiere
al
hecho de que un capitalismo cada vez
más globalizado se basa en un muy alto grado, para la producción y para
mantener la tasa de ganancia, en una vasta red de maquiladoras, en particular
en el tercer mundo de América Latina, África, el Medio Oriente y Asia, mientras
que la actividad capitalista en los “países de base” capitalista-imperialistas
se ubica cada vez más en la esfera de las finanzas y la especulación
financiera, y la tecnología de punta de “alta gama” (y no la producción de los
materiales físicos básicos para dicha tecnología), así como el sector servicios
y la esfera comercial (con el creciente papel de la comercialización en línea).
◆Desde el fin de la Segunda Guerra
Mundial (hace 75 años), la situación del pueblo negro ha cambiado dramáticamente.
Al comienzo, estos cambios se basaban en un aumento de la mecanización y otras
transformaciones en la producción agrícola, y en la economía en general; un
poderoso auge de lucha del pueblo negro los impulsó, lo que arrancó concesiones
a la clase dominante en Estados Unidos la que se inquietaba por mantener su
imagen de “paladín de la democracia” y “líder del mundo libre”, especialmente
en su enfrentamiento con la Unión Soviética durante varias décadas después de
la Segunda Guerra Mundial. Como resultado de éstos y otros factores, la
opresión del pueblo negro ya no se centra en torno a la explotación brutal en
el Sur rural, en condiciones de casi esclavitud (y en algunos casos de
esclavitud real) respaldada por el terror del Ku Klux Klan, sino que en cambio
opera una situación en la que masas del pueblo negro están segregadas y
concentradas en comunidades urbanas en todo Estados Unidos y están sometidas a
una discriminación sistemática y a la continua brutalidad y asesinato por parte
de la policía. En las últimas pocas décadas, debido a la intensificación de la
globalización y la automatización de la producción, en interacción con la
discriminación continua, se ha eliminado una gran cantidad de los empleos en
las fábricas los que les proporcionaban a los hombres negros (y a algunas
mujeres negras) trabajos mejor pagados en las zonas urbanas. Al mismo tiempo,
como resultado de las luchas por los derechos civiles y para la liberación
negra de los años 1960 y principios de los 1970, y otros factores, se ha dado
un crecimiento de la clase media negra. Pero también se ha dado un aumento de
la llamada “underclass” [subclase marginada], concentrada y contenida en
ghettos urbanos y que más o menos está permanentemente excluida del empleo
regular en la economía “formal”.
Las fuerzas
gobernantes en la sociedad, sin capacidad de proporcionar una resolución
positiva a las agudas contradicciones ligadas a estos cambios —sin capacidad de
poner fin al racismo sistémico que implica una discriminación degradante incluso
contra sectores económicamente más acomodados del pueblo negro, sin capacidad
de integrar a grandes cantidades de los negros en la economía “formal”—, han
respondido a esta situación con la encarcelación en masa de millones de varones
negros (y crecientes cantidades de mujeres negras) con arrestos, juicios,
condenas y penas que conllevan aún más discriminación e injusticia, y al
desatar y respaldar el terror policial sistemático, el que se dirige
especialmente contra las personas negras en las comunidades marginadas de las
ciudades pero que puede poner en la mira a cualquier persona negra, en
cualquier lugar y en cualquier momento. El intento de ejercer brutalmente “la
ley y el orden”, dado que una solución más justa es imposible bajo este
sistema, realza la volatilidad de toda esta situación, lo que conduce a
trastornos adicionales —incluidas protestas y rebeliones completamente
justificadas y justas—, situación la que, a su vez, aprovechan las fuerzas
fascistas para promover su grotesca representación supremacista blanca de las
masas del pueblo negro como “delincuentes” y “animales sueltos”.
El hecho de que, con
todos estos cambios, y sin importar quiénes ocupen los escaños del poder, la
discriminación sistemática y la opresión asesina ha persistido, ha llevado a
algunos negros a concluir que el Partido Demócrata es el problema, ya que ha
solicitado constantemente el apoyo del pueblo negro, pero ha actuado
repetidamente en contra de los intereses del pueblo negro. Aunque el Partido
Republicano se ha convertido en el vehículo de la supremacía blanca abierta y
agresiva, es cierto que los demócratas, y no solo los republicanos, han
presidido la opresión del pueblo negro. Pero, ¿cuál es la verdadera razón de
eso, y cuál es la verdadera respuesta? La realidad es que la supremacía blanca
está incorporada en este sistema de capitalismo-imperialismo,
y ninguno de estos partidos de la clase dominante podría ponerle fin, incluso
si quisieran hacerlo. La respuesta no es sumarse al Partido Republicano
fascista, o tratar de sacar provecho enfrentando a estos partidos burgueses
entre sí, o acoger el “capitalismo negro” y suplicar un mejor “lugar en la
mesa” — todo lo cual únicamente reforzará el sistema existente de opresión y
quizás beneficie a unos pocos a expensas de los muchos. La respuesta es
la revolución, y establecer una sociedad radicalmente
diferente que tenga la base así como la orientación para arrancar de raíz y
abolir la supremacía blanca, y todas las relaciones opresivas.
◆Se han operado cambios profundos en la
situación y posición social de grandes cantidades de mujeres, tanto en Estados
Unidos como a nivel internacional. Para citar una dimensión importante de esto,
gran parte de la fuerza de trabajo en las maquiladoras en el tercer mundo son
mujeres, obligadas a trabajar en condiciones horrorosas. En Estados Unidos, los
cambios en el funcionamiento y la estructura de la economía (como parte de la
economía mundial cada vez más globalizada) han llevado a emplear y explotar a
grandes números de mujeres negras (y otras mujeres de color), en particular en
los sectores servicios y de menudeo. Al mismo tiempo, grandes cantidades de
mujeres (especialmente mujeres blancas, pero también algunas mujeres de color)
no solo han encontrado más oportunidades para contratarse en las profesiones y
en los negocios, sino que también ha llegado a ser necesario salir a trabajar
para que sus familias mantengan un “estilo de vida de clase media”. Esta
situación en la que grandes cantidades de mujeres están empleadas fuera del
hogar, incluido un aumento importante del número de mujeres en trabajos de
clase media mejor remunerados, ha puesto bajo fuertes tensiones y ha socavado
de manera importante la familia patriarcal (dominada por hombres) “tradicional”
y las relaciones patriarcales en la sociedad en general.
Toda esta situación
ha generado condiciones más favorables para la lucha contra la opresión de las
mujeres, y dicha lucha ha influenciado la situación de manera importante, lo
que se manifestó de manera poderosa como parte del auge general de lucha
radical de la década de 1960 y que ha continuado en diversas formas desde ese
entonces. Como menciono en ¡Fuera con todos los dioses!:
Mediante el auge de luchas de los años
60, se pusieron en tela de juicio muchas cosas —no solamente en la esfera de
las ideas, aunque eso fue extremadamente importante, sino en la práctica, en la
esfera de la lucha política— cosas que son parte de los cimientos de esta
sociedad. Y se realizaron muchos cambios, en parte por la lucha política de las
masas y en parte por las características y necesidades cambiantes de la
economía. Una vez más, una de las dimensiones más importantes de esto se
manifestó en relación con el papel de la mujer, particularmente entre las
profesionales y otros sectores de la clase media, donde llegó a ser posible y
necesario que las mujeres trabajaran de tiempo completo, en un intento de
mantener el nivel de vida de la clase media. Al combinar eso con las
expresiones políticas e ideológicas del feminismo y de otros movimientos que
surgieron en los años 60, eso planteó un desafío muy directo a las formas de
opresión institucionalizadas tradicionales en esta sociedad.
Sin embargo, es imposible
eliminar la supremacía masculina dentro de los límites de este sistema. Esto es
cierto porque la supremacía masculina ha estado entretejida profundamente en la
trama de esta sociedad, y porque este sistema se basa en las relaciones de
mercancías y explotación capitalistas —las cosas se producen para intercambiar
(vender), mediante un proceso en el que trabajan masas de personas, a cambio de
un sueldo o salario, para generar ganancias acumuladas por los capitalistas que
contratan a esas personas y controlan su trabajo—, un sistema en el que la
unidad familiar patriarcal sigue siendo un componente y requisito económico y
social esencial, aunque está sometida a tensiones crecientes. Y el sector
fascista de la clase dominante, durante varias décadas ya, ha llevado a cabo un
ataque implacable a los derechos constitucionales, y ha movilizado a su base
social de fanáticos fundamentalistas religiosos, para ejercer de manera forzosa
y a menudo violenta la opresión patriarcal “tradicional” — con el asalto contra
el derecho al aborto, e incluso al control de la natalidad, un gran eje de este
intento de esclavizar en lo esencial a las mujeres. Lo que escribí, hace 35
años, es hoy más cierto que nunca:
En las últimas décadas en Estados
Unidos se han operado cambios profundos en la situación de la mujer y en las
relaciones familiares. En solamente una de diez familias existe la situación
“modelo”, en donde el esposo es el único que “trae el sustento” y la esposa es
un “ama de casa” totalmente dependiente. Estos cambios económicos han
conllevado cambios significativos de actitudes y expectativas — y unas
tensiones muy significativas no solo en la estructura de la familia sino
también en las relaciones sociales más ampliamente.... La cuestión
general de la posición y el papel de la mujer en la sociedad se presenta cada
día más agudamente en las extremas circunstancias de hoy — esto es un polvorín
en Estados Unidos hoy. No se puede concebir la resolución de todo esto
salvo de la manera más radical y mediante formas extremadamente violentas. La
cuestión que pende es: ¿será una resolución radical reaccionaria o una
resolución radical revolucionaria, implicará reforzar las cadenas de esclavitud
o destruir los eslabones más decisivos de esas cadenas y abrir la posibilidad
de realizar la eliminación completa de todas las formas de dicha esclavitud?
Lo que ha acompañado
todo eso ha sido un aumento de la posibilidad y “espacio” para manifestar la
“identidad” de género y las relaciones de género que van en contra de las
tradicionales relaciones de género opresivas — y, una vez más, se ha dado el
intento, a menudo violento, de reafirmar y reforzar las relaciones
tradicionales y suprimir todo lo que no se ajuste a eso.
La religión, y
especialmente el fundamentalismo religioso, es un factor poderoso que promueve
y refuerza la subordinación patriarcal de las mujeres, así como otras formas
“tradicionales” de opresión. Aquí va una observación importante de Kristin
Kobes Du Mez, quien creció en un pueblo en Iowa el que estaba lleno de fundamentalistas
cristianos blancos (a los que ella describe como “evangélicos blancos”) los
cuales son la columna vertebral del fascismo estadounidense actual. En su
libro Jesus and John Wayne: How White Evangelicals Corrupted a Faith
and Fractured a Nation [Jesús y John Wayne: De la manera en que los
evangélicos blancos corrompieron una fe y fracturaron una nación], escribe:
Los evangélicos blancos han
confeccionado este mosaico de asuntos, y un compromiso nostálgico con la masculinidad
blanca militante, agresiva y ruda sirve de hilo que los une en un
todo coherente. El dominio de un padre en el hogar está inextricablemente
ligado al liderazgo heroico en el escenario nacional, y el destino de la nación
depende de ambas cosas. [énfasis agregado]
Dada la fuerte conexión
entre el patriarcado militante y el fascismo, no es sorprendente que algunos
hombres negros y latinos (aunque claramente una minoría de ellos) se hayan
sentido atraídos hacia apoyar a Trump, a pesar de la supremacía blanca abierta
de Trump. (Esto incluye a algunos de éstos que son o han sido prominentes en la
música rap. Aunque ha habido fuerzas y elementos positivos en el rap y el hip
hop en general, lo que se ha promovido cada vez más es una cultura que está
llena de una degradación misógina de mujeres, por no decir dominada por dicha
degradación, así como una admiración por el tipo de gangsterismo “buscavidas”
que es una de las “cualidades” que definen a Trump.) Tampoco es sorprendente
que incluso cantidades importantes de mujeres (principalmente mujeres blancas,
pero también algunas latinas y otras mujeres de color) se hayan sentido
atraídas hacia este fascismo, ya que, lamentablemente, es muy común el fenómeno
de los oprimidos que se aferran a las “cadenas de la tradición” que los
oprimen. (Piense en las madres en la patria, sobre las que escribe Claudia
Koonz en su libro con ese mismo título — las mujeres que trabajaron activamente
por el supremacista masculino agresivo Hitler y por los NAZIs en Alemania
durante el auge del fascismo ahí en la década de 1930. O escuche las palabras
hoy de la fascista negra Candace Owens, quien ha elogiado a Hitler por sus
esfuerzos por “hacer que Alemania tuviera grandeza”: “No existe sociedad alguna
que pueda sobrevivir sin hombres fuertes... En el Occidente, no es una
coincidencia la feminización progresiva de nuestros hombres, al mismo tiempo
que se les enseñe el marxismo a nuestros hijos. Es un ataque directo. Que
traigan nuevamente a los hombres varoniles”. Por supuesto, para los fascistas
como Owens, los hombres “fuertes” y “varoniles” son aquellos que encarnan y
refuerzan las relaciones tradicionales de género, con el ejercicio de la
dominación sobre las mujeres las que se someten a esta dominación — y los
hombres que no se conforman a los roles y relaciones de género tradicionales,
los hombres que apoyan la igualdad entre hombres y mujeres son de alguna manera
“débiles”, “afeminados”, “castrados”.) Y para las mujeres blancas que forman
una parte de este fenómeno fascista, en que la supremacía masculina virulenta
es un elemento definitorio y aglutinante, también se tiene el hecho de que
estas mujeres pueden participar en la supremacía blanca que, particularmente en
un país como Estados Unidos, es también un elemento definitorio y decisivo de
este fascismo y está estrechamente entrelazado con la supremacía masculina
virulenta — tal como se refleja en la formulación de Kristin Kobes Du Mez:
masculinidad blanca militante y agresiva.
◆Como resultado de la intensificación de
la crisis climática, guerras y represión —y, como fuerza impulsora en todo
ello, cambios importantes en la economía mundial dominada por el capitalismo
imperialista, incluido el continuo crecimiento y creciente impacto en el mundo
de la agroindustria corporativa y la tecnología desplazadora de mano de obra,
el control cada vez más monopolizado de semillas y productos químicos, una
monopolización más amplia de la comercialización, e inmensas inversiones en el
acaparamiento de tierras—, se dan masivos desplazamientos y trastornos, los que
afectan en particular a las personas en el Sur global (los países de América
Latina, África, el Medio Oriente y Asia — el tercer mundo). Un rasgo importante
de todo esto es la urbanización en masa: hoy más de la mitad de la población
del mundo vive en zonas urbanas, con enormes ciudades miseria, con más de mil
millones de habitantes, en las zonas urbanas del tercer mundo, a la vez que
decenas de millones de personas provenientes del tercer mundo han estado
obligadas a emigrar a Estados Unidos y a países de Europa. Y se ha desarrollado
una situación en la que, en algunos de estos países —siendo Estados Unidos un
excelente ejemplo—, la economía no podría funcionar sin la explotación de
grandes cantidades de inmigrantes, mientras que muchos de éstos están sometidos
a la constante amenaza de deportación, lo que también los hace aun más
vulnerables a la explotación extrema.
La ruina de gran
parte de la agricultura tradicional a pequeña escala en los países del tercer
mundo y el dramático aumento de la población urbana ahí (así como en Estados
Unidos y en algunos otros países imperialistas) en que grandes cantidades de
personas no cuentan con posibilidades de encontrar trabajo en la “economía
formal” — pues, todo eso también ha fomentado el crecimiento de una economía
ilegal y de pandillas (y, particularmente en los países del tercer mundo,
cárteles) sobre la base de esta economía ilegal, en particular el narcotráfico,
pero también la trata de seres humanos, especialmente mujeres y niñas
cruelmente victimadas en la prostitución, la “industria del sexo” y la
esclavitud sexual literal.
Esta situación
dramáticamente cambiada y a menudo altamente volátil también ha constituido un
gran factor en el ascenso del fundamentalismo religioso, en el tercer mundo y
notablemente en Estados Unidos, donde el fundamentalismo cristiano es una
poderosa fuerza social y política negativa. La derrota, o el abandono, de
movimientos en el tercer mundo dirigidos por comunistas o nacionalistas
revolucionarios contra los colonialistas de vieja guardia y los opresores
neocoloniales, sobre todo Estados Unidos, en el período posterior a la Segunda
Guerra Mundial, se ha dado en interconexión e interactuación con estos cambios
económicos y cambios sociales relacionados de una manera que ha contribuido a
la creciente influencia del fundamentalismo religioso, particularmente en el
tercer mundo — siendo el revés más grande la revocación del socialismo y la
restauración del capitalismo en China en la década de 1970, lo que transformó a
China de un poderoso país socialista y un faro y bastión de apoyo para la lucha
revolucionaria en todo el mundo, en una potencia imperialista en ascenso y en
sí un explotador de masas de personas en África y otras partes del tercer
mundo.
El ascenso del
fundamentalismo religioso se ha producido junto con el aumento del secularismo
(personas que no son religiosas, o que al menos no forman parte de religiones
tradicionales), y en oposición a dicho secularismo, el que ocurre especialmente
en las poblaciones urbanas con más estudios. Este secularismo en sí no se
concibe como ataque a las personas que continúan manteniendo creencias
religiosas, ni es eso su intención, pero sí socava objetivamente la religión —
y los fundamentalistas religiosos lo consideran como un ataque “contra todo lo
que es sagrado”, y se niegan a siquiera intentar conciliar creencias religiosas
con los resultados de la investigación científica, como se refleja fuertemente
en su ataque irracional al hecho científico sólidamente establecido de la
evolución.
Lo que en esencia se
tiene en juego en esta división es la aceptación, o la negación y el rechazo,
del modo de pensar racional basado en la evidencia, incluida la importancia del
pensamiento crítico, que ha sido, en un sentido amplio, la extensión de la
Ilustración, que surgió en Europa (en particular Francia) hace varios siglos.
En aquellos años, y desde ese entonces, el avance de la ciencia y los
importantes descubrimientos que ésta ha desarrollado han impulsado el
cuestionamiento de la religión de una manera que antes no era realmente
posible, dado que muchos de estos descubrimientos científicos contradicen
claramente las escrituras y dogmas religiosos desde hace mucho arraigados, y el
método científico rechaza reconocer cosas como “reales” si no es posible
mostrar evidencia concreta de su existencia, en el mundo material real. Y, como
lo enfatiza Ardea Skybreak, autora del muy importante libro La ciencia
de la evolución y el mito del creacionismo: Saber qué es real y por qué
importa, la ciencia ofrece mucha evidencia de que los seres humanos han
inventado todas las religiones que existen en cualquier parte del mundo. (En un
libro que consta de una entrevista a Skybreak, Ciencia y revolución,
Skybreak también enfatiza que, aunque en ocasiones se ha utilizada la “ciencia
mala” con fines muy negativos, incluso para promover el racismo, el método
científico en sí proporciona los medios para refutarla: “se puede usar métodos
científicos rigurosos para demostrar que todo eso fue ciencia mala”).
Es cierto que la
ciencia en sí no puede poner fin a las creencias religiosas, como lo ilustra el
hecho de que hay grandes cantidades de personas religiosas que se consideran a
sí mismas defensores de la Ilustración y aceptan los descubrimientos y
conclusiones de la ciencia (al menos hasta cierto punto), pero insisten en que
existe un ámbito de existencia —que abarca a un ser o seres sobrenaturales— que
se ubica más allá del alcance de la ciencia. Y es un hecho que, en general, los
representantes de la clase dominante en Estados Unidos, ya sean “liberales” o
“conservadores” —y el que ellos mismos crean personalmente en dios o no—,
definitivamente consideran la religión como una parte crucial para mantener la
“cohesión social” del país sobre una base capitalista, y trabajan para promover
la religión, en particular el cristianismo, de una forma u otra. (Todos ellos
son esencialmente practicantes de la afirmación que se atribuye a Napoleón: la
sociedad es imposible sin desigualdad; es imposible mantener la desigualdad sin
una moral que la justifique; y tal moralidad es imposible sin religión). Sin
embargo (parafraseando una importante afirmación del físico Steven Weinberg),
aunque la ciencia en sí no elimina las creencias religiosas, sí pone una base
para que la gente deje de creer en dios y rechace la religión. Esto entra en
conflicto con aquellos que creen que la religión es necesaria para una sociedad
ordenada y “moral”, y tanto más en el caso de aquellos que insisten en un
fundamentalismo religioso que está alocadamente desconectado de la realidad y
de un enfoque racional de la realidad.
Sin embargo, si bien
es cierto que, para lograr su emancipación total, las masas de personas en el
mundo necesitarán en última instancia deshacerse de las creencias religiosas en
general, es importante enfatizar que, en el mundo de hoy, la polarización no
simplemente se reduce a aquellos que han rechazado la religión en nombre de la
ilustración contra aquellos que se aferran a las creencias religiosas. Una
polarización importante ahora es la que existe entre lo que justamente se puede
llamar las personas decentes (entre ellas grandes cantidades de personas
religiosas) que se oponen a la injusticia y, por otro lado, aquellos que están
decididos a revivir y reforzar las formas tradicionales de opresión. Con
respecto a todo esto, una de las cuestiones importantes es si las personas
llegaran a aceptar, o a rechazar, dos cualidades distintivas: magnanimidad
intelectual y generosidad del espíritu.
4 Todo esto
proporciona una importante base y “trasfondo” para entender lo que ocurrió en
las elecciones recientes, por qué ocurrió, y cuáles son las implicaciones,
ahora y para el futuro. Lo siguiente, de un artículo de Leonard Pitts Jr. del 9
de noviembre de 2020 (“The election of 2020 has ended at last, but the
celebration has caveats” [Las elecciones de 2020 han terminado por fin, pero la
celebración conlleva cualificaciones]), aporta algunas observaciones
importantes. El resultado de estas elecciones, él escribe, “deja al desnudo
todas las lustrosas pretensiones sobre quiénes somos como país, subrayando el
hecho de que, en un importante sentido, ya no somos un solo país, sino dos
países que comparten las mismas fronteras”. Continúa:
La última vez que eso
ocurrió [con la Guerra Civil], duró cuatro años y costó 750.000 vidas para obligarnos
a recuperar cierta apariencia de identidad. No obstante, las costuras de la
fractura siempre eran visibles.
A diferencia de aquella ruptura, la
actual no es pronunciadamente geográfica: el Sur contra el Norte. No. La actual
se trata de la ciudad contra el campo, aquellos que tienen estudios
universitarios contra aquellos que tienen estudios de secundaria y, de más
importancia, el futuro contra el pasado. Lo que quiere decir que ayer, esta era
una nación en que los blancos eran la mayoría, y mañana será una nación en que
no lo son.
Aunque Pitts tiene
razón en que la división de hoy es más rural contra urbana que estrictamente
Sur contra Norte, es cierto que la antigua (y nueva) Confederación —y en
particular los sureños blancos rurales— siguen siendo el sostén de un intento
infundado y malintencionado de restaurar el pasado (en nombre de “Hacer que
Estados Unidos vuelva a tener grandeza”). Como señalé en el discurso de
2017 ¡El régimen de Trump y Pence tiene que marcharse ya!:
Hay una línea directa que conecta la
Confederación esclavista de los años 1860 con los fascistas de hoy, y una
conexión directa entre su supremacía blanca, su franco odio y repudio tanto a
la gente LGBT como también a las mujeres, su repudio abierto a la ciencia y al
método científico, su cruda xenofobia tipo “Estados Unidos Ante Todo”, y su
proclamada “superioridad de la civilización occidental”, y su belicoso uso del
poderío militar, inclusive su declarada disposición y abiertas amenazas de que
están dispuestos a usar armas nucleares para destruir países.
Al mismo tiempo, la
división, y el choque, entre el pasado y el futuro, son más profundos que los
cambios demográficos y la perspectiva de que la mayoría de la población
estadounidense no sea blanca. Las fuerzas que luchan por el pasado tienen por
objetivo revocar, completa y vengativamente, hasta las concesiones modestas que
se han hecho en respuesta a la lucha contra la injusticia social y la
desigualdad y opresión institucionalizada, y de imponer una
forma de dictadura capitalista la que es franca y la que no restrinjan la
Constitución y el estado de derecho (o la que convierta la Constitución y el
estado de derecho en meros instrumentos de la tiranía fascista y sus
atrocidades).
Como dije en mi
Declaración del 1º de agosto, el fascismo es “una dictadura abierta y agresiva,
que pisotea y pervierte el estado de derecho, se apoya en la violencia y el
terror, en nombre del sistema capitalista depredador y en tanto un esfuerzo
extremo por lidiar con profundas divisiones sociales y crisis agudas (tanto en
el país como en el escenario mundial)”. Aunque ello quizá logre cohesionar las
cosas durante un cierto tiempo, de una manera extremadamente negativa, a
fin de cuentas no es posible que prospere — no puede conservar indefinidamente
este sistema del capitalismo-imperialismo, y no puede conducir a ningún futuro
salvo a un futuro de horrores para la humanidad, si es que de plano tendríamos
un futuro. Y la supuesta “alternativa”, por ejemplo tal como se
representa en el Partido Demócrata en Estados Unidos, que utiliza medios “más
democráticos” para ejercer el dominio de este sistema, también continuará
encarnando e imponiendo un sufrimiento terrible y completamente innecesario
para las masas de la humanidad y representará una amenaza existencial a la
humanidad en su conjunto, aunque no siempre por medio de la misma bestia
inexorable de horrores brutos y terribles como lo es la forma fascista de
dictadura capitalista.
Lo que se manifestó
por medio de estas recientes elecciones —lo que de hecho se manifiesta por
medio de todas las elecciones bajo este sistema— no es “la democracia” y “la
voluntad del pueblo” en algún sentido abstracto sino específicamente es una
selección que se hace entre diferentes representantes de este
sistema del capitalismo-imperialismo, que es la única opción “realista”
que se ofrece, o que se puede ofrecer, bajo este sistema. En esta situación
particular, extraordinaria, esa opción —entre el dominio capitalista fascista y
el dominio capitalista democrático burgués— en verdad tuvo un efecto real, al
extremo que era apropiado apoyar a un lado, a los demócratas, con tal de
asestar una derrota al intento de consolidar más completamente el fascismo.
Pero eso no cambia el hecho de que este voto operaba bajo los términos del mismo
sistema que ha producido este fascismo y que continuará creando el
terreno fértil para este fascismo al mismo tiempo que continúa generando un
horror tras otro para la humanidad — horrores que seguirán ocultos únicamente
para aquellos que no miran, o que no mirarán. La versión “liberal” (o
“tradicional”) del dominio de este sistema conlleva la imposición de la
explotación y opresión a las masas de personas en Estados Unidos y por todo el
mundo (incluidos los más de 150 millones de niños en el tercer mundo cruelmente
superexplotados en maquiladoras y minas). Imponer todo eso, y vencer los
intentos de rivales de apropiarse una mayor tajada de este saqueo y de
reemplazar a Estados Unidos como la superpotencia dominante del mundo — eso es
lo que quieren decir los representantes “liberales” (y de otro tipo) de este
sistema cuando hablan de los “intereses nacionales” de Estados Unidos. Y en
esto se basa la orientación “progresista” de permitir más “diversidad” e
“inclusión” para sectores anteriormente excluidos de esta sociedad, y la
promoción de ciertos aspectos de la ciencia, sobre la base de este
saqueo internacional, de personas así como del medio ambiente, y especialmente
para fines de dicho saqueo internacional.
5 Para enfatizar una
vez más el siguiente punto crucial: Hace falta reconocer la realidad
fundamental de que bajo este sistema —que ha engendrado
un poderoso fascismo; que es la fuente de sufrimientos horrorosos, e
innecesarios, no solamente para las masas de personas en Estados Unidos sino
para miles de millones de personas en todo el mundo; y que representa una
creciente amenaza a la propia existencia de la humanidad, mediante sus masivos
arsenales de armas nucleares así como su destrucción acelerada del medio
ambiente—, no existe ningún futuro por el que vale la pena vivir para
las masas de personas y en última instancia para la humanidad en su conjunto.
Es verdad —es una verdad importante— que el régimen de Trump y Pence (y otros
parecidos, por ejemplo el gobierno de Bolsonaro en Brasil) ha agravado mucho
más la crisis ambiental — ha acelerado la aceleración, por decirlo así, de la
destrucción del medio ambiente. Pero las dinámicas y los requisitos de este
sistema están impulsando la crisis climática hacia el punto de no retorno,
independientemente de cuál persona o régimen particular esté actuando como su
representante político dominante. Con frecuencia se ha ensalzado al capitalismo
por ser un sistema “dinámico”, que constantemente genera cambios. Pero éste es
un “dinamismo” que se basa en la explotación para acumular ganancias de manera
privada, y que es un “dinamismo” impulsado por la anarquía (y la competencia
anárquica entre capitalistas), y esa misma anarquía está impeliendo las cosas
rápidamente hacia un umbral existencial —más allá del cual de manera
irreversible bien podría lanzar a la humanidad— si continuara dominando el
mundo este sistema del capitalismo, en su manifestación imperialista
globalizada.
En vista de qué tanto
se ha condicionado a la base social fascista en Estados Unidos de modo que
identifique, falsa y ridículamente, a los demócratas (incluso a los demócratas
“centristas” como Biden) como “socialistas radicales” (o incluso como
“comunistas”) y sobre esa base, que los odie visceralmente —en gran parte
debido a las concesiones limitadas de los demócratas a la lucha contra la
opresión racial y de género, a la necesidad de abordar la crisis climática y a
cierto reconocimiento de la verdadera historia de Estados Unidos— resulta
sumamente irónico que es únicamente un poderoso movimiento que tiene por
objetivo un auténtico socialismo, en tanto una sociedad
radicalmente nueva y emancipadora y la transición hacia el objetivo fundamental
del comunismo a escala mundial, el que sería capaz de crear la base para que
cantidades importantes de las personas, y en particular de los jóvenes, que han
estado metidos en este fascismo, rompan con eso y se conviertan en parte de la
lucha por una resolución positiva de las contradicciones que este sistema del
capitalismo-imperialismo continuamente intensifica. (Como cualquier persona
racional puede determinar fácilmente, el número relativamente pequeño de
“socialistas democráticos” que son parte del Partido Demócrata no son de
ninguna manera “socialistas radicales” —ni socialistas de ningún tipo en realidad—
sino que son social-demócratas que no tienen
por objetivo abolir el sistema capitalista ni reemplazarlo por un sistema
socialista, sino reformas dentro del sistema capitalista las
que no cambiarían, ni afectarían de manera significativa, su naturaleza básica
y funcionamiento).
La verdad es que no
es posible resucitar (ni crear de nuevo) un modo de vida idealizado que
supuestamente existía a fines del siglo 19 y principios del siglo 20 en Estados
Unidos, no puede darse ningún retorno a un idílico Estados Unidos imaginado,
que se caracterizara por “valores tradicionales” y que de alguna manera
premiara justamente las “virtudes” como el trabajo duro, y en que las personas
ocuparan el lugar en la sociedad que merecieran (o el que dios les asignó
intencionadamente) — un pasado que en realidad sólo ha existido en la mente de
aquellos que anhelan una “restauración” ilusoria de esto, y que han sido
condicionados de modo que odien de manera irracional a todos y todo lo que
supuestamente lo ha destruido. Y no es posible resucitar la situación que
existía durante varias décadas después de la Segunda Guerra Mundial en que
grandes cantidades de personas (especial, pero no solamente, hombres blancos)
sin una educación universitaria podrían tener empleo en industrias importantes
como la automotriz y la siderúrgica con un salario que posibilitaba un
“estándar de vida de clase media”. Es cierto que esto no tiene ninguna base —no
debido a algunas conspiraciones por “liberales satánicos que beben la sangre de
niños traficados”— sino, una vez más, debido al funcionamiento de este sistema
del capitalismo-imperialismo, que ha llevado a que el mundo sea configurado
como está, y a que se encamine hacia el desastre ambiental que este sistema
está creando rápidamente, si no extinguiera a la humanidad primero con una
guerra nuclear desatada por los poseedores poderosos de arsenales nucleares
masivos.
Y que nadie quiera regresar
al verdadero pasado: a un mundo caracterizado por pobreza y
enfermedades en escala masiva, aún más allá de los terribles estragos que esto
causa hoy, especialmente en el tercer mundo; con la horrenda destrucción y
sufrimiento como consecuencia de dos guerras mundiales en el siglo 20, en las
cuales decenas de millones de personas fueron masacradas, y Estados Unidos
lanzó dos ataques con bombas atómicas a dos ciudades japonesas al fin de la
Segunda Guerra Mundial, lo que de inmediato incineró a cientos de miles de
japoneses y auguró la “edad nuclear”; con un Estados Unidos caracterizado por
la segregación abierta, institucionalizada, la discriminación y el estatus de
“segunda clase” para las personas de color y las mujeres, y una existencia
brutalmente suprimida para la gente LGBT, y en que los negros en particular
estaban sometidos a un terror continuo, caracterizado por repetidos
linchamientos y otros actos depravados acompañantes. El futuro no se encontrará
en el pasado (real o imaginado) sino en avanzar hacia adelante, hacia
una sociedad socialista real, y al final a un mundo comunista, en que la
orientación fundamental y la política práctica se desarrollen para satisfacer
las necesidades materiales, intelectuales y culturales de la gente, a la vez
que dé cada vez más espacio a la iniciativa individual, sobre la base de los
cimientos y etos colectivos y cooperativos de la sociedad y dentro de ese
marco, en que se hayan superado las centenarias relaciones económicas y
sociales de explotación, desigualdad y opresión, y el bienestar de algunos ya
no se apoye en la miseria de otros.
Que quede claro que
la actual polarización y los problemas profundos que hay que enfrentar no se
pueden solucionar tratando de “ajustar” las cosas dentro de los límites de este
sistema. El ejemplo del movimiento “Ocupar” de la década pasada es otra
ilustración de esto. Falló ese intento de repolarizar, en efecto, al 99 por
ciento contra el 1 por ciento de los superricos, en parte importante porque
las relaciones sociales (tales como las relaciones opresivas
entre diferentes “razas” y géneros), y no solamente las relaciones económicas,
son fuerzas materiales poderosas, y un sector muy grande de ese “99 por ciento”
está decidido a conservar esas relaciones sociales desiguales y opresivas de
las cuales se beneficia (o de las cuales creen firmemente que se benefician),
especialmente en esta sociedad capitalista que pone a las personas unas contra
otras en una competencia frecuentemente despiadada.
Solamente sobre la
base de un sistema económico radicalmente diferente —un sistema
económico (modo de producción) socialista, en que de manera
planificada, se colectivicen, movilicen y utilicen los recursos productivos de
la sociedad para satisfacer las necesidades materiales, intelectuales y
culturales de la gente, sobre una base que está en continua expansión— será
posible sentar una base favorable para arrancar de raíz y transformar las
relaciones sociales que encarnan opresión, y modos de pensar que acompañan y
refuerzan esa opresión, para ir más allá de la situación (como Lenin lo
describió tan acertadamente) en que no solamente se alienta sino que se obliga
a las personas a calcular, con la tacañería de un tacaño, cómo es su posición
en relación a los demás.
6 Todo esto indica
fuertemente, una vez más, la necesidad no simplemente de “reconocer la
realidad”, sino de aplicar de manera consecuente el principio de que la ciencia
importa y la verdad importa, y por lo tanto, adentrarse seriamente en el
análisis científico (que he esbozado aquí) del problema que enfrenta la
humanidad, y la solución: hacia dónde se encamina el mundo en este momento,
bajo la dominación de este sistema, y el rumbo radicalmente diferente que
necesita tomar, y puede tomar. Se requiere una disposición para aplicar este
mismo enfoque —de que importan la ciencia y la verdad científicamente
determinada—, al comunismo y a la experiencia histórica del movimiento
comunista, y en particular al nuevo comunismo que ha sido el
resultado de las décadas de trabajo que he realizado. Este nuevo comunismo es
una continuación, pero también representa un salto cualitativo más allá y, en
algunos sentidos importantes, una ruptura con la teoría comunista tal como se
había desarrollado anteriormente. A diferencia de aquellos que calumnian y
condenan, o simplemente ignoran, el comunismo y la experiencia histórica del
movimiento comunista, yo mismo he hecho, y he dirigido a otras personas en
hacer, un estudio científico serio y extenso —investigación y
análisis— de la historia del movimiento comunista y de las sociedades
socialistas que éste ha creado (así como de países que se han autodenominado
“socialistas” pero que de hecho no lo son, como Cuba desde 1959, Venezuela en
las últimas décadas y la Unión Soviética y los países de Europa del Este, donde
el capitalismo fue restaurado y ha reinado durante más de 60 años, mucho antes
de que llegaran a ser países abiertamente capitalistas hace
unas décadas). Este enfoque científico ha llevado a la conclusión de que con
las sociedades socialistas reales que se han creado, con la dirección de los
comunistas, primero en la Unión Soviética y luego en China (antes de que se
restaurara el capitalismo en la primera en la década de 1950 y en la última
después de la muerte de Mao en 1976), esta experiencia del socialismo ha sido
principalmente —y en el caso de China abrumadoramente— positiva, mientras que
secundariamente también ha habido errores importantes, en algunos casos serios,
o incluso graves.
A partir de esta
experiencia histórica del movimiento comunista y de una amplia gama de
actividades humanas, el nuevo comunismo, como su método y enfoque definitorio,
enfatiza la importancia crítica de la ciencia y la aplicación del método
científico a todo — tanto a la sociedad como a la naturaleza. Rechaza
firmemente todos los enfoques que representan la aplicación y la
justificación de la noción ruin y extremadamente nociva de que “el fin
justifica los medios”, y que la “verdad” es simplemente un “instrumento” de los
objetivos deseados, en lugar de lo que realmente es: un reflejo acertado de la
realidad objetiva.
Es este mismo método
y enfoque el que se ha aplicado para profundizar continuamente el entendimiento
de la naturaleza y el funcionamiento del sistema del capitalismo-imperialismo
que en este momento sigue dominando al mundo, con terribles consecuencias e
implicaciones para la humanidad y su futuro. Y este trabajo continúa como una
parte importante de desarrollar el movimiento revolucionario que se necesita
para finalmente abolir este sistema y hacer nacer un mundo radicalmente diferente
y mucho mejor. Si bien queda mucho por hacer y muchos retos por asumir, es
posible encontrar un análisis y síntesis científica de las cuestiones
fundamentales relacionadas con la situación que enfrenta la humanidad y la
posibilidad de la emancipación humana —tanto en formas más concentradas y
populares como en obras de considerable profundidad— en discursos y escritos
míos y en otros materiales que están disponibles en revcom.us. Y una visión
panorámica y un plano concreto para una sociedad radicalmente diferente y
emancipadora, en el camino hacia el objetivo final de un mundo comunista, se
establecen en la Constitución
para la Nueva República Socialista en América del Norte, de mi
autoría.
Es un hecho que no
existe en ningún otro lugar, en ningún documento de fundación o guía real o
propuesto de ningún gobierno, nada que se parezca no sólo a las protecciones
sino a las disposiciones para el disentimiento y la efervescencia intelectual y
cultural que están encarnadas en esta Constitución, mientras que ésta tiene, en
su núcleo sólido, una cimentación en la transformación socialista de la
economía, con el objetivo de abolir toda explotación, y la correspondiente
transformación de las relaciones sociales e instituciones políticas, para
arrancar de raíz toda la opresión, y la promoción, por medio del sistema
educativo y en la sociedad en su conjunto, de una orientación que “habrá de
capacitar a las personas en buscar la verdad dondequiera que ésta conduzca, con
un espíritu de pensamiento crítico y curiosidad científica y de esta manera
aprender continuamente acerca del mundo y estar mejor capacitadas para
contribuir a cambiarlo en conformidad con los intereses fundamentales de la
humanidad”. Todo esto desencadenará y desatará una tremenda fuerza productiva y
social de seres humanos con la capacidad e inspiración de trabajar y luchar
juntos para satisfacer las necesidades fundamentales de la gente —con
transformar la sociedad de manera fundamental y con apoyar y ayudar a la lucha
revolucionaria por todo el mundo—, hacia el objetivo final de un mundo
comunista, sin toda explotación y opresión, mientras que al mismo tiempo aborde
la crisis ambiental y ecológica verdaderamente existencial, con sentido y de
manera integral, lo cual es imposible hacer bajo el sistema del
capitalismo-imperialismo.
Demasiadas pero
demasiadas personas han rechazado esto —o, con más frecuencia, no lo han
explorado o incluso se han negado a explorarlo con seriedad— debido a la
ignorancia y los prejuicios que tienen su fuente fundamental en la
tergiversación que propagan sin cesar los guardianes del orden actual, y que
sirven a reforzar este orden altamente opresivo. En este caso, hay que decir (y
se puede demostrar fácilmente) que el ataque burgués “liberal” al comunismo es,
a su manera, tan ridículo y escandaloso —está en cruda violación del método
científico y se opone abiertamente a los hechos reales— que el evisceramiento
fascista de la verdad que los “liberales” siempre denuncian. Esto hace un gran
daño a la humanidad: al negarse a aplicar un enfoque científico honesto del
comunismo, de la verdadera historia del movimiento comunista y del desarrollo
del nuevo comunismo, y al actuar en oposición a semejante enfoque, eso
contribuye a truncar la única alternativa real a este sistema
verdaderamente monstruoso del capitalismo-imperialismo — la única alternativa
viable que representa los intereses fundamentales, y un futuro por el que vale
la pena vivir para las masas de la humanidad y, en última instancia, para la
humanidad en su conjunto.
El camino hacia un
mundo mejor no es, ni será, fácil — no se puede lograr sin una lucha decidida
y, sí, sin gran sacrificio. Pero continuar en el rumbo actual, bajo la dominación
de este sistema del capitalismo-imperialismo, implica una continuación de los
horrores que ya se están perpetrando en el mundo de hoy, los horrores mucho
peores que amenazan con surgir en lo inmediato y el peligro existencial muy
real que se presagia de manera cada vez más inminente.
Frente a la bestia
inexorable fascista que sigue con sus amenazas y sigue cobrando fuerza, grandes
cantidades de nosotros que estamos profundamente asqueados e indignados por
esto, y que aspiramos a algo mucho mejor, hemos hecho y hemos asumido el
llamamiento de que la ciencia y la verdad importan y tienen que ser nuestra
guía. Que en este momento tengamos suficiente valor, y suficiente osadía, para
aplicar esta guía de una manera sin trabas, decididos a buscar la verdad y
seguir a la verdad a dondequiera que nos lleve, superando todos los obstáculos
en este proceso, incluidas las ilusiones preciadas y los prejuicios arraigados
que van en contra de la realidad y de la verdad científicamente establecida.
Atrevámonos a actuar para hacer realidad lo que la ciencia revela como posible:
un mundo y un futuro radicalmente diferente y mucho mejor para la humanidad.
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