Echándole gas de extintor en la cara |
Es justo el levantamiento contra la
supremacía masculina
Es injusta la violencia de la policía que defiende
el patriarcado
El 8 de marzo en el Zócalo de CDMX, los policías arrastraron a dos mujeres tras las vallas frente
al Palacio Nacional y las golpearon salvajemente, mientras otros policías gritaban
“por eso las matan” a las manifestantes
que luchaban por rescatarlas.
El día siguiente de este ataque brutal, López Obrador alabó a la policía y recriminó a las y los
manifestantes: “Quiero agradecer mucho a los encargados de la seguridad en
la ciudad, de manera especial a las mujeres policías, que resistieron estoicamente agresiones y que no cayeron en la provocación,
que puedo decir que fueron agredidas y
no se agredió a manifestantes”. Luego
agregó, “se portaron muy bien todos
los elementos de seguridad, sobre todo, repito, las mujeres policías”.
Veamos lo que
realmente pasó:
Nicole, una joven de 17 años,
repartidora de comida en el Centro, relató que los policías aventaron gas que
picaba, todo se veía blanco, y luego la arrastraron tras las vallas. “Sentí cómo un policía me agarró y luego
sentí muchas manos que me empezaban a jalar y me arrastraron. Me arrancaron mi
blusa y mi brasier; me empezaban a escupir, me decían ‘¡Ya valiste verga’, me
pegaron en los genitales. Alcé la mirada y me avientan el escudo en la cara y
me vuelvo a caer”. Solo paró la paliza a Nicole cuando llegaron
unos paramédicos que la llevaron caminando a una ambulancia por la calle de
Moneda. Contó que “Toda la vuelta había más policías. No me hicieron nada pero
sí me gritaban cosas: ‘¡Qué bueno, ya
tenemos una!’, ‘Ya valiste verga’, ‘De aquí no vas a salir’. Así que empecé
a paniquear tanto que dije, ‘A mi no me van a llevar a curar, a mi me van a
llevar a otro lado’”. Pese a haber sufrido golpes por todo el cuerpo, Nicole rechazó
la revisión médica por miedo a qué más le podrían hacer.
Tamara Acuña, cineasta de 27 años,
documentaba con su celular la batalla en las vallas cuando policías la
agarraban, la jalaron por el pelo, la tiraron al piso, volvieron a agarrarla
por el pelo y así la jalaron hasta meterla detrás de la valla. “Lo que recuerdo
sobre todo era el rostro de ese policía, como disfrutándolo mientras me jalaba
brutalmente el pelo. Es por eso que me causó el esguince”. Recuerda también
como los de la Brigada Marabunta y sus compañeras la trataron de rescatar, todos
gritándole a los policías que la soltaran, mientras seis policías hombres le
patearon en las costillas. Le rompieron dos costillas y le causaron un
esguince en el cuello. Dijo que “En mi vida ha habido dos momentos en que
realmente temía la muerte y eso fue lo que sentí. El doctor me dijo que si los policías me hubieran dado una patada
más, me hubieran perforado el pulmón”. Se le saltaron las lágrimas al
decir, “Es muy grave que no entiendan el por qué se manifiestan las mujeres,
que han perdido a sus hermanas, que han sido violadas, que la lucha no es
contra el gobierno, es contra la violencia”.
Cuando periodistas pidieron a la Secretaría
de Seguridad Ciudadana su comentario respecto a estos casos, dijo que tenían
registro de que dos mujeres pasaron detrás de las vallas para recibir atención
médica, una de ellas rechazó el apoyo de los paramédicos y se retiró, y que “jamás se les agredió, por el contrario, se
les atendió”. Una burda mentira.
Esta represión gubernamental el 8M
en CDMX y también en varias otras ciudades del país, ilustra que cualquier lucha consecuente contra la
violencia hacia las mujeres requerirá luchar también contra el gobierno que la
ejerce y la solapa.
Manifestante regresando una de las bengalas que la policía tiraba a la gente |
Al mediodía del 8 de marzo, dos horas antes de que comenzara
la marcha, decenas de policías (mujeres
y hombres) golpearon y retuvieron a 4
periodistas dentro del metro Hidalgo, en flagrante violación de la libertad
de prensa. Sáshenka Gutiérrez, fotoperiodista de Efe, grabó parte de la
agresión y narró: “No nos dejaban salir, cerraron el acceso del metro y nos volvieron a dar patadas,
nos jalaron del pelo y no hicieron caso de que éramos prensa. Nos
querían quitar las cámaras”. También accionaron extintores para limitar la
visibilidad y volver a golpearlas.
Gabriela Esquivel, de 24 Horas; Leslie Pérez, del Heraldo
de México, y Graciela López, de Cuartoscuro
fueron las otras tres agredidas. Leslie
y Graciela fueron esposadas y retenidas contra la pared por policías hasta que
llegaron voluntarios de la Brigada Voluntaria Paz Marabunta que lograron que
finalmente las soltaran.
Mientras tanto, fuera del metro Hidalgo,
las policías encapsularon a activistas y las retuvieron durante tres horas, impidiendo que
se incorporaran en la marcha al Zócalo. Intentaron esculcarlas y quitarles
cualquier objeto considerado “peligroso” para los uniformados, mientras las agredieron con sus escudos,
lanzaron gases con extintores, y policías hombres vestidos de civil dentro del
cerco tomaron fotos de las activistas, daban órdenes a las uniformadas y
lanzaron cohetones contra las cautivas.Fotoperiodista esposada
En el Zócalo, la policía arrojó y disparó gas lacrimógeno, gas pimienta, y un polvo químico seco lanzado de extintores desechables. Al vaciarlos, arrojaron también los contenedores muy calientes contra la gente. Dispararon balas de “gotcha” y unos artefactos cilíndricos de caucho con espoleta, que contienen gas lacrimógeno o CS. La Brigada Marabunta documentó que usaron cartuchos de 37 milímetros, también de gas lacrimógeno, disparados de un arma parecido a una escopeta. Otras fuentes también reportan el uso de balas de goma. Los policías apuntaban todas estas armas directamente al cuerpo y la cara de la gente para herirla, más que dispersarla. Un policía le golpeó con un tubo de hierro a Miguel Barrera, director de la Brigada Marabunta, hiriéndole en la cara. Azul Cervantes, una joven de la brigada, también fue golpeada con un tubo que le causó dos cortes por el ojo derecho mientras documentaba el uso de químicos en los rostros de las manifestantes. También se documentó que tiraron balas de gotcha directo a los ojos, así hirieron a otra brigadista, así como a otras personas. Al menos 300 mujeres, entre manifestantes y periodistas, fueron lesionadas y atendidas por la Brigada.
Policía con caja de gas lacrimógeno que según las autoridades no se usaba
Marabunta y muchos periodistas
documentaron que, en la batalla en “el muro” del Zócalo, la policía arrojó también
lozas, piedras, pedazos de metal y botellas con orines, y bramaron insultos
misóginos como “pinches viejas
malcomidas”, “por eso las matan”, “chichis guangas”, “por eso las
descuartizamos”. Esa es la
mentalidad y la “cultura” de la policía, lleno de odio hacia las mujeres.
“Por eso las descuartizamos” — estos policías gritan las injurias y enaltecen
los más horrendos crímenes de los feminicidas. Además de reprimir
brutalmente las protestas y revueltas de mujeres, no son pocos los feminicidios
cometidos por policías y soldados, como el terrible asesinato el 27 de marzo en Tulum, Quintana Roo, donde policías le
quitaron la vida a Victoria Salazar, una mujer salvadoreña de 36 años,
refugiada en México. La tiraron al
pavimento y aplastaron con las rodillas en su espalda y las manos en su cuello,
hasta quitarle la respiración y romperle dos vértebras, causando su muerte,
casi igual que el asesinato de George Floyd en mayo pasado en Estado Unidos.
¿Por qué piensa y actúa así la policía? ¿Por qué esos son
los “valores” que encarnan? En general son
machistas y misóginos, pero esa no es
la razón fundamental de porqué
reprimen brutalmente, asesinan y difaman a las mujeres. Más bien, el hecho de
que son machistas y misóginos es una
manifestación y un resultado del hecho de que el sometimiento violento de
las mujeres a la “autoridad masculina” es necesario
para este sistema capitalista. La policía y las fuerzas armadas tienen la encomienda de hacer respetar ese “orden”,
y si no empuñaran esos “valores
patriarcales”, si no fueran machistas
y misóginas, sería muy difícil que lo hicieran. Toda esta violencia y
desprecio a las mujeres es parte central de mantener el “orden” general de este
sistema caracterizado por el sometimiento y opresión a las mujeres en toda
esfera, y también por la opresión a los pueblos indígenas, a los inmigrantes, a
la gente LGBTQ, a la gente pobre en general y a todos los que se atreven a
rebelarse contra este decrépito sistema. La policía y las fuerzas armadas sirven para defender y hacer respetar ese “orden”
patriarcal, racista, homofóbico, clasista y tiránico, y para jugar ese papel
represivo hacen falta personas formadas y forjadas en los “valores” correspondientes.
La opresión de las mujeres es
parte fundamental del sistema capitalista actual y la única manera de acabar
con esa opresión es acabar con este sistema que la impone, defiende y reproduce
de mil maneras. Hace falta una revolución
liberadora con la guía del Nuevo Comunismo. La hermosa rebelión de las
mujeres por todo el mundo en años recientes alienta la esperanza de una transformación
revolucionaria y un nuevo mundo muy diferente y mucho mejor. El patriarcado, o
sometimiento de las mujeres por los hombres, no ha existido siempre. Surgió
junto con las primeras divisiones de clase entre amos y esclavos. La lucha por
acabar con la opresión de las mujeres es parte fundamental y da un gran impulso
a la lucha revolucionaria por acabar con toda forma de opresión y explotación,
como se analiza más en el folleto ¡Desencadenar el coraje y lucha de las mujeres contra las causas y los responsables de tantaviolencia e injusticia!, así como en ¡A romper TODAS las cadenas!
La rebelión de las mujeres se
justifica. La represión por parte de la policía y las autoridades es la
respuesta predecible de un sistema caduco que resiste con todo la liberación
cabal de las mujeres y de toda la humanidad.
¡Romper las cadenas! ¡Desencadenar la furia
de las mujeres como una fuerza poderosa para la revolución!
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Aurora Roja
Voz de la
Organización Comunista Revolucionaria, México
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