Orígenes del gasolinazo en la reforma energética

Protesta contra el gasolinazo en la Ciudad de México
Para documentar el origen del gasolinazo en la reforma energética impuesta por el FMI, Banco Mundial y otros organismos imperialistas, reproducimos aquí un análisis que publicamos originalmente en 2008, sobre el intento del entonces presidente Calderón del PAN de imponer esta reforma energética. No logró hacerlo por la protesta popular y porque el PRI, por razones electorales, no lo apoyó. Al regresar el PRI a la presidencia con Peña Nieto, impusieron la reforma del sector energético que los imperialistas y grandes capitalistas nacionales venían buscando imponer, que desembocó precisamente en el gasolinazo actual.

¡NO A LA PRIVATIZACIÓN DE PEMEX!

¡ROMPAMOS LA DOMINACIÓN IMPERIALISTA Y CONSTRUYAMOS UN FUTURO LIBERADOR!

            Los que ahora nos dicen que Petróleos Mexicanos (Pemex) está hecho un desastre y urgen las “alianzas” con las grandes empresas transnacionales para “salvarlo”, son los mismos que por más de 25 años han obrado sistemáticamente para hacerlo quebrar y luego privatizarlo. Bajo la consigna de “llevarlo a punto de venta”, Pemex ha sido manejado en los intereses económicos, políticos y militares del imperio estadounidense. Se saca casi el doble del crudo necesario para la economía nacional y se exporta. ¿Por qué? Para abastecer los tanques y bombarderos de EU que arrasan Irak y Afganistán y ahora amenazan a Irán. Para proporcionar a EU una fuente de energía barata y “segura” para alimentar su imperio y darle más ventajas en la competencia con sus rivales. Y para tener los dólares para pagar la deuda externa y mantener a flote la economía dependiente y desarticulada de México, que es esencial para garantizar una alta taza de ganancias para las transnacionales y bancos imperialistas que la dominan.
            El imperialismo depende del petróleo, mientras seguir quemándolo como combustible en los niveles que exige este sistema pone en grave peligro la vida en la Tierra, incluyendo la futura existencia de los seres humanos. Por todo esto, la lucha contra la privatización de Pemex necesita ser parte de la lucha contra el imperialismo y por una transformación más fundamental y completa de la sociedad y el sistema que lo rige. Hace falta una nueva sociedad y un nuevo sistema, capaz de romper con las exigencias del “mercado mundial” y capaz de desarrollar el uso racional de las fuentes de energía por el bien de la humanidad.

La reforma de Calderón busca privatizar y expoliar más.

            La reforma actual busca poner toda la industria de hidrocarburos más directamente en manos de empresas privadas transnacionales. Gran parte de la producción del crudo y el gas ya ha sido entregado a transnacionales. En 2007, del total de la inversión realizada en Pemex Exploración y Producción (PEP), 95% fue privada. Alrededor de 300 empresas transnacionales operan mediante contratos, desplazan a obreros y técnicos mexicanos y se llevan fabulosas ganancias. Más del 60% de las actividades de perforación, reparación y mantenimiento de pozos ya las realizan compañías extranjeras. Haliburton, empresa estadounidense que encabezaba Cheney antes de convertirse en vicepresidente de Bush, tiene contratos con PEP por 4 mil millones de dólares. Bajo Contratos de Servicios Múltiples (CSM), transnacionales como Repsol, Royal Dutch/Shell, Chevron–Texaco, Total (de Francia) y otros predominan en el negocio de gas natural, y el 35% de la industria eléctrica también está en manos privadas ya. Como señaló el Departamento de Energía de Estados Unidos en 2004, en alabanza a los CSM, “aparecen como un paso positivo hacia la apertura gradual de la producción de gas natural de México a favor de las compañías privadas extranjeras.”
            Toda esta subcontratación es privatización a hurtadillas. Lejos de “fortalecer” a Pemex, lo viene reduciendo a un “cascarón”, que firma contratos y sirve para encubrir la realidad: la industria de hidrocarburos es controlada cada vez más directamente en los hechos por el gran capital privado, principalmente extranjero. La reforma busca “legalizar” todo esto, expandirlo, y privatizar directamente el “transporte, almacenamiento y la distribución de gas, de los productos obtenidos de la refinación de petróleo y de petroquímicos básicos”, además de la refinación del petróleo en sí. Todo esto es ilegal según el artículo 27 de la Constitución, que establece que el petróleo y el gas natural sólo pueden ser explotados por la Nación y prohíbe concesiones y contratos con particulares. Ya que no tienen las condiciones políticas necesarias para reformar el artículo 27 en sí por el momento, ¡proponen superar este “inconveniente” a través de reformar la Ley Reglamentaria del artículo 27 de manera que contradiga completamente el contenido de su propia Constitución! ¿No es una maravilla el “estado de derecho” burgués?
            Si pensamos un momento en la naturaleza de empresas capitalistas (buscan la máxima ganancia so pena de desaparecerse) más toda la “rica” experiencia que tenemos con privatizaciones y transnacionales en los últimos 25 años, sabremos que lo que realmente vendrá no es el “bienestar” que promete Calderón, sino: precios más elevados para combustibles, pérdida de empleos, mayor destrucción del medio ambiente, menos presupuesto para educación, salud, el campo, la cultura, la investigación científica, (porque las transnacionales pagarán mucho menos impuestos, aunque crezcan la extracción del crudo y otras actividades), impuestos más altos para las clases populares, más desarticulación de la economía nacional y mayor pobreza. Se profundizará la “integración de Norteamérica” con mayor subyugación de México a EU.

La Privatización de Pemex obedece a intereses geopolíticos de EU, ha sido impuesta por el FMI y el Banco Mundial y formalizada en el ASPAN

            Desde 1982, las “cartas de intención” del FMI y los préstamos del Banco Mundial han impuesto un plan consciente para la privatización y extranjerización de la industria petrolera en México. Los aspectos centrales de este plan han sido: 1) Reducir Pemex a la exploración y extracción del petróleo y a ser principalmente exportador de crudo; 2) fracturar la empresa en 4 subsidiarias, facilitando la privatización y la integración con varias operaciones con grandes capitales imperialistas; 3) recortar el presupuesto de Pemex y destinar la mayor parte de las ganancias al presupuesto federal; 4) no hacer reparaciones ni modernización, no construir refinerías y dejar deteriorarse los ductos, las refinerías y complejos petroquímicos propiedad de Pemex. 5) mayor endeudamiento y más dependencia de Pemex en financiamiento y tecnología externa; 6) impulsar la privatización disfrazada por medio de contratos Pidiregas y CSM; 7) Apuntar a la “privatización integral” del petróleo, gas natural, la electricidad y la infraestructura que requieren.
            Todo esto sirve al interés estratégico de EU de controlar el petróleo mexicano—no sólo para asegurar su propio consumo doméstico sino para apuntalar su hegemonía internacional. Ahora la demanda por hidrocarburos crece más rápido que la oferta y las reservas, los precios están por las nubes, la competencia aumenta y el Medio Oriente y otras regiones productoras son muy inestables. Todo esto hace que EU esté más ansioso que nunca por asegurar su control del petróleo y el gas en México, que además de ser relativamente barato, está cerca y es más “seguro”. El ASPAN (Acuerdo para la Seguridad y Prosperidad de América del Norte), firmado por EU, México y Canadá en 2005, obliga a México y Canadá a asumir la llamada “guerra contra el terrorismo” (que es realmente una guerra por extender el imperio de EU en el mundo) y apunta a la “integración profunda” de Norteamérica. Entre otras cosas, esa integración incluye “una estrategia energética común” para la “modulación y desregulación del mercado energético de la América del Norte” (o sea, más privatización y menos regulación gubernamental), además de “la homologación y armonización de los procedimientos policial/penales” y “un incremento en la integración militar-policial”. La “Iniciativa Mérida” es parte de este plan y ya están aquí mercenarios de Blackwater, (contratistas militares del Departamento de Defensa de EU); la actual propuesta de “reforma energética” sigue el guión dictado por EU en estos acuerdos, así como también lo hace la recién promulgada Reforma Judicial.
            Este manejo del petróleo ilustra bien la fuente principal de la miseria en México: el país está dominado por el imperialismo, y es cada vez más integrado a EU desde una posición completamente subordinada. Lo que pasa con Pemex es parte del mismo paquete de “reformas estructurales” impuestas en las últimas décadas—no sólo las privatizaciones de las empresas paraestatales industriales, sino también la destrucción sistemática de apoyos a la producción campesina que ha generado miseria, migración, y ahora crisis alimentaria; la privatización y reducción de pensiones; intentos de privatizar la educación; la privatización del agua, de carreteras, puertos y aeropuertos, del ferrocarril, etc. Toda esta “modernización imperialista” ha llevado a mayor destrucción del medio ambiente, mayor despojo de recursos naturales, mayor desigualdad social y mayor pobreza, en que vive ya más del 50% de la población.
            El petróleo tiene muchos usos, pero su uso desenfrenado como fuente de energía es una causa fundamental del calentamiento del planeta que pone en riesgo el futuro de la humanidad y muy posiblemente su propia existencia. Una política energética para el bien de la humanidad y el planeta se basaría en reducir la extracción del crudo, reducir el uso del petróleo como combustible, desarrollar fuentes de energía renovables y no-contaminantes, y transformar los métodos de extracción, transporte y refinación del petróleo para proteger el medio ambiente. Esto requiere cambios que no son “rentables” en el corto plazo y por eso no se harán bajo este sistema capitalista-imperialista.
            No sólo hay que parar la privatización de Pemex, sino hay que romper con este sistema. Hay que romper con la producción de hidrocarburos orientada a la exportación y también con esquemas de “desarrollo nacional” basado en el petróleo como motor principal. Una revolución de nueva democracia en México romperá la soga de la dominación imperialista y desatará a la gente para crear una nueva economía emancipadora dirigida a superar las distorsiones y desigualdades creadas por esa dominación. Esa revolución construirá un nuevo socialismo vibrante y liberador donde las masas tomarán su destino en sus propias manos y crearán una economía que reconozca el papel fundamental de la agricultura y que establezca la autosuficiencia alimentaria y desarrolle la industria diversificada y descentralizada que sirva a la agricultura y el desarrollo general sustentable. Se movilizará a la sociedad para reducir el papel del petróleo como fuente de energía, para limpiar esta industria y cuidar el medio ambiente en lo inmediato, y sobre todo para desarrollar otras fuentes de energía renovables y ecológicamente sanas. Las decisiones y políticas ya no serán dictadas por la “eficiencia” en términos capitalistas sino obedecerán la meta de emancipar a la humanidad, y desarrollarán una economía que se base en el activismo consciente de las masas y que sea ecológicamente sostenible, justa y racional.  


¡PAREMOS LA PRIVATIZACIÓN DE PEMEX COMO PARTE DE LUCHAR POR UNA NUEVA SOCIEDAD!

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