Protesta contra el gasolinazo en la Ciudad de México |
¡NO A LA PRIVATIZACIÓN DE PEMEX!
¡ROMPAMOS LA DOMINACIÓN IMPERIALISTA Y CONSTRUYAMOS UN FUTURO LIBERADOR!
Los que ahora nos dicen
que Petróleos Mexicanos (Pemex) está hecho un desastre y urgen las “alianzas”
con las grandes empresas transnacionales para “salvarlo”, son los mismos que por
más de 25 años han obrado sistemáticamente para hacerlo quebrar y luego
privatizarlo. Bajo la consigna de “llevarlo
a punto de venta”, Pemex ha sido manejado en los intereses económicos,
políticos y militares del imperio estadounidense. Se saca casi el doble del crudo
necesario para la economía nacional y se exporta. ¿Por qué? Para abastecer los
tanques y bombarderos de EU que arrasan Irak y Afganistán y ahora amenazan a
Irán. Para proporcionar a EU una fuente de energía barata y “segura” para
alimentar su imperio y darle más ventajas en la competencia con sus rivales. Y
para tener los dólares para pagar la deuda externa y mantener a flote la
economía dependiente y desarticulada de México, que es esencial para garantizar
una alta taza de ganancias para las transnacionales y bancos imperialistas que
la dominan.
La reforma de Calderón busca
privatizar y expoliar más.
La reforma actual busca
poner toda la industria de hidrocarburos más directamente en manos de empresas
privadas transnacionales. Gran parte de la producción del crudo y el gas ya ha
sido entregado a transnacionales. En 2007, del total de la inversión realizada
en Pemex Exploración y Producción (PEP), 95% fue privada. Alrededor de 300
empresas transnacionales operan mediante contratos, desplazan a obreros y
técnicos mexicanos y se llevan fabulosas ganancias. Más del 60% de las
actividades de perforación, reparación y mantenimiento de pozos ya las realizan
compañías extranjeras. Haliburton, empresa estadounidense que encabezaba Cheney
antes de convertirse en vicepresidente de Bush, tiene contratos con PEP por 4
mil millones de dólares. Bajo Contratos de Servicios Múltiples (CSM),
transnacionales como Repsol, Royal Dutch/Shell, Chevron–Texaco, Total (de
Francia) y otros predominan en el negocio de gas natural, y el 35% de la
industria eléctrica también está en manos privadas ya. Como señaló el
Departamento de Energía de Estados Unidos en 2004, en alabanza a los CSM,
“aparecen como un paso positivo hacia la apertura gradual de la producción de
gas natural de México a favor de las compañías privadas extranjeras.”
Toda esta
subcontratación es privatización a hurtadillas. Lejos de “fortalecer” a Pemex,
lo viene reduciendo a un “cascarón”, que firma contratos y sirve para encubrir
la realidad: la industria de
hidrocarburos es controlada cada vez más directamente en los hechos por el gran
capital privado, principalmente extranjero. La reforma busca “legalizar”
todo esto, expandirlo, y privatizar directamente el “transporte, almacenamiento
y la distribución de gas, de los productos obtenidos de la refinación de
petróleo y de petroquímicos básicos”, además de la refinación del petróleo en
sí. Todo esto es ilegal según el artículo 27 de la Constitución, que establece que
el petróleo y el gas natural sólo pueden ser explotados por la Nación y prohíbe
concesiones y contratos con particulares. Ya que no tienen las condiciones
políticas necesarias para reformar el artículo 27 en sí por el momento, ¡proponen
superar este “inconveniente” a través de reformar la Ley Reglamentaria del
artículo 27 de manera que contradiga completamente el contenido de su propia
Constitución! ¿No es una maravilla el “estado de derecho” burgués?
Si pensamos un momento
en la naturaleza de empresas capitalistas (buscan la máxima ganancia so pena de
desaparecerse) más toda la “rica” experiencia que tenemos con privatizaciones y
transnacionales en los últimos 25 años, sabremos que lo que realmente vendrá no
es el “bienestar” que promete Calderón, sino: precios más elevados para
combustibles, pérdida de empleos, mayor destrucción del medio ambiente, menos
presupuesto para educación, salud, el campo, la cultura, la investigación
científica, (porque las transnacionales pagarán mucho menos impuestos, aunque
crezcan la extracción del crudo y otras actividades), impuestos más altos para
las clases populares, más desarticulación de la economía nacional y mayor
pobreza. Se profundizará la “integración de Norteamérica” con mayor subyugación
de México a EU.
La Privatización de Pemex obedece
a intereses geopolíticos de EU, ha sido impuesta por el FMI y el Banco Mundial
y formalizada en el ASPAN
Desde 1982, las “cartas de intención” del FMI y los
préstamos del Banco Mundial han impuesto un plan consciente para la
privatización y extranjerización de la industria petrolera en México. Los
aspectos centrales de este plan han sido: 1) Reducir Pemex a la exploración y
extracción del petróleo y a ser principalmente exportador de crudo; 2)
fracturar la empresa en 4 subsidiarias, facilitando la privatización y la
integración con varias operaciones con grandes capitales imperialistas; 3)
recortar el presupuesto de Pemex y destinar la mayor parte de las ganancias al
presupuesto federal; 4) no hacer reparaciones ni modernización, no construir
refinerías y dejar deteriorarse los ductos, las refinerías y complejos
petroquímicos propiedad de Pemex. 5) mayor endeudamiento y más dependencia de
Pemex en financiamiento y tecnología externa; 6) impulsar la privatización
disfrazada por medio de contratos Pidiregas y CSM; 7) Apuntar a la
“privatización integral” del petróleo, gas natural, la electricidad y la
infraestructura que requieren.
Todo esto sirve al
interés estratégico de EU de controlar el petróleo mexicano—no sólo para
asegurar su propio consumo doméstico sino para apuntalar su hegemonía
internacional. Ahora la demanda por hidrocarburos crece más rápido que la
oferta y las reservas, los precios están por las nubes, la competencia aumenta
y el Medio Oriente y otras regiones productoras son muy inestables. Todo esto
hace que EU esté más ansioso que nunca por asegurar su control del petróleo y
el gas en México, que además de ser relativamente barato, está cerca y es más “seguro”.
El ASPAN (Acuerdo para la Seguridad y Prosperidad de América del Norte),
firmado por EU, México y Canadá en 2005, obliga a México y Canadá a asumir la
llamada “guerra contra el terrorismo” (que es realmente una guerra por extender
el imperio de EU en el mundo) y apunta a la “integración profunda” de
Norteamérica. Entre otras cosas, esa integración incluye “una estrategia energética común” para la
“modulación y desregulación del mercado energético de la América del Norte”
(o sea, más privatización y menos regulación gubernamental), además de “la
homologación y armonización de los procedimientos policial/penales” y “un
incremento en la integración militar-policial”. La “Iniciativa Mérida” es parte
de este plan y ya están aquí mercenarios de Blackwater, (contratistas militares
del Departamento de Defensa de EU); la actual propuesta de “reforma energética”
sigue el guión dictado por EU en estos acuerdos, así como también lo hace la
recién promulgada Reforma Judicial.
Este manejo del
petróleo ilustra bien la fuente principal de la miseria en México: el país está dominado por el imperialismo,
y es cada vez más integrado a EU desde una posición completamente subordinada.
Lo que pasa con Pemex es parte del mismo paquete de “reformas estructurales”
impuestas en las últimas décadas—no sólo las privatizaciones de las empresas
paraestatales industriales, sino también la destrucción sistemática de apoyos a la producción campesina que ha
generado miseria, migración, y ahora crisis alimentaria; la privatización y
reducción de pensiones; intentos de privatizar la educación; la privatización
del agua, de carreteras, puertos y aeropuertos, del ferrocarril, etc. Toda esta
“modernización imperialista” ha llevado a mayor destrucción del medio ambiente,
mayor despojo de recursos naturales, mayor desigualdad social y mayor pobreza,
en que vive ya más del 50% de la población.
El petróleo tiene
muchos usos, pero su uso desenfrenado como fuente de energía es una causa
fundamental del calentamiento del planeta que pone en riesgo el futuro de la
humanidad y muy posiblemente su propia existencia. Una política energética para
el bien de la humanidad y el planeta se basaría en reducir la extracción del
crudo, reducir el uso del petróleo como combustible, desarrollar fuentes de
energía renovables y no-contaminantes, y transformar los métodos de extracción,
transporte y refinación del petróleo para proteger el medio ambiente. Esto
requiere cambios que no son “rentables” en el corto plazo y por eso no se harán
bajo este sistema capitalista-imperialista.
No sólo hay que parar
la privatización de Pemex, sino hay que romper con este sistema. Hay que romper
con la producción de hidrocarburos orientada a la exportación y también con
esquemas de “desarrollo nacional” basado en el petróleo como motor principal. Una
revolución de nueva democracia en México romperá la soga de la dominación
imperialista y desatará a la gente para crear una nueva economía emancipadora
dirigida a superar las distorsiones y desigualdades creadas por esa dominación.
Esa revolución construirá un nuevo socialismo vibrante y liberador donde las
masas tomarán su destino en sus propias manos y crearán una economía que
reconozca el papel fundamental de la agricultura y que establezca la
autosuficiencia alimentaria y desarrolle la industria diversificada y
descentralizada que sirva a la agricultura y el desarrollo general sustentable.
Se movilizará a la sociedad para reducir el papel del petróleo como fuente de
energía, para limpiar esta industria y cuidar el medio ambiente en lo
inmediato, y sobre todo para desarrollar otras fuentes de energía renovables y
ecológicamente sanas. Las decisiones y políticas ya no serán dictadas por la
“eficiencia” en términos capitalistas sino obedecerán la meta de emancipar a la
humanidad, y desarrollarán una economía que se base en el activismo consciente
de las masas y que sea ecológicamente sostenible, justa y racional.
¡PAREMOS LA PRIVATIZACIÓN DE
PEMEX COMO PARTE DE LUCHAR POR UNA NUEVA SOCIEDAD!
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