Honremos a Alexander Mora y todos los luchadores caídos de Ayotzinapa, luchando por acabar con el sistema que les robó la vida

Ya está comprobado que por lo menos siete personas fueron masacradas por este Estado ilegitimo y criminal en Iguala. Por las pruebas del ADN, ya sabemos que Alexander Mora Venancio, joven de 19 años, normalista de Ayotzinapa de primer año, fue ejecutado y su cuerpo incinerado y pulverizado.

Alexander era de El Pericón, municipio de Tecoanapa, parte de la Costa Chica conocida por su rebeldía, donde el año pasado la gente se organizó y se armó para expulsar a la delincuencia. Era el más joven de ocho hermanos, hijo de Ezequiel Mora, campesino y taxista. Amaba el futbol y luchaba por su sueño de ser maestro rural. Su familia le decía Chande y sus compañeros La Roca, o bien por su “férreo temple en la cancha” o porque, como decía otro normalista, “Era un compañero fuerte, muy perseverante en lo que se proponía”. De los 43 normalistas desaparecidos, ocho son de Tecoanapa. A la pregunta de un reportero de qué le pediría al gobierno, el papá de Alexander respondió, “¡Nada! Me siento enojado con ellos; nunca encontré apoyos, nunca dieron con los muchachos que estaban desaparecidos, los hubieran rescatado, (pero) estuvieron contra ellos y decían que ellos se habían buscado eso: tres muertos, otros malheridos y 43 desparecidos”. También dijo: “Es el gobierno que ha matado a todos los luchadores sociales”.

Mientras el comandante en jefe del encubrimiento, Peña Nieto, nos llama a “superar este momento de dolor”, el fabulador general de la República, Murillo Karam, hace cínico uso de esta comprobación del asesinato salvaje de Alex para tratar de convencer a un público cada vez más desconfiado e indignado de que ya se resolvió el caso y que sólo se trata de un problema municipal de crimen organizado. Es mentira en todo caso, pero hasta distorsionan los hechos de este último hallazgo. Difunden la versión de que sus restos vinieron del basurero de Cocula, cuando sólo se sabe que fueron presentados por el gobierno al lado del río San Juan a unos diez kilómetros de distancia. El Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) declara que no participaron en el hallazgo y que “en opinión de este equipo, por el momento no hay suficiente certidumbre científica o evidencia física de que los restos recuperados en el río San Juan por peritos de la PGR y en parte por el EAAF correspondan a aquellos retirados del basurero de Cocula, como indicaron los inculpados”.

En todo caso, no cabe duda de que FUE EL ESTADO, como han recalcado con mucha razón los normalistas, los padres de familia, y los cientos de miles en el país y alrededor del mundo que se han levantado contra este crimen. Todos los tres niveles del gobierno están implicados en los crímenes de lesa humanidad en Iguala. La policía municipal asesinó a seis personas y secuestró a los 43 normalistas la noche del 26 de septiembre. La Policía Federal y la estatal vigilaron y siguieron a los normalistas desde Chilpancingo hacia Iguala. El gobierno del estado avisó a la policía municipal de Iguala del traslado de los estudiantes más de tres horas antes de su primer asalto armado contra los jóvenes. El 27 batallón de infantería del Ejército intervino después, agrediendo y amenazando a los normalistas. Siguen sin identificarse los “hombres de negro” sin uniforme que participaron en el asalto a los estudiantes. Exigimos la plena identificación y castigo ejemplar a todas las autoridades y los mandos de las fuerzas federales, estatales y municipales con o sin uniforme que participaron en el horror de Iguala. ¡Peña Nieto, Ángel Aguirre y Abarca merecen cárcel!

El motivo de estos crímenes salvajes fue la represión política por parte del Estado, y su uso de sicarios del crimen organizado en este y otros casos no cambia ese hecho fundamental. Hasta el mismo gobierno mentiroso finalmente tuvo que admitir que los normalistas no tenían nada que ver con el crimen organizado. En cambio, el Estado persigue desde hace tiempo a normalistas y cierra cuanta normal rural que pueda, porque el sistema principalmente capitalista que este Estado defiende necesita explotar y despojar a los campesinos e indígenas, y no necesita educarlos. También buscan apagar las llamas de rebelión que emanan de estas escuelas de los pobres en aras de reforzar el “orden” opresivo de este sistema; por eso el Estado se encarga de hostigar y asesinar a los normalistas. La noche de terror en Iguala tiene entre sus múltiples antecedentes el asesinato de dos normalistas de Ayotzinapa por las policías federal y estatal el 12 de diciembre de 2011.

El crimen masivo contra los normalistas de Ayotzinapa es especialmente horroroso, pero es solo uno de los incontables crímenes de violencia reaccionaria contra el pueblo, cometidos o solapados por este Estado que en los últimos años se han generalizado e intensificado en lo que es una verdadera guerra contra el pueblo, bajo la tutela de Washington. Para mencionar sólo algunos casos, en 2006, la policía del estado de México bajo el mandato de Peña Nieto mató a dos personas y violó a dos docenas de mujeres en Atenco. El 1º de marzo de 2010, el mismo batallón del ejército en Iguala desapareció a seis personas, crimen que queda impune pese a “pruebas contundentes” (Informe de 2011 de Human Rights Watch). Trece luchadores sociales fueron asesinados en solo seis meses de 2013 en Guerrero, incluyendo tres personas ejecutadas por Abarca en Iguala, pero la PGR rehusó detenerlo. En junio de 2014, el ejército ejecutó a 21 personas que se habían rendido en Tlatlaya, estado de México. Siete mujeres son asesinadas cada día en este país (datos del Inegi) y en los primeros 23 meses del gobierno de Peña Nieto, 41 mil personas fueron asesinadas. Horror tras horror, crimen tras crimen, cometidos o solapados por un Estado criminal al servicio de un sistema desalmado. 
Este Estado nació de la contrarrevolución de los Constitucionalistas, que representaban los intereses de sectores de los capitalistas y terratenientes que confluyeron en la revolución de 1910, y luego ahogaron en sangre a los ejércitos de Villa y Zapata, y se acoplaron al sistema imperialista mundial. Desde aquel entonces este Estado nunca ha dejado de reprimir, torturar y asesinar a gente del pueblo en los intereses de defender un sistema basado en la explotación y opresión de la gran mayoría por unos cuantos. La raíz del problema no es simplemente las políticas neoliberales de las últimas décadas o la corrupción y complicidad con el narcotráfico que saturan todos los niveles del gobierno. El problema de fondo es el sistema capitalista-imperialista, un sistema regido por la competencia salvaje entre grandes capitales, basado en la explotación. Un sistema que produce la pobreza, tritura la vida y los sueños de la gran mayoría, destruye el medio ambiente y amenaza el futuro de la vida en la Tierra. La encomienda de este Estado no es de proteger a la gente como nos cuentean; es de proteger a al sistema que reina sobre la gente, y reforzar las relaciones opresivas que este sistema impone. 
No se puede esperar que el lobo se vuelva vegetariano. Comer carne está en su naturaleza. Tampoco se puede esperar que este Estado deje de devorar a la gente: está en su naturaleza y la naturaleza del sistema que protege. Ninguna reforma, ningún cambio de personas o grupos políticos al mando del actual Estado cambiará el hecho de que es un aparato represivo para proteger y reforzar el funcionamiento del sistema capitalista-imperialista. 
Si realmente queremos luchar porque estos crímenes cesen y no vuelvan a ocurrir nunca más, tenemos que forjar la más amplia y resuelta resistencia que ponga al Estado en el banquillo de los acusados, como parte de la lucha por forjar un movimiento para una nueva revolución emancipadora, distinta a las anteriores. La tarea urgente ahora es preparar a la gente, la organización y la dirección necesaria para tal revolución. Hace falta una revolución que derrote y desmantele el actual Estado y elimine este sistema mayormente capitalista bajo dominación imperialista. Sobre sus escombros construiremos entre todos una nueva sociedad socialista dedicada a servir, no a las ganancias de unos cuantos sino a las necesidades del pueblo y al avance de la revolución mundial hacia la emancipación de la humanidad entera. Y en esa nueva sociedad, entre muchas otras transformaciones profundas, las fuerzas de seguridad populares arriesgarían su propia vida antes que causarle daño alguno a la gente.

En las palabras de uno de los padres de familia de los normalistas desaparecidos, “Alexander… haremos que tus cenizas sean una semilla para la revolución”.

¡Castigo ejemplar a Peña Nieto, Ángel Aguirre y Abarca!
¡Plena identificación y castigo a los mandos federales, estatales y municipales que participaron en los crímenes de Iguala!
¡Muera el Estado asesino e ilegítimo!
¡La revolución es la solución!

Aurora Roja
Voz de la Organización Comunista Revolucionaria, México
aurora-roja.blogspot.com                   auroraroja.mx@gmail.com



Cita textual del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF): “El EAAF no estuvo presente en el momento en que los buzos y peritos de la PGR recuperaron dicha bolsa ni participó en el hallazgo de dicho fragmento. Fue convocado por la PGR al lugar cuando ya se encontraba la bolsa de restos abierta y la muestra en cuestión ya se hallaba junto con otras sobre un área de limpieza… [E]n opinión de este equipo, por el momento no hay suficiente certidumbre científica o evidencia física de que los restos recuperados en el río San Juan por peritos de la PGR y en parte por el EAAF correspondan a aquellos retirados del basurero de Cocula, como indicaron los inculpados”.

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